RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS
El dominio de la resistencia
Sobre unos lienzos blancos, femeninas manos realizan los primeros movimientos que darán lugar al retrato de una misma modelo. La modelo es la maestra de un grupo de jóvenes pintoras que deben plasmar las verdades de un rostro y un cuerpo específicos. Marianne, así se llama la maestra, siente ensombrecer su ánimo al reparar en un cuadro que ha sido colgado de manera inocente por una de sus alumnas. La pintura fue hecha tiempo atrás y su visión hace que emerja el recuerdo de las circunstancias que generaron su producción y el misterio del amor personificado en otra mujer: Héloïse. ¿Cómo se titula la obra?, le preguntan. Retrato de una mujer en llamas, responde su voz con la firmeza impostada de quien quiere ocultar un íntimo dolor.
Esta es la secuencia inicial del último largometraje de Céline Sciamma, que la confirma como una de las autoras europeas con mayor proyección. La película propone la construcción de una utopía de la mujer en el siglo XVIII a partir de la subversión de los códigos sociales de la época. Este nuevo orden se da en un hogar opulento edificado sobre una isla bretona, que permite la formación de un pequeño mundo ideal pasajero. En este universo no hay lugar para el hombre, y sus creadoras son Héloïse, una joven recién salida del convento y comprometida con un extraño; su criada, Sophie, y Marianne, que ha sido contratada para retratar en secreto a Héloïse mientras finge ser su nueva dama de compañía. ¿Cómo puede surgir tal utopía de personas con orígenes sociales distantes? El aislamiento brinda la posibilidad de aflorar las personalidades de las jóvenes. Sus frustraciones y miedos serán compartidos a medida que se vayan exponiendo con naturalidad y, de manera orgánica, se fortalecerá la idea de un hermanamiento igualitario.
Sciamma tiene la habilidad de narrar esta historia con una puesta en escena basada en el plano/contraplano que tiende a la sublimación del gesto corporal y facial. El dispositivo artificial del escenario en el que artista y modelo consensúan una pose pierde su rigidez, y la fragilidad se establece en los rostros y las respiraciones de las enamoradas. Se pervierte el sentido de la representación pictórica con la mirada activa de Héloïse y el cuestionamiento que hace de las reglas y convenciones que Marianne respeta. Y recordamos la relación entre Vic y Lady de Girlhood (2014), su filme anterior, en el que ya se esbozaba la transmutación identitaria radicada en la amistad. En Retrato de una mujer en llamas, sin embargo, el intercambio entre las amantes es más poderoso y sugerente. Así, la cultura y la experiencia de una, sorprende y convierte el espíritu de la otra, con tanto vigor como lo genuino y puro de Héloïse deshace e inspira a Marianne.
El paraíso, como se ha anunciado, no dura. La cineasta, entonces, propone el acto poético como consuelo a la desaparición del ideal a partir de la reflexión suscitada por la acción de Orfeo de girarse, todavía en el inframundo, para contemplar a Eurídice y condenar así a ambos a estar sin el otro. Un registro de la belleza y la forma del amor, que parte de la renuncia de lo amado, a modo de marca de fuego en el alma. La directora de Tomboy (2011) considera tan fuertes a sus personajes que les otorga las herramientas para destruir el sueño fundado. Pero les deja la poesía, la pintura y la música para recomponer las ruinas, ilustrar la memoria y encerrar el vuelo del deseo. Es el ámbito del secreto, el dominio de la resistencia.
Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, Francia, 2019)
Dirección: Céline Sciamma / Guion: Céline Sciamma / Producción: arte France Cinéma, Hold Up Films, Lilies Films /Música: Para One, Arthur Simonini / Fotografía: Claire Mathon / Montaje: Julien Lacheray / Reparto: Noémie Merlant, Adèle Haenel, Luàna Bajrami, Valeria Golino, Cécile Morel.
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