Fuera de Campo

SPIDER-MAN EN EL AUDIOVISUAL

La red de la responsabilidad

“¿Sabes qué es lo mejor de ser Spider-Man? Todo”. Antes Peter Parker era un sencillo chico de Queens al que se le daban bien las ciencias y mal las chicas. Pero un día el infame destino le convertiría en uno de los superhéroes más famosos del planeta. ¿El motivo? En el año 1962 un jovencísimo Stan Lee contemplaba la pared en busca de un nuevo superhéroe adolescente que se alejara de la iconicidad dominante de figuras como Batman o Superman. Un héroe fresco capaz de atrapar a los jóvenes reflejando sus problemas y vicisitudes. Y allí, posada frente a él, una mosca trepaba con sencillez un muro. El creativo maquinó decenas de nombres para su nuevo trepador, todos relacionados con insectos, hasta dar con el más urgente y dramático: el Hombre Araña. Lee presentó el proyecto al director editorial de Marvel Comics,  Martin Goodman, pero este lo rechazó de inmediato alegando que las arañas eran poco atractivas y daban pavor a la gente. El joven escritor engatusó al editor diciéndole que el personaje formaría parte de la colección Amazing Adult Fantasy, que estaba a punto de ser cancelada. Un volumen de género fantástico repleto de historias sobre extraterrestres y monstruos mutantes. Espejo de las narrativas predominantes en una era donde Japón sucumbía ante Godzilla y Estados Unidos iniciaba su segunda edad dorada del cómic: la Silver Age. Mutaciones como la de la Patrulla X o poderes atómicos comos los de Hulk eran las posibles consecuencias de la omnipresente Guerra Fría. Por ello, los jóvenes cayeron rendidos ante aquel paladín adolescente al que picó una araña radioactiva. Heroicas aventuras y pintorescos villanos se mezclaban en un drama cotidiano donde Parker debía sobrevivir a los bancos, los estudios, los romances, la prensa, los matones y a la muerte de su querido tío Ben.

Amazing Fantasy #15

El Amazing Fantasy #15  se agotó enseguida. Un rotundo éxito que al año siguiente inició su propia colección: The Amazing Spider-Man. Lee creó, junto al dibujante Steve Ditko, una mitología genuina para el protagonista, la cual perdura hasta nuestros días. Historias canónicas que llevaron al cabeza de telaraña a convertirse en el núcleo editorial de Marvel Comics. Hoy, 55 años después, es imposible no cruzarse con tu amigo y vecino Spider-Man. El héroe de los niños figura en los artículos más inverosímiles, su efigie se ha balanceado generación tras generación entre televisión, cómics, videojuegos y películas. Un icono pop que tardaría en arrancar su primera aventura cinematográfica, hasta lograrlo en pleno siglo XXI de la mano de Sam Raimi. Sony y Columbia Pictures presentaron en 2002 un proyecto sólido para el nuevo ciclo de postmodernidad que se aproximaba. Etapa que Fox atisbó con X-Men (Bryan Singer, 2000) tras la venta de la mayoría de los derechos cinematográficos de una Marvel al borde de la quiebra. Raimi heredó el testigo del Batman de Tim Burton (1989), tomando la difícil responsabilidad de ser el primero en llevar al trepamuros a la gran pantalla. El cineasta abordó un filme gótico y urbano que se deslizaba entre la muerte del formato analógico y la nueva era digital aludiendo a un pueblo norteamericano necesitado de héroes tras el 11-S.

Sam Raimi, con Kirsten Dunst (derecha) y Tobey Maguire (izquierda), en el rodaje de Spider-Man

La productora apostó sobre seguro dejando el guion en manos David Koepp, guionista de Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993) y Mission: Impossible (Brian de Palma, 1996), y Raimi; genio de los ochenta que nos regaló la trilogía de Posesión Infernal (1981-1992) y que ya había trabajado anteriormente en el mundo del cómic en la película de culto Darkman (1990). Quizás lo que más irritó a los fans del arácnido fuera la elección de Tobey Maguire como Peter Parker. El actor no poseía el carismático rostro que el neoyorkino necesitaba. Aún así, Raimi nos demostró su poderosa visión autoral a través de un excelente sentido clásico del origen de Spider-Man centrado en la primera década de las viñetas con algunos toques modernos de las historietas más contemporáneas -véase aquella odiosa telaraña genética que nada tenía que ver con los lanzarredes diseñados por el propio Peter, pero que realmente obtiene en sus relatos tras mutar en una araña gigante bajo el hechizo de una temible bruja-. La trama gira en torno al inicio del camino del héroe, donde afrontamos junto a Parker todas las calamidades necesarias para iniciarse como Spider-Man. En este sentido, tras la muerte del tío Ben y el peso de la ya icónica frase, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, Raimi y Koepp nos arrastran directamente a la vida universitaria del protagonista enlazando este nuevo compromiso heroico con la bidimensionalidad que el propio personaje había adquirido en las historietas de Lee. El amor hacía su tía May o Mary Jane Watson, interpretada insulsamente por Kirsten Dunst, volverá a este Parker susceptible a las acometidas del mal. Su amor y compasión son su debilidad pero también su gran poder.

Parker es un don nadie sin futuro y sin dinero. Spider-Man es espectacular y aún así no esquiva las puñaladas traperas de la prensa y una sociedad dividida gracias a las portadas amarillistas de J.J. Jameson (J.K. Simmons). Raimi formula una película repleta de humor irónico que encaja coherentemente y sin estridencias en la tensión de la trama, que se eleva con la música de Danny Elfman hasta alcanzar, con un sentido del ritmo bien acompasado, cotas dramáticas y divertidas. El fantasmagórico Duende Verde, interpretado por William Dafoe, conecta íntimamente con Maguire para explicar los dilemas del propio personaje y el paralelismo existente entre él y Parker. Norman Osborn, alter ego de El Duende Verde, recibe el testigo de los cómics siendo el único conocedor del secreto bajo la máscara de Spider-Man, construyendo su personaje con fidelidad a las ilustraciones. La  doble identidad de ambos personajes y la seguridad de sus seres queridos será el germen de una saga centrada en la responsabilidad de nuestros actos y cómo estos determinan las decisiones vitales del pobre Parker. Raimi hereda en su puesta de escena un sentido burtoniano en el que realmente se encuentra cómodo. Su Spider-Man es una peligrosa mezcla del estilizado y lúgubre dibujo de Todd McFarlane, conocido creador de Spawn, y el representativo estilo que John Romita Sr. heredó de Ditko en la segunda etapa del trepamuros, a priori la más notable de todas. El halo de serie B que acompaña al director termina por encaminar una cinta correcta y esencial para entender a un personaje que necesita brotar de nuevo en cada generación. Este Spider-Man se exhibe, era su puesta de largo y por lo tanto los tirabuzones, combates y piruetas debían estar garantizados, concediendo, finalmente, el inicio que los fans y el propio justiciero demandaban.

Spider-Man

La cinta recaudó más de 800 millones de dólares por todo el mundo, abriendo las puertas a una secuela. Quizás lo más sorprendente de Spider-Man 2 (2004) sea la fortaleza de imponerse sin remilgos a su predecesora. Superar el momento nostálgico que supuso ver por primera vez una cinta tan ansiada como la del cabeza de red fue la obsesión de un Raimi en estado de gracia. «Spidey» ya trepaba y se balanceaba con chulería por Nueva York, sólo quedaba transmitir aquello que sus viñetas nos llevaban contado décadas. Por ello la selección del villano cobraba vital importancia, al igual que el modo en el que se tratara la historia, pues si algo realmente cuenta en el mundo del cómic, más allá de las formas, es la verosimilitud de lo que se está narrando. En este caso el director se amarró a una de las tramas cruciales en el desarrollo de Parker, Spider-Man no more! (Amazing Spider-Man #50 USA). El clásico delineado por John Romita nos anunciaba a un Parker hastiado, mostrándole en el momento en el que busca dejar su doble vida por miedo a perder todo cuanto ama. La cinta encuentra el punto débil del protagonista, demostrando que la mejor forma de anular a Spider-Man es poniendo en peligro a civiles y sus seres queridos. Sin pensarlo dos veces, el héroe abandonará toda estrategia y pondrá en peligro su propia seguridad para protegerlos, un intento de no añadir más bajas a su fatigada conciencia, impulsado por un sentido de culpa que nace de sus propias inseguridades. Por ello, era básico buscar un villano que explorara el mismo sentido de pérdida: Raimi construye un magnífico Doctor Octopus (Alfred Molina), que por culpa de su arrogancia -similar a la muerte del tío Ben- pierde todo su futuro y a su querida esposa.

Y es que el tiempo ha tratado con mimo a esta segunda adaptación de Spider-Man. La cercanía del dolor y humanidad del protagonista volvían a degustarse con escenas de acción más sólidas, comedia enriquecida y terror transeúnte. Cabe destacar el propio homenaje con el que Raimi se obsequia en la oscura escena del laboratorio donde despierta Octopus tras el accidente que le transformará en villano. Un ejercicio visual donde los tentáculos de acero del doctor se vuelven, por un momento, aquella cámara espectral que se deslizaba cual demonio en Posesión infernal (1981) y sí, también hay motosierras. Reminiscencias a la primera parte de la saga donde El Duende Verde vertía de oscuridad la pantalla. Viajar por Spider-Man 2 recuerda demasiado, para bien, a la lectura de un cómic. Las escenas se enlazan buscando una continuidad visual, como si pasásemos de viñeta a viñeta sin apenas darnos cuenta. Y es que cuando Raimi es libre es un derroche de creatividad y talento, por ello sabe tan mal el nefasto cierre de la trilogía: Spider-Man 3 (2007). La que hasta hoy sea la película más taquillera -más de 900 millones de dólares en todo el mundo- de nuestro amigo y vecino también es la más odiada. Tras discusiones con directivos y productoras, Raimi se vio forzado a incluir en su trama 3 villanos. ¿Por qué? Al parecer la aparición de Venom como rival era mucho más atractiva y rentable para la venta de juguetes, en contra de la idea sesentera que el creador tenía en la cabeza, dado que el simbionte nació en los 80. Sin Elfman en la música y cientos de problemas en la producción, la cinta se martiriza exponiendo personajes banalizados y desestructurados, como aquella frívola Gwen Stacy o ese desaborido Eddie Brock, que quizás se mereciera menos puñetazos que el chulesco Tobey Maguire, pero que no andaba lejos de su decadencia. El resultado dejó a Raimi con la credibilidad dañada y a Peter más huérfano que nunca.

Amazing Spider-Man #12

Pero Sony y Columbia no iban a dejar escapar a la araña de los huevos de oro. Poco después de la clausura de la trilogía de Raimi se anunció un nuevo reinicio de la saga que tendría por nombre The Amazing Spider-Man (2012). Este reboot sería conducido por Mark Webb, a quien descubrimos en (500) días juntos (2009), una tierna comedia romántica de espíritu indie.  La nueva entrega narraba el origen del protagonista a través de la relación que marcaría al personaje a lo largo de toda su historia. Ella era Gwen Stacy, compañera de instituto y, para muchos, el primer amor indiscutible de Parker. También el más importante, dado su fatídico final. Emma Stone prestó su talento para interpretar a la novia de «Spidey», que esta vez contó con un desconocido Andrew Garfield para disparar sus redes por Manhattan. Se repite también la muerte del tío Ben a manos de un vulgar ladrón al que Peter deja escapar por desidia. Aunque el matiz argumental más innovador recae en el misterio respecto a sus padres, Richard y Mary Parker. La sombra de su fallecimiento es esta vez más alargada y su secreto se irá desvelando previsiblemente en esta nueva saga. Curt Connors o El Lagarto (Rhys Ifans) sería el villano que pusiera el contrapunto a nuestro héroe para a su vez jugar el rol de mentor perdido, ya que colaboró con Richard Parker en la creación del compuesto que daría superpoderes a nuestro protagonista. El problema es que Garfield comparte más similitudes con los matones que vapulean a Parker que con el nerd que se nos intenta vender. Aun así, en aquel momento Stone y Garfield eran pareja en la vida real, lo que otorga una complicidad las imágenes y convierte su historia de amor en algo mucho más creíble que la relación entre Peter y Mary Jane. En esta entrega se echa de menos el estilo desenfadado y a pie de calle que Raimi había alcanzado, Webb parece mostrarnos un Spider-Man más cercano al Upper East Side que al de un chaval de Queens. Su Spider-Man es más grave, más oscuro, estilizado y con menos chispa. Pero aún así obtiene unos increíbles diseños en los que «Spidey» se mueve con soltura, más cercano a su generación y vinculándolo con las historias del Ultimate Spider-Man, cómic que sirvió de reinicio del personaje con una estética actualizada.

El claro éxito en taquilla llevó a Sony a elegir de nuevo a Webb y su elenco. El resultado es una tibia entrega, aunque con algunos toques deslumbrantes, titulada The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro (2014). Menos gamberra y más romántica gracias al magnetismo de Stone y a las dosis de azúcar glas que el director impone para mostrar las debilidades de Parker. Fragilidad confusa por el thriller paternal impuesto en la primera entrega. El gabinete de villanos de Spider-Man es muy interesante, pero quizás el acierto de Webb sea elegir al más cinematográfico de todos por estar hecho de luz: Electro. Pero, pese al diseño artístico llamativo, el papel de este villano quedará relegado a un segundo plano frente a uno de los momentos más cruciales no sólo de Spider-Man sino de toda la historia del cómic: la muerte de Gwen Stacy. Quizás Raimi olvidó que este evento fuera el que realmente pusiera a Spider-Man a un nivel dramático superior al del resto de superhéroes de otras franquicias: nadie esperaba que aquel número 121 del Amazing Spider-Man USA fuera tan aciago. La muerte de Gwen fue un shock al que nunca antes se habían enfrentado los lectores:  la posibilidad de que cualquiera de los personajes de su serie favorita pudiera morir. Acto dramático con el que Webb cierra su cinta. Una escena sentimental y totalmente lícita que rompía con lo establecido: antes de este evento, los superhéroes acostumbraban a ser ricos, semidioses o criaturas de otros planetas sin más preocupaciones que la épica. Sin embargo, desde este momento, Peter vive con un nudo en la garganta, y el espectador con la responsabilidad de juzgar si el fallecimiento de Gwen fue su culpa o no.

Amazing Spider-Man #82

La cinta de Webb no alcanzó las cuotas previstas, y toda oportunidad de pluralizar el universo de Spider-Man se fue al traste -véase el spin off de Los Seis Siniestros-. Kevin Feige, director de Marvel Studios, contactó con Amy Pascal, directora ejecutiva de Sony Pictures por aquel entonces, para integrar a Spider-Man dentro del universo cinematográfico que Marvel llevaba construyendo desde 2008 con el lanzamiento de Iron-Man. De ahí que «Spidey» vuelva ahora a la pantalla en otro reinicio llamado Spider-Man: Homecoming (Jon Watts, 2017). Esta vez Parker es un joven de 15 años interpretado por Tom Holland, que ya debutó en el traje rojo y azul en la moderada Capitán América: Civil War (Anthony y Joe Russo, 2016). Un nuevo Parker ligado al reboot que la propia editorial ha planteado también en las grapas, adaptando al personaje a los nuevos aires, llegando al punto de cambiar el sexo y la raza a sus personajes más emblemáticos. Holland esta vez vive bajo la supervisión de Iron-Man, interpretado por Robert Downey Jr., que será el culpable de entregarle un fabuloso traje que estilísticamente recuerda al Ditko. Este Peter Parker es el más simpático de la saga, pero también el que quizá menos sustancia tenga en sus aventuras. A pesar de enfrentarse a un sobresaliente Michael Keaton en la piel de El Buitre, la cinta baila perezosa entre lo mejor y lo peor que el trepamuros puede aportar. Un aire ochentero inunda de color la puesta en escena de Jon Watts, que homenajea el «buenrollismo» de cintas como Todo en un día (John Hughes, 1986) o El club de los cinco (John Hughes, 1985). El resultado final consigue una apariencia amena y colorida que resulta agradable por posicionarnos por primera vez desde la perspectiva de un Parker adolescente.

Amazing Spider-Man #7

El futuro cinematográfico de Spider-Man pasa por las futuras entregas de Tom Holland y el sorpresivo spin off de Venom, interpretado por un todoterreno llamado Tom Hardy. Pero lejos de los proyectores, Spider-Man se vuelve más ágil y ligero, y es que su paso por la televisión ha sido del todo gratificante para el justiciero. En 1979 la CBS construyó un telefilme para narrar las aventuras de un Parker convincente y cercano a lo que la mítica serie de animación Spider-Man (1967), recordada por aquella pegajosa melodía. El halo de novedad que envolvía a Parker marcó sus colaboraciones más importante dentro de la animación. El respeto a la serialidad y vertiginosidad de las grapas se corresponden en la ya insigne serie de los 90, Spider-Man: The Animated Series (1994-1998), y The Spectacular Spider-Man (2008-2009). Ambas rememoran el espíritu clásico con un estilo actualizado y original para sus personajes.

Y así, generación tras generación, la red se extiende por el mundo audiovisual. Resulta sencillo entender por qué Spider-Man conquista nuestras vidas: él es tu amigo y vecino, un héroe optimista y espectacular cuya grandeza nace de su lealtad, de su palabra. Un valor que nunca está de más recordar y en el que el cabeza de red se ha vuelto todo un experto. Le dimos un gran poder y nos corresponde siempre que tiene oportunidad.

 

Álvaro Pérez Fernández

Amazing Spider-Man #121

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