Documentales de cineD’A Film Festival 2020

QUIÉN LO IMPIDE

La juventud fílmica

Quién lo impide: una experienica de cine inmersivo con jóvenes adolescentes (2018) es una tetralogía realizada por Jonás Trueba en torno a la experimentación fílmica y las formas de representar la adolescencia en el cine. Conformada por una serie de cuatro piezas, este análisis pretende enfocarse, de la misma manera, a modo de notas.

Principiantes. Dos años después de La reconquista (2016), reencontramos a Candela y Pablo, sus actores adolescentes. Deteniéndose en ellos, Jonás Trueba imagina algunas de sus aventuras amorosas y dudas existenciales. Candela narra la historia de Pablo, y Pablo la de Candela. Historias en torno a la experiencia de las primeras veces que, al fin y al cabo, son siempre únicas.

Solo somos. Un grupo de adolescentes, entre ellos Candela, imagina y se plantea su propia representación en el cine. Partiendo de escenas e instantes de ficción, Trueba y los jóvenes protagonistas desgranan las secuencias y meditan sobre la forma en la que los adolescentes deberían ser capturados en el cine.

Tú también lo has vivido. Alrededor de cincuenta testimonios de jóvenes adolescentes, contándonos sus anhelos, miedos, y tristezas. La pieza más enraizada en el documental de entrevistas, sirviendo como testimonio y espejo de las realidades que viven los participantes de este proyecto.

Si vamos 28, volvemos 28. Los jóvenes adolescentes, entrevistados en la anterior pieza, se pierden en un limbo entre lo real y lo recreado. A modo de ficción, seguimos el viaje de fin de curso de la clase de Pablo y sus compañeros. Unos jóvenes que, a punto de terminar el instituto, capturan el instante con emoción y sensación de eterna permanencia a una etapa.

Quien lo impide, de Jonas Trueba 

Jonás Trueba, el cineasta de la experiencia

Nota 1. El cine de Jonás Trueba puede verse desde dos claras vertientes: la experiencia y la referencia. En su filmografía puede observarse la impronta de su propia vivencia, las preocupaciones y ecosistemas socioculturales en que se mueve y los temas que le interesan. Tanto es así que ya en su segundo largometraje, Los ilusos (2013), el director madrileño experimentó con las posibilidades cinematográficas de fusionar ficción y realidad para estructurar un relato donde se confundían los límites de lo casual y lo intencionado. El tipo de acercamiento de Quién lo impide.

Nota 2. La adolescencia y sus preocupaciones como base en el cine de Trueba. Toda su obra gira en torno a jóvenes adultos a los que les cuesta hacerse mayores. No saben qué hacer con sus vidas, cierran bares casi todas las noches, pasean sin prisa por levantarse al día siguiente… Muchos de ellos trabajan, pero la mayoría se mueven en un ambiente cultural acostumbrado a los tiempos muertos, a las reflexiones, a la precariedad laboral… Viven de pasión, ilusión y la fuerza motora de una creación que, en ocasiones, acaban derramando sobre el individuo una pátina de actitudes cercana al síndrome de Peter Pan.

Quien lo impide, de Jonas Trueba

Quién lo impide: revelándose el cine

Nota 3. En la pieza “Tú también lo has vivido”, la menos juguetona de todas, pero a su vez en la que escuchamos las ideas e inquietudes de los jóvenes con mayor concreción, Trueba acaba confirmando de voz propia “seguir siendo un adolescente”. Quizá en esta pequeña afirmación se encuentra parte del sentido de sus indagaciones en la adolescencia

Nota 4. La reconquista como punto de partida de Quién lo impide. “Principiantes”, la pieza que probablemente inicia todo, funciona como secuela o al menos espejo “documental” de La reconquista. Si el estudio de Trueba pasa por intentar entender el mundo de los jóvenes y darles voz y voto sobre cómo filmarlos, tiene mucho sentido que “Principiantes”, para lo bueno y para lo malo, parezca la película hecha por un adolescente. También sobre ello reflexiona Trueba cuando anticipa la entrada de una música extradiegética (casi la única que hay en la tetralogía) durante la escapada de dos enamorados. Una melodía que, con casi toda probabilidad, podrían elegir los propios protagonistas de la pieza en la supuesta realización de un cortometraje suyo. Trueba, como autor, busca confundirse con el propio objeto de su extraña ficción documental.

Nota 5. La voz en off de Candela y Pablo se convierten en el hilo conductor de la vida del otro. Así, nos ponen al día de sus inquietudes y problemas. Una decisión tan interesante como algo naif. Hay en ella demasiada marca, demasiado control. Algo que le suele pasar a Trueba en sus ficciones (Todas las canciones hablan de mí, La reconquista…) donde la firmeza imposibilita a veces lo espontáneo. “Principiantes” es más interesante cuando se acerca a cuestionar la mirada adolescente tras la cámara, y sobre todo el deseo de narrar una emoción sin partir de una manipulación, que como ficción amorosa y de maduración de sus protagonistas. Esto se ve cuando Pablo intenta filmar una escena sobre los sentimientos que le afloran al estar en unas ruinas que hay en su barrio. Para ello, llama a Francesco Carril (su alter ego adulto en La reconquista) y le graba intentando sentir lo que él siente. Cuando vemos las imágenes, claramente no encontramos lo que él pretendía. En ese momento, Candela dice: “viendo estas imágenes que grabó Pablo pienso que en realidad no se le ha revelado otra cosa que el cine”. Una constatación que parece venir más de la voz del propio Jonás que de la de Candela. Un choque que, durante toda la pieza, hace tambalear el sentido representativo de esta.

Quien lo impide, de Jonas Trueba

 

Quién lo impide: cómo filmar la adolescencia

Nota 6.Lo cierto es que no se puede volver a vivir lo que hemos vivido”, dice Candela refiriéndose a esa idea de representar en el cine una experiencia puramente real. Pero, ¿qué pasa si recogemos, de manera ficcionada, lo que vivimos mientras lo vivimos? Algo así ocurre en la pieza que más ficción añade a su narrativa, “Si vamos 28, volvemos 28”. En ella, acompañando a una clase de 2º de bachillerato en su viaje de fin de curso, asistimos al nacimiento de amores, a las gamberradas nocturnas en habitaciones compartidas, a los diferentes grupos que conforman los microorganismo de una clase… Es tan pura y real que sorprende que esté realizada con personas sin casi experiencia ante las cámaras. También es casi milagroso que todos acaben conformando su identidad propia como personajes. Hay en ella esa mezcla justa de manipulación y experiencia viva del momento para conseguirlo.

Nota 7: La cámara en mano se mueve con absoluta libertad por las acciones, en muchos momentos improvisadas, dando un aire de absoluta imperfección técnica. Esto, que ocurre en todas las piezas, revelando constantemente el aparato cinematográfico, en vez de rebajar el nivel de la obra, no hace sino añadir más significado a esa etapa tan dubitativa que representa. Un proceso de construcción personal que se refleja en la construcción fílmica y que se pone de manifiesto en los último minutos de esa excursión “guionizada”, donde los protagonistas debaten sobre lo que hemos presenciado y dábamos por verídico. Y lo hacen, como en la pieza “Solo somos”, viendo proyectada la ficción.

En este último acercamiento a la juventud, Trueba desfila constantemente entre la recreación y lo real. Pregunta a los protagonistas cómo creen que deberían ser los adolescentes en las películas, cómo deberían rodarse estas, qué deberían contar… Sus conclusiones, tan estimulantes y nutritivas, como en ocasiones inmaduras, ponen de manifiesto uno de los fines últimos de la obra: el aprendizaje individual, a través del aprendizaje colectivo, partiendo del aprendizaje de los medios artísticos.

Quien lo impide, de Jonas Trueba

 

Jonás Trueba y Quién lo impide: vivir tres veces más 

Última nota. Así podemos recuperar la parte referencial del cine de Jonás Trueba. Un cine de constante aprendizaje y depuración de las formas artísticas que venera. Si el cine francés estaba presente desde el título de su primer cortometraje Cero en conciencia (2000), referencia a la clásica Cero en conducta (Jean Vigo, 1933), pasando por la atmósfera rohmeriana de obras como Los exiliados románticos (2015) o La virgen de agosto (2019), en Quién lo impide está más que presente Jean Rouch, y en concreto su amplia mirada sociológica junto a Edgar Morin en Crónica de un verano (1961). Como ocurre en algunas de las piezas de la tetralogía de Trueba, los protagonistas del documental de Rouch observan proyectadas, en su tercio final, las imágenes que hasta el momento hemos visto los espectadores, debatiendo así sobre el fin y la mirada que estas pueden tener. Sin duda, una potente reflexión sobre la vinculación del individuo con la imagen que, además, Trueba alimenta con otro concepto que ya verbalizó en Los ilusos: “Desde que existe el cine, las personas vivimos tres veces más”. En este caso, manifestándose no tanto en aquello que no vivimos y solo el cine nos permite vivir, sino en lo vivido que podemos revivir gracias al cine. Algo así como regresar a la adolescencia viviendo y celebrando la creación cinematográfica con la libertad que en ella se tiene.


Quién lo impide. Una experiencia de cine inmersivo con jóvenes adolescentes (España, 2018)

Puesta en situación: Jonás Trueba / Producción:  Jonás Trueba, Lorena Tudela, Javier Lafuente (Los Ilusos Films) / Fotografía/Operadores de cámara: Jonás Trueba, Santiago Racaj, Daniel Ocanto, Guillermo Rodríguez, Manel Aguado Coll, Fernando Melero, Lorena Tudela,  / Edición: Marta Velasco / Reparto: Candela Recio, Pablo Hoyos, Silvio Aguilar, Pablo Gavira, Claudia Navarro, Natalia Huarte, Itsaso Arana, Francesco Carril, Pedro Lozano, Marta Casado, Ricardo García, María Herrador, Rony-Michelle Pinzaru, Pedro Lozano, María Herrador, Claudia Rosset, Víctor Perales, Renata Pico.

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