QUIÉN LO IMPIDE
Piedras filosofales y quimeras reduccionistas
Obviando la polémica ocurrida en el pasado Festival de San Sebastián sobre que el premio a la mejor interpretación de reparto recayera en varios “no actores” que se limitaban a ponerse en escena a sí mismos. Sobre si se trata de un amplio reparto de secundarios o de verdaderos protagonistas. Obviando si una película cuyo material principal ya ha sido estrenado en salas y exhibido al público en internet podía competir justamente con aquellas que no lo habían hecho. Obviando cualquier controversia, contradicción y sorpresa, la nueva película de Jonás Trueba, Quién lo impide (2021), es sin circunstancia alguna una buena película.
A lo largo de casi cuatro horas, asistimos como invitados a la adolescencia de un grupo de jóvenes, desde el instituto hasta la universidad, desde el tímido primer amor hasta la militancia política. Así, asomados a su mundo, con un pie apoyado en el documental y otro en la ficción, nos vamos de excursión y de fiesta, conocemos gente y escuchamos el futuro que hoy es presente. Como quien no quiere la cosa, transmite el fervor de la esperanza y el desasosiego, de la visión femenina y masculina del mundo, de la naturaleza humana en su sentido más puro.
Sin embargo, la piedra filosofal del film se halla en su génesis. Jonás se plantea la creación de Quién lo impide desde un “cine inmersivo”, donde el espectador comparta su tiempo con la película y recuerde así que él también lo ha vivido. Una inmersión que surge ya desde la creación, introduciendo sin complejos la narrativa de una cámara en una realidad predispuesta, poniendo en escena situaciones de ficción sin mayor dirección que un par de indicaciones temáticas, unas líneas de diálogo que se zambullen en la improvisación. ¿Dónde empiezan, terminan o progresan los personajes de la novela? ¿Cuándo se pronuncian bajo su propia voz? Quizás, en esta vez, este no sea el quid de la cuestión.
Pero si bien el artificio de ficción excita el pensamiento y lo dispara hacia el cuestionamiento interno de nuestros propios relatos, la mecanicidad documental pesa más de la cuenta. Repetidas entrevistas a numerosos chavales rozan la superficie de la precariedad laboral, la salud mental, el bullying, la irresponsabilidad social y política… Un compendio de verborreas estériles, característica inherente a todas las juventudes, que si bien perfilan un contexto social, se olvidan al pasar los minutos. Un manifiesto que lejos de ser el quimérico retrato de la juventud, se encalla al escoger la misma mirada étnica, política y urbana alineada con el idealismo intrínseco de Jonás.
La juventud actual está tan fraccionada, aletargada y embrutecida como el resto de España. Un viejo rumor apasionado por mirar de cara al sol se hace eco entre los chavales, pero esto Quién lo impide lo obvia. Si bien, la ilusión fundamentada en el amor, en los fragmentos de “ficción”, consigue ahondar en el imaginario y el recuerdo, aquella que se apoya en la consigna política, lo “documental”, desgasta por su unidireccionalidad.
Se conforma de este modo una película verdaderamente apasionante en su planteamiento pero débil por reduccionista en sus conclusiones. Ni los testimonios directos durante la pandemia, razón exclusiva del reestreno, que invitan ya tarde a la reflexión más objetiva, voltean el carente pluralismo de la cinta. Quizás esta sea la juventud de Jonás, pero nunca la que vivirá todo el mundo.
Quién lo impide (España, 2021)
Dirección: Jonás Trueba / Guion: Jonás Trueba / Producción: Los Ilusos Films / Música:Rafael Berrio, Alberto González, Andrei Mazga, Pablo Gavira / Fotografía: Jonás Trueba / Reparto: Candela Recio,Pablo Hoyos, Silvio Aguilar, Pablo Gavira, Claudia Navarro, Marta Casado, Rony-Michelle Pinzaru, Javier Sánchez.
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