CRÍTICA VIRAL (II): QUIBI
Quibi: Fast food audiovisual
El pasado abril se lanzó una nueva plataforma para hacer frente a Netflix, HBO, Disney+, Amazon Prime, Movistar+, Filmin, etc., con la característica diferencial de estar pensada exclusivamente para dispositivos móviles. Quibi, que así se llama, es el fast food del audiovisual. Un producto para consumir en el momento, de manera rápida, y casi siempre súper adictivo. Series y programas con capítulos de menos de 10 minutos en los que todo está medido para dar la información máxima en el tiempo mínimo, con la consecuente pérdida de credibilidad narrativa, aunque siempre hay un gancho final que te hace pinchar en el siguiente episodio.
Su peculiar modo de reproducción, destinado solo a móviles y tabletas, añade la curiosidad de poder visualizar su contenido tanto en horizontal como en vertical, volteando la pantalla del dispositivo. Al girar la pantalla y ponerla en vertical, normalmente el encuadre se centra en el personaje y perdemos todo el contexto de su situación. No es que se haya rodado dos veces, una para cada formato, ni nada parecido. El reencuadre es simplemente un recorte digital. Un zoom que convierte los planos medios y primeros planos, y los primeros planos en planos detalle o primerísimos primeros planos con la cara del personaje ocupando toda la pantalla. Si hay alguna acción en segundo plano o estamos en una conversación entre dos personas, lo que en horizontal es una sola toma se convierte en un plano/contraplano intercalando los dos personajes (o acciones) a base de montaje. En contadas ocasiones se utiliza la pantalla partida, como al final del primer episodio de Flipped, ante la imposibilidad de mostrar las reacciones de sus dos protagonistas al mismo tiempo de la manera convencional.
Es absurdo que Quibi no tenga desde un principio aplicación de Android TV, web a la que acceder desde un ordenador o posibilidad alguna de verse en un televisor, cuando su contenido tiene los mismos niveles de producción y de calidad técnica que cualquier otra serie destinada al formato doméstico. La apuesta diferencial de Quibi es que la plataforma está orientada a dispositivos móviles, de acuerdo, pero debería demostrarlo ofreciendo contenido que ponga en valor esta característica, no forzando al espectador a consumirla de esa manera porque sí. De momento, es algo que no está cumpliendo. Veremos si con propuestas como After Dark (producida por Steven Spielberg), que solo podrá reproducirse tras el anochecer, van cambiando esta dinámica. Desde su lanzamiento, Quibi parece limitar su público objetivo a gente que va en transporte público o que tiene que pasar tiempo en una sala de espera, y recordemos que su lanzamiento coincide con una pandemia mundial que obliga a la gente a permanecer en casa. No tiene mucho sentido, y ya hay noticias de que esto va a cambiar en un futuro cercano.
Pero tanto After Dark como otras prometedoras propuestas (Que incluyen los nombres de Guillermo del Toro y Steven Soderbergh, entre otros) no tienen fecha de estreno prevista, así que vamos a centrarnos en lo que ofrece a día de hoy el servicio (15 días gratuitos). Nos hemos focalizado en la ficción, a priori bastante más interesante que los programas, documentales y realities, y estas son todas (TODAS) las series que ofrece la plataforma en sus primeras semanas:
Flipped, de Ryan Case
Producida por Funny or Die y protagonizada por Will Forte y Kaitlin Olson, la primera apuesta cómica de Quibi (el resto vendrían una semana más tarde) es esta sitcom sobre una estrafalaria pareja que decide probar suerte en el negocio de los realities de reformas caseras. Forte despliega sus ya reconocidas dotes para el humor (SNL, MacGruber, El último hombre en la Tierra, Extra Ordinario…) en un papel hecho a su medida y bien secundado por Olson, aunque el nivel de los gags deja bastante que desear. El fuerte de Flipped está en su argumento de comedia de enredo, sobre todo tras la aparición del personaje de Arturo Castro y su banda criminal, y en las consecuencias inverosímiles que genera. Engancha por su estructura de dejar un cliffhanger al final de cada capítulo, pero tardas lo mismo en verla que en olvidarla.
Most Dangerous Game, de Phil Abraham
Dodge Taynes tiene una enfermedad terminal, una deuda millonaria y le interpreta Liam Hemsworth. Para que luego te quejes de que todo lo malo te pasa a ti. Desesperado, acude a la llamada de un acaudalado empresario (Christoph Waltz, que seguramente rodó su papel en una tarde) que le propone la solución a los problemas económicos de su familia: Una cacería mortal. Dodge será la presa y 5 ricachones intentarán acabar con su vida durante 24 horas. Cada hora que sobreviva, su familia recibirá una cantidad de dinero que irá creciendo exponencialmente. El libreto se basa libremente en el relato corto de 1924 The Most Dangerous Game (también conocido como Los sabuesos de Zaroff), de Richard Connell, así como en evoluciones y derivados más recientes del estilo de la saga de La purga: La noche de las bestias (2013-Actualidad), 31 (Rob Zombie, 2016), Noche de bodas (Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, 2019) o La caza (Craig Zobel, 2019).
La duración total de Most Dangerous Game es de dos horas, pero no es una película dividida en 15 partes, sino 15 capítulos con su trama y su desenlace. Y esto supone dos cosas, aparentemente contrarias: La trama avanza demasiado rápido, con un desarrollo de personajes atropellado, sin profundidad… Y al mismo tiempo, aun siendo un thriller de acción, tenemos que esperar 7 capítulos (la mitad de la serie) para tener algo de movimiento, y del cutre. Las escenas de acción parecen sacadas de un espectáculo de marionetas del Retiro, y tampoco es que mejoren en lo que resta de serie, sino todo lo contrario. Cada vez se vuelve todo más absurdo y sin sentido. De lo más flojo de la plataforma.
50 States of Fright, de Sam Raimi
Sam Raimi produce esta recopilación de terroríficas leyendas urbanas de los diferentes estados estadounidenses. Divididos en 2 o 3 capítulos (esto quiere decir entre 20 y 30 minutos por historia), los 5 primeros estados ya han sido presentados y conforman la mejor antología «televisiva» de terror de los últimos años, superando a los reboots de Creepshow (Greg Nicotero, 2019) y Twilight Zone (Jordan Peele y Simon Kinberg, 2019), y a las películas mensuales que produce Blumhouse para HBO en su ciclo Into the Dark. Su naturaleza de cortometrajes (aunque estén divididos en varios capítulos) le sienta bastante mejor al formato Quibi que las temporadas de 10 ó 15 episodios, proporcionando historias cortas que no requieren subtramas ni mucha profundidad narrativa.
De las primeras leyendas ya presentadas, destacan dos: La primera sería El brazo de oro (Michigan), dirigida por el propio Sam Raimi y guionizada junto a su hermano Ted Raimi, en la que la fábula del Rey Midas se transforma en un relato gótico de fantasmas. El tercer acto es una gozada, recordándonos al mejor Raimi de Posesión Infernal (1980) con sus vuelos de cámara acelerados y su macabro e imaginativo uso de los elementos cotidianos para asustar al espectador. El segundo corto que sobresale es Grey Cloud Island (Minnesota), de Brian Netto y Adam Schindler, una montaña rusa de folk-horror y sectas paganas que no deja un respiro.
Survive, de Mark Pellington
Tras un lastimero primer episodio que nos presenta, de manera bastante frívola, a Jane (Sophie Turner), una enferma mental con tendencias suicidas, llega el girito irónico y moralista: Jane, que supuestamente no tiene ganas de vivir, tendrá que luchar por su supervivencia tras un accidente de avión junto a un pasajero llamado Paul (Corey Hawkins). A partir del tercer episodio, Survive (adaptación del libro de Alex Morel) se convierte en una especie de El último superviviente de Bear Grylls exagerado al extremo con cgi de mercadillo. No logra encontrar el tono entre el drama, el suspense, el thriller… En definitiva, totalmente prescindible, aunque Turner defiende su papel con solvencia.
Dummy, de Cody Heller
Serie de humor hecha a la medida de Anna Kendrick, que interpreta a una joven que percibe a la muñeca sexual de su pareja como un ente real con personalidad propia. La premisa (que nace de la experiencia de su creadora, Cody Heller, tras descubrir que su novio Dan Harmon, creador a su vez de Rick y Morty, poseía una sex doll) junta inteligentemente la aparente inocencia y buenrrollismo, de los que siempre hace gala Kendrick, con una muñeca malhablada, soez y gamberra que haría buena pareja con el peluche Ted (2012), de Seth McFarlane. Definitivamente para adultos, Dummy apareció en la segunda tanda de estrenos para hacerse con el trono de la comedia de Quibi de inmediato. Tiene además la particularidad de que la mayoría de sus planos contienen más información en formato vertical que en horizontal, siendo la serie de ficción que quizá aproveche mejor las características de la plataforma en ese sentido.
When The Streetlights Go On, de Chris Hutton y Eddie O’Keefe
En el primer episodio toma la apariencia de un thriller adolescente nostálgico, pero el asesinato de un profesor y una estudiante, del instituto de la pequeña localidad de Calfax, no es más que el McGuffin para relatar el paso a la vida adulta de los jóvenes del pueblo. Amores y desamores, inseguridades, primeras veces, rebeldía… Un coming of age de manual, a veces es tan tópico que puede parecer una parodia, pero realmente es mucho menos exagerado e irreal que la mayoría de series de instituto de la última década. Bebe mucho de Riverdale (Roberto Aguirre-Sacasa, 2017-Actualidad) y similares, y es sin duda la serie que tiene mayor potencial para atraer público joven y convertirse en el primer éxito de la plataforma. Papeles anecdóticos para Mark Duplass y Queen Latifa.
The Stranger, de Veena Sud
13 episodios de menos de 10 minutos, cada uno comprimiendo el equivalente a una hora desde las 7 de la tarde a las 7 de la mañana, para relatar la noche de terror de Clare (Maika Monroe), una conductora de Orbit (Uber) que descubre que su pasajero (Dane DeHaan) es un asesino psicópata que la perseguirá sin descanso. Por su estructura temporal, se asemeja más a un largometraje dividido en varias partes que a un serial, y se puede ver del tirón como tal.
El psychokiller creado por Veena Sud, guionista y directora, se ve bastante influido por el autoestopista que interpretaba Rutger Hauer en Carretera al infierno (Robert Harmon, 1986), aunque DeHaan le sabe dar un puntito más maníaco y demente. Un trabajo que contrasta para bien con la desesperación de Maika Monroe, abonada al cine de género desde que en 2014 maravillara en It Follows (David Robert Mitchell), un filme de huida continua con el que también se pueden encontrar paralelismos. Entre The Stranger y 50 states of Fright, está claro que el terror es lo que mejor está funcionando en Quibi por el momento.
Agua Donkeys, de MP Cunningham
MP Cunningham y Jer Jackson convierten su corto homónimo de 2018 en una breve serie de menos de una hora en la que el humor absurdo y la incomodidad son protagonistas. MP y Jer son dos empleados de una empresa de limpieza de piscinas con un objetivo amoroso en común, y harán lo que puedan por conseguir a la chica. Pero siempre desde una amistad fraternal e inocente entre ellos.
Básicamente, es como si los Dos tontos muy tontos (Hermanos Farrelly, 1994) de Jim Carrey y Jeff Daniels estuvieran dirigidos bajo los patrones del cine de Jim Hosking o Quentin Dupieux. Funny or Die vuelve a estar en la producción, al igual que en Flipped, y junto a Quibi buscan su Napoleon Dynamite (Jared Hess, 2004), su reclamo de culto que pueda atraer audiencia desde la transgresión del poshumor. Y no es un mal intento.
Reno 911!, de Robert Ben Garant, Kerri Kenney, Thomas Lennon
En la última incorporación a su catálogo, Quibi rescata la serie Reno 911!, cancelada en 2009, y lo hace recuperando a todo su equipo artístico y manteniendo sus señas de identidad. Inédita en España, la comedia de Comedy Central obtuvo cierta relevancia en Estados Unidos parodiando al popular programa documental Cops, germen de lo que aquí terminó siendo Policías en acción. Reno 911! vuelve para recuperar el trono de serie humorística policíaca que ahora ostenta la magistral Brooklyn Nine-Nine (Daniel J. Goor y Michael Schur, 2013-Actualidad), y lo hace siendo fiel a su estilo de sketches incisivos, la mayoría de las veces sin conexión narrativa entre ellos, a medio camino entre la chorrada y el humor inteligente. Aunque la mayor parte del tiempo, tiende más hacia lo primero, emulando a otra gran serie cómica de capítulos cortos como fue Eagleheart (Michael Koman y Andrew Weinberg, 2011-2014). Y bien que hace.