PROMESAS DEL ESTE
La sofisticación y la finura de trazo
El cine de David Cronenberg ha ido reformulándose, reinventándose y evolucionando en sus concepciones y puntos de vista inéditos. ¿Qué hay del cineasta de, por ejemplo, Videodrome (1983) en Maps to The Stars (2014)?. Aunque a priori los dos filmes no tienen ningún punto de comparación, es trascendente mostrar que entre casi toda su filmografía existen conexiones y puntos en común que tejen una gran telaraña temática que lo atrapa todo. Lo que en su día comenzó como un cine que servía de medio para investigar su propio mundo interior con sus temores y sus experiencias vitales, hoy se desarrolla en un abanico ecléctico que abarca desde las transformaciones físicas y mentales de La mosca (1986) e Inseparables (1988) o las atmósferas insanas de la alineación mental de Spider (2002) o sexual de Crash (2006) y Un método peligroso (2011). Y, ¿qué pasa con Promesas del este (Eastern Promises, 2007)?
El cine de David Cronenberg se ha alimentado de temores existenciales y sociológicos. Se ha nutrido de los miedos más físicos y viscerales provocados por el comportamiento del ser humano y se ha solidificado en terrenos que perciben, corrigen y estudian el instinto como arma de supervivencia. Dentro de estos parámetros tan diferentes como paralelos, se ha anclado su larga filmografía y ha nacido, entre otras, Promesas del este. Un filme que funciona bajo las premisas del género noir más clásico, con sus asuntos sobre la mafia, traiciones y pactos familiares de por medio. Se ha reservado para estas líneas la temática más manida (en el buen y mal sentido) de Cronenberg a lo largo de las últimas décadas: la violencia. Más visceral y surrealista en los 80s y 90s, más estilizada de los 2000s hacia adelante. Promesas del este forma junto a su predecesora Una historia de violencia (2005) un díptico en clave temática que perfectamente podrían estar protagonizados por el mismo personaje. De hecho, los dos personajes -ambos encarnados por el mismo actor, Viggo Mortensen– comparten aspectos y comportamientos, sobre todo a la hora de despojarse de sus encorsetados límites, uno por ser un ejemplar padre de familia, otro por ser, a priori, un simple chófer y recadero de la mafia rusa.
La historia se centra principalmente en Anna (Naomi Watts) y en el personaje interpretado por Mortensen. Anna trabaja como matrona en un hospital donde una noche una chica de 14 años da a luz a una niña, falleciendo en el parto. Junto a ella la chica lleva consigo un diario donde explica su día a día bajo el yugo de la mafia rusa, sus abusos y sus violaciones. Los dos protagonistas cruzarán sus destinos para esclarecer lo ocurrido a la joven fallecida y el porvenir de su hija recién nacida. Son muchos los aspectos en Promesas del este que funcionan. Desde la aparentemente sencilla pero sólida dirección de David Cronenberg (como, por ejemplo, el manejo del ritmo en la escena de la lucha en la sauna, desde que entran vestidos hasta que uno de los personajes sale sangrando) pasando por la construcción del guion de Steven Knight (la escena en la que Mortensen recibe por primera vez el diario, dentro de una hamburguesería) adentrando al espectador en las calles y rincones más sórdidos de un Londres que rememoran al de Frenesí (1972) de Hitchcock.
Con Promesass del Este se construye una nueva fórmula y reivindicación del género noir en la que Cronenberg recicla los tonos y depura su estilo hasta dejar la violencia y las evoluciones de los personajes en un conjunto de escenas clave. Es inolvidable la pelea de la sauna en parte gracias al manejo del ritmo, el montaje y sobre todo la desgarrada coreografía e interpretación de Mortensen. Sin embargo, donde realmente se estiliza y demuestra un uso sencillo pero acertado de su dispositivo formal es la escena donde el rey de la mafia rusa en Londres, el personaje que interpreta Armin Mueller-Stahl, se reúne con otro de los cabecillas. La sutil manera con la que el realizador canadiense ejecuta su puesta en escena con un honesto juego de planos cortos y alturas de cámara sobre una simple escalera (ofreciendo posiciones jerárquicas y morales) demuestra una madurez estilística de las que ha hecho acopio hasta quizá, explotarla, en el buen sentido de la definición, en este título ya trascendental en su obra. La violencia está latente, y se ejecuta de forma primaria e instintiva para resolver asuntos que no resolvieron las palabras, o para sacar de en medio cualquier obstáculo que no sacó el diálogo. Así funciona esta película, primero genera expectativas, después las dialoga y finalmente las explota en un ejercicio de violencia estilizada y casi domesticada, que con un simple gesto de una mano con una navaja se soluciona separando las nociones de instinto y buena voluntad de su principal protagonista.
Al igual que hizo James Gray en otro díptico temático y formal con La noche es nuestra (2007) y La otra cara del crimen (2000) sobre las interacciones familiares, búsquedas de identidad y relaciones con la mafia, David Cronenberg impulsa su cinematografía hacia la madurez estilística con Una historia de violenciay, muy especialmente, Promesas del Este donde condensa, hasta ahora, la sofisticación y la finura de trazo recolectada durante años mediante diferentes pero similares títulos.
Promesas del Este (Eastern Promises, 2007)
Dirección: David Cronenberg / Producción: Co-production Reino Unido-Estados Unidos-Canadá; BBC Films, Astral Media, Corus Entertainment, Téléfilm Canada, Kudos Productions, Serendipity Point Films, Scion Films, Shine Pictures (Distribuidora: Focus Features) / Guion: Christopher Nolan/ Música: Howard Shore / Fotografía: Peter Suschitzky / Reparto: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller-Stahl, Sinead Cusack, Donald Sumpter, Jerzy Skolimowski, Josef Altin, Mina E. Mina, Aleksandar Mikic
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