PREDATOR
Mirando al pasado con nostalgia y sin criterio

1987 fue un año importante para el cine de los 80 en general y en particular para el género de acción. Dicho año coincidieron dos títulos que cambiarían la manera de entender el género y la industria del blockbuster: Arma letal y Depredador. La primera de ellas, protagonizada por la pareja formada por Mel Gibson y Danny Glover y dirigida por Richard Donner, elevó casi a la categoría de género a las buddy movies, películas de parejas de policías cuyos orígenes podrían remontarse al serial televisivo Starsky y Hutch o Límite 48 horas de Walter Hill. La diferencia con estas, que fue exacerbándose a medida que se iban produciendo las secuelas, se basaba en que la acción y las explosiones eran una excusa para introducir un elemento cómico y distanciador, donde la relación entre ambos protagonistas y sus diferencias de actitud y comportamiento acercaban al género a los acerados diálogos de la screwball comedy. Por su parte, Depredador, dirigida por John McTiernan, fusionaba el terror de la saga Alien con la hiperbolización de las macho movies protagonizadas por Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger durante los 80. Y además del productor Joel Silver, ambos títulos tenían un elemento común, Shane Black, guionista de la primera e intérprete en la segunda. Un guionista que se convirtió, antes de la llegada de Joe Eszterhas, en el mejor pagado de la historia del cine y que continúo su reformulación del género de acción en títulos tan interesantes (pero incomprendidos en su época) como El último boy scout (1991,Tony Scott) o El último gran héroe (1993, John McTiernan).
Casi dos décadas después, Shane Black, adorado por una legión de nostálgicos de una supuesta “década prodigiosa”, resurgió como director y actor de un título que reunía de nuevo la buddy movie con el neo-noir, Kiss Kiss, Bang Bang (2005), a la que siguió su polémica aportación al universo Marvel, Iron Man 3 (2013), donde sus constantes temáticas acercaban más a la secuela al universo de Riggs y Murtaugh -protagonistas de Arma Letal– que a los títulos precedentes de Jon Favreau. Pero volvamos a Depredador, una cinta repleta de problemas en su producción pero cuyo resultado final acabó de consagrar a Schwarzenegger como la gran estrella de acción de una generación y descubrió al gran público a un excelente director de acción que luego entregaría títulos tan fundacionales como Jungla de cristal (1988) o la anteriormente mencionada El último gran héroe. El éxito de la propuesta se fundamentaba en la mirada cínica e incluso paródica del subgénero de las macho movies, llevado al paroxismo, tanto en la presentación del grupo de mercenarios protagonistas de la función -ese plano de los bíceps de Schwarzenegger y Carl Weathers- como en un primer acto que en tan solo veinte minutos dejaba a la altura del betún las orgías de explosiones o muertes de Rambo (1985) o Commando (1985). Inmediatamente después, la cinta pasaba del género de acción al de ciencia ficción y terror, con una criatura que cercenaba uno por uno a unos macho men que, a pesar de su hipervitaminado armamento, nada podían hacer contra él. Únicamente abrazando el primitivismo, el héroe podía resurgir de sus cenizas y vencer a una de las bestias iconográficamente más potentes del género, con permiso del Alien de H.R. Giger. La certera dirección de McTiernan y su acertado equilibrio entre suspense y set pieces de acción hicieron el resto. Depredador se convirtió en uno de los títulos fundamentales de la historia del cine de acción y ciencia ficción, convirtiendo a la criatura en icono inmortal para una generación de espectadores.

Sin embargo, la secuela, estrenada tres años después -esta vez sin Schwarzenegger y McTiernan, sustituidos por Danny Glover y Stephen Hopkins respectivamente- no consiguió acertar y provocar el impacto del original. Quizá la fórmula de Joel Silver se había agotado -como posteriormente se pudo ver en los consecutivos fracasos de trabajos como El último boy scout o El último gran héroe– pero en honor a la verdad, la secuela de Hopkins, un director muy inferior a McTiernan, no dejaba de ser una serie b cuasi-exploitation que fusilaba sin pudor el tebeo aparecido en 1989 por Dark Horse Comics -guionizado por Mark Verheiden y dibujado por Chris Warner- donde la acción se trasladaba de las junglas sudamericanas a la jungla de metal de un Los Ángeles futurista, premonitorio de las revueltas que ocurrirían en el mundo real dos años más tarde de su estreno y que también bebía sin pudor del Robocop (1987) de Paul Verhoeven. El resultado, una obra menor pero muy disfrutable para fans del género y de la criatura.
Posteriormente, el Depredador durmió el sueño de los justos durante toda la década de los 90, al contrario que en el mundo del cómic, cuya presencia no ha dejado de notarse tanto en tebeos centrados en su propio micro-universo como en sus innumerables cruces con personajes del universo compartido con los Aliens y también con otros personajes del mundo de cómic, tan estimables e interesantes como sus miniseries junto a Batman o tan bizarros como el reciente Archie contra Depredador. Pero en el cine, Depredador no consiguió mantenerse y reinventarse como su compañera Alien. Flaco favor le hizo, tanto a este como al xenomorfo las dos películas que unían a ambas especies, al igual que el intento producido por Robert Rodríguez, Predators (Nimrod Antal, 2010), un mero duplicado sin chispa ni fuerza del original. El anuncio de que Shane Black estaba preparando una nueva película de la saga, que obviaría estos últimos títulos y continuaría aquello desarrollado hasta Depredador 2 parecía que podía traer de vuelta y con honores los resultados del filme original. Nada más lejos de la realidad.

Predator de Shane Black, desde ese inicio que replica sin rubor el clímax de la cinta de McTiernan es una oda a un pasado al que no se puede regresar. En su primer y mejor acto, Black pretende aunar los dos tipos de producciones más influyentes y exitosas de los años 80: las de Joel Silver y las de Amblin, la factoría de Steven Spielberg. Así, tenemos de nuevo un ecléctico grupo de mercenarios cuyo carisma y personalidad son una sombra forzada de los excelentes arquetipos del filme de McTiernan junto a un entorno suburbano con casas unifamiliares donde el centro de atención es un niño autista ,convertido en coprotagonista de la función, elemento ya probado y con mejores resultados en la anteriormente mencionada tercera parte de Iron Man. También hacen acto de presencia el típico y tópico grupo paramilitar científico que pretende aprovechar a las criaturas para sus mezquinos fines militares y de poder, trazando una línea con la denostada y reivindicable cinta de Hokpins. El único elemento original, el background de los Depredadores, quizás su mayor error (compartido con su saga hermana, Alien): la obsesión por crear una mitología de un universo y unos seres cuya fuerza reside en el misterio y la sencillez como demostraron los primeros títulos de ambas franquicias.
A esto hay que sumarle un exceso de personajes, tramas y subtramas que acaban por colapsar a partir del segundo acto, sumado a un metraje tan extenso como desaprovechado y una dirección mecánica que no consigue transmitir ni la tensión ni la atmósfera asfixiante y opresiva de McTiernan o al menos alcanzar la puesta en escena, tan videoclipera y efectista como entrañable, de Stephen Hopkins. El resultado, una cinta prescindible que pretende reinventar la pólvora y retrotraerse al cine de tres décadas atrás. Un ejercicio tan fútil como si John Carpenter hubiera replicado la forma, el estilo y el tono de El enigma de otro mundo (1951) de Christian Nyby en su película de 1982. Con su ejercicio de exhumación del pasado, lo único que consigue Shane Black en Predator es desenterrar un cadáver polvoriento al que debía habérsele permitido descansar el sueño de los justos.

Predator (The Predator, EEUU, 2018)
Dirección: Shane Black / Guion: Fred Dekker y Shane Black / Producción: John Davis y Laurence Gordon / Música: Henry Jackman / Fotografía: Larry Fong / Montaje: Harry B. Miller III / Diseño de producción: Martin Whist / Reparto: Boyd Holbrook, Trevante Rhodes, Jacob Tremblay, keegan-Michael Kay, Olivia Munn, Sterling K. Brown, Thomas Jane, Alfie Allen, Augusto Aguilera