PLANTA PERMANENTE
Luchar sin clase
El edificio de Obras Públicas donde hace años trabajan Lila y Marcela, protagonistas de Planta permanente (Ezequiel Radusky, Argentina, 2019), es un vasto cúmulo de habitaciones distintas entre sí (como distintos son los empleados que lo habitan): desde el cuidado despacho de la irritante jefa hasta los sótanos semiderruidos a los que están abocados los proletarios. Mediante la puesta en escena Radusky pone en evidencia cuáles serán los contextos desde los que han de luchar por sus intereses los distintos personajes del filme. Además, también le servirán para acompañar varios puntos de la narración: los angostos pasillos de la sala de cuentas son perfectos para el complot y los actos de dudosa legalidad, igual que el laberinto de pasillos ayuda a mostrar la angustia de Lila cuando siente su negocio traicionado.
Dichas traiciones son el hilo vertebral de la trama de Planta permanente. El director propone mostrar las miserias a las que está abocado el proletariado cuando sus miembros se enfrentan entre sí. La llegada de una nueva directora del edificio, que hace y deshace a capricho, rompiendo con facilidad las promesas que un momento antes hubo realizado, no consigue que los empleados se unan, sino que provoca una división mayor entre ellos (en concreto entre las dos protagonistas). Es por esto que el conflicto es, para el espectador, forzado en algunas ocasiones. Da la sensación de que la eterna disputa entre los personajes principales puede resolverse mucho antes, porque lo que lo mueve es un rencor infundado: cada vez que parece haber un acercamiento entre ellas el veneno que guardan les impide reconciliarse. Y la pregunta surge. ¿Es necesario este trazo tan grueso para que la historia tenga la carga moral que se pretende?
La respuesta es que no. Si el espectador tiene la amabilidad de la que carecen Lila y Marcela y deja pasar lo comentado anteriormente, es posible acercarse a la película por su mensaje que, con cierta efectividad, sigue estando ahí. Confiar en los que mandan porque llegan cargados de promesas y, cuando las rompen, seguir confiando, te aboca al fracaso y al enfrentamiento entre los de tu propia clase. Es imposible que los obreros ganen si no se unen entre ellos, parece querer decir Ezequiel Radusky. Y ese es el rayo de esperanza que en la última escena de la película parece brillar.
Quizás Planta permanente pueda servir como ejemplo de lo que no ha de hacerse.
Planta Permanente (Argentina, 2021)
Dirección: Ezequiel Radusky/ Guion: Ezequiel Radusky, Diego Lerman/ Fotografía: Lucio Bonelli / Reparto: Liliana Juarez, Rosario Bléfari, Verónica Perrota, Sol Lugo, Vera Nina Suárez