PLAN 9 DEL ESPACIO EXTERIOR
Gritos desde el espacio exterior
Dentro de cada ser humano existe un grito silencioso. Ese grito expresa sus emociones, sus frustraciones, sus sentimientos más profundos. Algunos deciden gritar en alto, para que todos lo oigan, quizás enmascarados bajo formas metafóricas. Y de ellos unos pocos, por hacerlo de forma única, son reverenciados por el resto. Son los llamados artistas. Aunque si tan solo la singularidad valiera esa etiqueta, a alguien como Ed Wood le vendría impuesta. Eterno soberano del anticine, sus diálogos absurdos y redundantes, su exasperante estiramiento de los tiempos dramáticos, su torpeza técnica y el abuso arbitrario de ciertos clichés del terror son rasgos claramente identificativos de su obra, que con el tiempo ha llegado a convertirse en memorable dentro de los circuitos de los amantes de lo bizarro.
Sobre Ed Wood resulta fascinante el contraste que existe entre su completa falta de talento para hacer cine y las desproporcionadas expectativas que él mismo ponía en sus películas. Si vemos cómo trata en Glen or Glenda (1953) el travestismo y la transexualidad, parece considerarse motor de un cambio social, tratando de abrir los ojos a los Estados Unidos de los años 50 a una realidad que prefieren ignorar. En La novia del monstruo (1955), el villano interpretado por Bela Lugosi, un científico loco obsesionado con las mutaciones provocadas por la energía nuclear, sirve a Wood para alertar del peligro de esta en plena Guerra Fría. En general toda su obra desprende la intención de hablar de “grandes temas” que, por falta de presupuesto, talento, o ambas cosas unidas, acaban cayendo en el ridículo más hilarante.
Es el caso de Plan 9 del espacio exterior (1959), sin duda el título más recordado por esto mismo. Platillos volantes sobrevuelan las principales ciudades de la tierra. ¿Su plan? Alzar un ejército de muertos vivientes que diezme a la humanidad antes de que esta desarrolle un arma capaz de destruir el universo. ¿Ridículo o genial? Que cada uno juzgue, aunque su falta de sutileza resulta evidente. El desarrollo tecnológico descontrolado que conduce al desastre, otro “gran tema” sepultado bajo una montaña de fallos técnicos que devienen en situaciones ridículas acentuadas por la grandilocuencia del tono, lo cual dificulta tomarse en serio lo que se está viendo. Sin embargo, para comprender la lógica tras esta aberración tan particular hay que profundizar un poco más allá de la narración y la incompetencia audiovisual de Ed Wood. Para ello revisemos con brevedad algunos nombres del reparto. Tenemos a Jeron Criswell King, conocido como The Amazing Criswell, adivino estadounidense popular por sus predicciones tan específicas como improbables y, finalmente, erradas. Maila Nurmi, famosa por presentar programas televisivos de terror caracterizada como su alter ego Vampira. Tor Johnson, luchador de lucha libre que ocasionalmente interpretaba papeles que encajaban con su complexión en producciones de bajo presupuesto. Y Béla Lugosi, que después de casi 30 años y una adicción a la morfina entre medias, volvía a caracterizarse como su personaje más célebre, el Drácula de 1931, independientemente de si esto tenía sentido o no.
Sobre esos nombres se cimentan las peculiaridades más absurdas de la película, y es que en conjunto lucen como una troupe variopinta de monstruos de feria. Pero esto, aparte de suscitar alguna risotada cruel, es lo que aporta la verdadera dimensión humana de la película. Hace casi un año, el personaje interpretado por Jacki Weaver expresaba en The Disaster Artist (James Franco, 2017) las razones para participar en un rodaje tan desastroso como el de The Room (Tommy Wiseau, 2003). Decía que era actriz, y que para ella el peor día de rodaje era mejor que estar en cualquier otro lugar. No podemos saber hasta qué punto la persona real tras su personaje, Carolyn Minnott, se sentiría identificada con esas palabras, ni si Tor Johnson, Maila Nurmi o Béla Lugosi lo harían, pero es un buen punto de partida para reflexionar sobre los seres humanos que se encuentran tras la producción de una película y sobre qué es lo que les mueve.
La muerte de Béla Lugosi, 3 años antes del rodaje de Plan 9 del espacio exterior, debió de afectar mucho a Ed Wood.Tanto como para introducir en el metraje a su amigo fallecido a través de viejas filmaciones, complementadas con escenas rodadas con un doble cuyo nulo parecido con el actor húngaro le obligaba a cubrirse el rostro con su capa. Ver a Béla Lugosi surgir de entre los árboles, luciendo como el Drácula más clásico en una película de extraterrestres, en unas imágenes completamente descontextualizadas y, pese a ello, con una sonrisa en los labios provoca casi inevitablemente sentimientos de ternura y compasión. Porque los sueños y los fracasos forman una parte inseparable de la experiencia humana, y puede que por ello películas como esta no sean olvidadas: nos recuerdan nuestra imperfección.
Hacia el final el extraterrestre Eros revela la verdad, que sus medidas drásticas se debían a la negativa de la humanidad a reconocer su existencia. Tan solo quería advertir a la Tierra de los peligros de, en su constante progreso, avanzar en la dirección equivocada, y es su negativa a escuchar lo que le obliga a llevar a cabo acciones desesperadas. De esa desesperación se siente empapada Plan 9 del espacio exterior. En una escena de pretendida tensión dramática, la tragedia se revela al comprender que es el propio Ed Wood, a través del Amor y acompañado por otros soñadores fracasados como él, quien exclama su grito más profundo. “¡Existimos!”, parecen gritar al unísono. “¡No nos olvidéis!”, exclaman desde las profundidades del espacio exterior.
Plan 9 del espacio exterior (Plan 9 from Outer Space, EEUU, 1959)
Dirección: Edward D. Wood Jr. / Guion: Edward D. Wood Jr. / Producción: Edward D. Wood Jr. y Reynolds Pictures / Música: Gordon Zahler / Fotografía: William C. Thompson / Montaje: Edward D. Wood Jr. / Diseño de producción: Willard Kirkham / Reparto: Bela Lugosi, Maila Nurmi, Lyle Talbot, Gregory Walcott, Johnny Duncan, Mona McKinnon, Tom Keene, Ed Wood, Duke Moore, Carl Anthony, Tor Johnson