PINOCHO (2019)
Una fábula inanimada
El cine italiano ha destacado históricamente por su minuciosa atención al humanismo con el que ha sabido construir una filmografía capaz de enamorar a los espectadores de todo el mundo con sus historias universales y moralistas. Ya en plena etapa neorrealista, Vittorio de Sica colaboró con su inseparable guionista Cesare Zavattini para regalarnos la esperanzadora Milagro en Milan (1951). Años más tarde, Giuseppe Tornatore volvió a situar la cinematografía nacional en lo más alto con su encantadora Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988), y su testigo lo cogió una década más tarde La vida es bella (1997), la obra del multifacético Roberto Benigni. Sin embargo, Italia busca dar un nuevo golpe sobre la mesa, y aunque de momento todo apunta a que la responsabilidad podría recaer en manos de Lazzaro feliz (2018) de Alice Rohrwacher, los italianos intentan dar con la tecla exacta para, de una vez por todas, sacarse la espina de poder adaptar la historia de una de las figuras más queridas de su literatura infantil pero también universal. El Pinocho (Pinocchio, 2019) de Matteo Garrone nace de esa necesidad compulsiva.
En 2002, Benigni presentaba su adaptación millonaria en imagen real del emblemático cuento con el que el escritor Carlo Collodi relataba las precarias y desafortunadas aventuras de aquella marioneta de madera a quien recordamos afablemente por ver cómo le crecía la nariz cada vez que de su boca salía alguna mentirijilla. Pues bien, parece que el actor y director italiano no tiene suerte a la hora de intimar con Pinocho, puesto que de nuevo, y esta vez a las órdenes de Matteo Garrone, la enésima proyección cinematográfica del relato no acaba de convencer. Tras su paso por la Berlinale, Pinocho se aventura a ser estrenada en las salas comerciales con la intención de recuperar la fábula moralista de superación en estos tiempos de pandemia en los que los cines apuestan por grandes nombres que puedan salvar la industria cinematográfica. Sin embargo, esa ecuación que los distribuidores buscan resolver gracias a la propuesta que plantea la pareja Benigni-Garrone resulta ser lamentablemente fallida.
A Benigni se le recuerda principalmente por el ya mencionado film La vida es bella, el multipremiado drama emotivo ambientado en los crematorios nazis en el que ejercía de padre sobreprotector de un joven al que hace creer que la guerra no es más que un juego. En Pinocho repite rol, esta vez encarnando al carpintero Geppetto: a priori, un papel perfecto al mito construido en torno a su encantadora y tierna figura consagrada; a posteriori, una actuación desaprovechada por la escasa y precoz aparición que le concede Garrone, no sacando partido suficiente a las dotes cómico-dramáticas del actor toscano. Se nos roba incluso el momento más mágico de la historia, ese en el que Pinocho cobra vida y Geppetto recupera la ilusión perdida de ser padre. La relación paterno-filial inicial carece de pasión, de sentimiento, y en consecuencia, su reencuentro final tampoco consigue emocionarnos, ni siquiera apoyándose en la música. Y es que, la película respira la voluntad de ceñirse lo más posible al texto original del Collodi, pero en el intento, peca de no saber traducir las palabras en imágenes, negando al artificio cinematográfico su expresividad autosuficiente.
Hablar de Garrone es sin duda recordar su cruda intromisión en la mafia napolitana que realizó en Gomorra (2008), esa obra que dejó muda a gran parte de la crítica y que se ganó la admiración de la cinefilia internacional. Las dosis de energía que se respiraba en la nerviosa y brusca adaptación de la novela escrita por Roberto Saviano, sin embargo, no se aprecian en su propuesta semi-animada sobre la marioneta de madera. En Pinocho, Garrone se pierde a la hora de compaginar la Italia rural, sucia y decadente del siglo XIX con la del mundo fantasioso que rodea al joven protagonista. El Grillo, el Zorro, el Gato… los personajes tan llamativos del cuento original aparecen esperpentizados, desagradables, y su caracterización semi-humana deja mucho que desear.
En su intento de crear un universo fantástico —ya lo había hecho en la malograda El cuento de los cuentos (2015)—, Garrone aparta esa esencia realista y violenta que adoptó en Dogman (2018) para volver a desinflarse en el intento, y es muy posible que su película quede completamente relegada por la recreación en live-action que Disney ya prepara. Y es que, de la misma manera que ha hecho estos últimos años con El rey león (Jon Favreau, 2019), Dumbo (Tim Burton, 2019) o Mulán (Niki Caro, 2020), la compañia estadounidense pretende recuperar la homónima —y tan exitosa— película animada de 1940.
Pinocho (Pinocchio. Italia, 2019)
Dirección: Matteo Garrone / Guion: Matteo Garrone, Massimo Ceccherini (adaptación del cuento de Carlo Collodi) / Producción: Matteo Garrone, Jean Labadie, Anne-Laure Labadie, Jeremy Thomas, Paolo Del Brocco / Fotografía: Nicolai Brüel / Música: Dario Marianelli / Reparto: Federico Ielapi, Roberto Benigni, Gigi Proietti, Rocco Papaleo, Massimo Ceccherini, Marine Vacth, Paolo Graziosi, Marcello Fonte, Teco Celio, Davide Marotta, Gianfranco Gallo, Massimiliano Gallo, Alida Baldari Calabria, Maurizio Lombardi, Alessio Di Domenicantonio, Nino Scardina, Maria Pia Timo, Enzo Vetrano
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