PARÁSITOS
Esperanza sin optimismo u optimistas sin esperanza
Dice Terry Eagleton en su ensayo Esperanza sin optimismo (Taurus, 2016) que, “cuando más necesaria es la verdadera esperanza es cuando la situación es más extrema y reviste una gravedad que el optimismo se suele resistir a reconocer”. Algo así ocurre con la familia pobre protagonista de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), cuyos miembros se muestran siempre esperanzados pero sin atisbo de optimismo, conscientes de la realidad social que les ha tocado vivir, observada desde el semisótano en el que habitan. El director surcoreano contrapone dos ecosistemas familiares opuestos pero complementarios (el de una familia de baja extracción social y otra de clase alta, si bien ambas se necesitan para existir), que establecen una aparentemente pacífica relación de simbiosis que enmascara, sin embargo, un plan de campaña minuciosamente trazado por parte de la de inferiores recursos.
En la línea de la magnífica El sirviente (Joseph Losey, 1963), la familia emergida de aquella covacha comienza una escalada de ascenso y dominación tanto de los integrantes como del espacio habitado por la familia rica, echando mano de toda clase de recursos a su alcance en un conjunto de situaciones delirantes y teñidas de un sutil humor surrealista, en una trama que presenta la compleja articulación de una obra buñuelesca pero con un dibujo de personajes desprovistos del cinismo y perversidad del film de Losey.
La precariedad es mostrada en Parásitos a través de la falta de trabajo de todos los integrantes de la familia de escasos medios, con la particularidad de una progenie que ha tenido acceso a una educación pero que debe enfrentarse a candidatos graduados para puestos no cualificados -el título es lo que importa-. Aquí la necesidad no viene tanto marcada por la falta de un plato de comida a diario en la mesa, sino por la ausencia de dinero para el acceso a otras utilidades más contemporáneas, como una línea de internet a la que los protagonistas acceden aprovechando las débiles redes wifi que parasitan.
Bong Joon-ho actualiza el concepto de lucha de clases a través de la infiltración soterrada de la clase proletaria en una casa burguesa, ocupando los diferentes puestos de trabajo que las fuerzas no productivas (representadas por la familia rica) necesitan sean ocupadas por los que producen el trabajo. Son, paradójicamente, explotados que han sido excluidos del sistema capitalista de producción y que responden acechando a los explotadores de aquel sistema, en busca de sustento.
La contraposición de espacios arquitectónicos cobra especial relevancia en el film, mediante la oposición del abarrotado semisótano a pie de calle (metáfora de las clases inferiores) frente al concepto de confort que representa el recorrido horizontal y diáfano de la casa burguesa, el cual entra en contradicción a su vez con el piso oculto bajo tierra de la misma (consecuencia de la neurosis por una nueva guerra con la vecina Corea del Norte), y que deviene en el film en símbolo de la presencia de las clases explotadas ocultas en el inconsciente de los explotadores. Son numerosos también los planos en los que los miembros del clan pobre aparecen subiendo y bajando escaleras, como imagen ascensional de su estrato social y descendiente a su vez de vuelta al mismo, especialmente en la secuencia del largo recorrido durante la tormenta que provoca la inundación de aguas fecales, podredumbre que se oculta a su vez en las cloacas pero que asoma a la superficie cuando aumenta el nivel del agua, poniendo de relieve una realidad invisibilizada.
El realizador surcoreano aborda en todo momento en esta ácida sátira social la cuestión de los límites que sitúan a cada clase social en su respectivo lugar, en la que ricos y pobres coinciden en un mismo espacio pero nunca se mezclan ni confunden (sirva de muestra el hilarante incidente del joven chófer en el que, supuestamente, traspasa su asiento de conductor para practicar sexo en el que habitualmente ocupa su jefe), con alusiones olfativas incluidas como marca de pertenencia de clase -el rancio olor de los trabajadores que viajan en metro-; límites que, a la postre, fungirán de detonante en la escena final de la fiesta.
La conclusión de Parásitos no puede ser más pesimista respecto a la pugna entre clases: lo único que le queda a los parias de la sociedad es la esperanza de un futuro imaginado, donde se les permite acceder a los sueños que solo el 1% de la población consigue hacer realidad. Pero sin optimismo en conseguirlo. U optimistas sin esperanza.
Parásitos (Parasite, Corea del Sur, 2019)
Dirección: Bong Joon-ho / Guion: Kim Dae-hwan, Bong Joon-ho, Jin Won Han / Producción: Barunson / CJ Entertainment / Frontier Works Comic / CJ E&M Film Financing & Investment Entertainment & Comics/ Montaje: Jinmo Yang/ Música: Jaeil Jung/ Fotografía: Kyung-Pyo Hong / Reparto: Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-yeong, Choi Woo-sik, Park So-dam.
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