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PÁJAROS DE VERANO


La memoria del viento

Pájaros de verano - Revista Mutaciones

El viento sopla con fuerza en el desierto del norte colombiano, y una joven danza arropada con una tela color rojo que la cubre de la cabeza a los pies. Las ráfagas de aire cálido se cuelan entre los pliegues de su atuendo y su figura se resiste a la embestida que viaja por este paisaje al que la hermosa Zaida (Natalia Reyes) llama hogar. Un joven de nombre Rapayet (José Acosta) se une al baile, y el ritmo de una música tradicional acompaña esta secuencia de inicio que rememora la delicada y soberbia empatía que ostentaba El abrazo de la serpiente (2015), la celebrada anterior película de Ciro Guerra. Esta vez, el riodorense comparte las riendas de la dirección con su habitual productora Cristina Gallego para crear Pájaros de verano, una historia en la cual el realismo mágico se contamina con vientos extranjeros y el cine de gángsters se instala como género protagonista.

Para pagar la dote que le permitirá casarse con Zaida, Rapayet encontrará la oportunidad de vender marihuana a jóvenes estadounidenses, y así descubrirá el potencial del negocio que dará paso a la bonanza marimbera ocurrida entre los años 70 y 80, que de paso cimentó la historia del narcotráfico en Colombia. Es así como el cruce de géneros actúa como espejo de una historia que demuestra, tal como en la anterior película de la dupla Guerra-Gallego, que el encuentro entre dos mundos heterogéneos como estos sólo puede tener como resultado la destrucción.


Pájaros de verano - Revista Mutaciones

Una tragedia que se demuestra en 5 cantos, a lo largo de los cuales la cultura wayúu deja de bailar, y se cubre el rostro con telas para llorar a sus tantos muertos, en un grito ahogado de impotencia y malas elecciones rodeadas de infortunio. Una transformación dolorosa, en la cual los atuendos coloridos al viento se convierten en armas que disparan al cielo; los cantos y danzas en disputas y traiciones; los sueños reveladores de sabiduría pasan a ser gritos ahogados bajo la luz de la luna, y las ráfagas de viento sanador quedan silenciadas por la construcción de una casa nueva para el clan, un monumento al dinero y a la tragedia de una familia que ha perdido el norte.

Para una cultura en la cual las tradiciones se transmiten oralmente, la pérdida de la voz significará ese momento trágico de irreconciliable desamparo, cuando la palabra queda huérfana de palabrero. Sin embargo, esa voz exiliada encontrará refugio en un hombre desconocido, gracias al cual esta historia vive en el tiempo. Así, Pájaros de verano imprime su huella en la memoria, y esculpe una piedra Rosetta cinematográfica de la árida Guajira, hogar del pueblo wayúu, y de personajes que son vivos testimonios de una cultura milenaria, gracias a los cuales un lenguaje – el wayuunaiki – y un folklore viajan por los ojos de miles de espectadores extranjeros. De esta forma, entrega el testimonio a un público que podrá atesorarlo en su memoria, para luego actuar como palabrero contándoselo a otro y así, mantenerlo vivo.

Pájaros de verano - Revista Mutaciones


Pájaros de verano (Colombia, Dinamarca, México, 2018)

Dirección: Cristina Gallego y Ciro Guerra / Guión: María Camila Arias y Jacques Toulemonde Vidal / Producción: Cristina Gallego y Katrin Pors para Blond Indian Films, Bord Cadre Films, Ciudad Lunar Producciones, Films Boutique, Pimienta Films y Snowglobe Films / Música: Leonardo Heiblum / Fotografía: David Gallego / Montaje: Miguel Schverdfinger / Diseño de producción: Angélica Perea / Reparto: Carmiña Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greider Meza, José Vicente, Juan Bautista Martínez, Miguel Viera

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