ORO BLANCO
La ley del silencio
Es cuanto menos curioso que coincidan en la cartelera española dos cintas islandesas de puntos tan concordantes como Oro blanco (Grímur Hákonarson, 2019) y Un blanco, blanco día (Hlynur Palmason, 2019). Ya no solo hablamos de la aparición del color de la pureza en su título, si no también de las formas fílmicas, estéticas e incluso de puntos de partida argumentales. Mientras en la película de Palmason la salida de un coche de la carretera desencadena el descubrimiento sentimental de un engaño amoroso, en la de Hákonarson hace lo mismo desvelando las profundidades e injusticias de una comunidad amedrentada por las amenazas socio-económicas de un monopolio adulterado y dominante.
Aunque de primeras pueda sonar que una juega más sus papeles al conflicto individual y la otra al colectivo, la realidad es que ambas parten de una relación matrimonial adulta cuyos secretos son puestos al descubierto con la muerte accidental (o no) de una de esas partes. La desesperación vital del que queda, sumado a los secretos no esperados, generan la ira del individuo y la afectación de toda la comunidad que les rodea. En Un blanco, blanco día estas indagaciones psicológicas se materializan de forma más violenta y carnal, mientras que en Oro blanco acaban apuntando hacia un duelo empañado por las injusticias políticas y reivindicativas. En cualquier caso, son relatos sobre la búsqueda de la libertad y el perdón del alma que encuentran, en sus formas comunes, una manera de seguir mirando al futuro.
Carretera al absimo / Carretera a la esperanza
Para ello, ambos cineastas contemplan Islandia y sus comunidades rurales con la calma y paciencia que estas ofrecen. Una vida de rutinas y costumbres que parecen detener el tiempo entre la naturaleza virgen de su paisaje y los fríos ambientes meteorológicos que le acompañan. Estos, que de algún modo también acaban conformando las relaciones sociales y las actitudes personales, tienen su captación cinematográfica en los planos estáticos, largos y abiertos, incorporando por igual al ser humano, los animales y la naturaleza en el escenario que presentan. Ello facilita la observación al detalle de sus personajes, sus preocupaciones silenciosas y sus miradas punzantes.
Hákonarson ya jugó a ello en su anterior y más laureada película, Rams (El valle de los carneros) (2015) -ganadora de Un Certain Regard en Cannes y de la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid-, donde dos hermanos peleados debían unirse para salvar a su rebaño de carneros abocado al sacrificio. Esas preocupaciones humanas, tan frías en apariencias fílmicas como emotivas en sus reflexiones, encontraron un mayor equilibrio en aquella cinta que en Oro blanco. Los problemas ganaderos, los ambientes rurales grises y nevados, la distancia humana de los hogares, todo ello juega un papel parecido en ambos e interesantes filmes. El problema es que, en esta ocasión, Hákonarson cae en ciertos esquematismos que hacen de sus personajes y decisiones algo mucho más transparente y, por lo tanto, también menos complejo y emocionante.
Entre muchos otros lugares comunes de la narración, Oro blanco echa mano de ciertos discursos directos de los personajes (a través del uso de Facebook o de la televisión) y de elementos musicales extradiegéticos algo discordantes con la pulcritud de su apuesta visual. Un desequilibrio entre las formas escénicas asépticas y los recursos sonoros menos sutiles que no consiguen armonizar ni sus emociones, ni tampoco los distintos géneros fílmicos a los que la película intenta jugar (especialmente el drama social y el thriller conspiranoico). Esto tiene su mayor exponente en una escena final donde el texto sonoro de la canción que se escucha, y que el personaje canta, lanza a explicar toda la reflexión que ya de por sí deja clara la imagen: un paisaje y una carretera antes gris y abismal, que ahora resplandece con la primavera y la esperanza.
Una mirada la de Oro blanco, quizá demasiado complaciente, que nos permite reconocer con mayor claridad tanto los aciertos que la propia cinta tiene, como también los que Rams y Un blanco, blanco día materializaban con firmeza y confianza: ese abrazo desnudo entre hermanos o esa mirada hacia el fantasma del pasado que no necesitaban de nada más que del silencio para resultar profundos y seductoramente cautivadores.
Oro blanco (The County (Héraðið), Islandia, Dinamarca, Francia y Alemania, 2019)
Dirección: Grímur Hákonarson / Guion: Grímur Hákonarson / Producción: Coproducción Islandia-Dinamarca-Francia-Alemania; Netop Films, Haut et Court, ONE TWO Films, Profile Pictures/ Fotografía: Mart Taniel/ Música: Valgeir Sigurðsson / Reparto: Arndís Hrönn Egilsdóttir, Sigurdur Sigurjónsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Hannes Óli Ágústsson, Hinrik Ólafsson, Edda Björg Eyjólfsdóttir