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OKJA


Totoro al matadero

Una empresa investiga y experimenta con distintos productos creados para satisfacer las demandas de la población. Selecciona los 26 que mejor le han salido y los reparte por el mundo, a ver cómo se desarrollan según la zona y las distintas técnicas de crianza, para luego aplicar el proceso de producción más eficiente al resto. Perfectamente podríamos estar hablando de Netflix y de su política monopolizadora de difusión de series, pero no. Lo hacemos precisamente de uno de sus productos, Okja, creado, eso sí, con total libertad por parte de su director Bong Joon-ho. Un alegato animalista que convirtió los pitos a su productora en Cannes en aplausos al finalizar la proyección.

Al director surcoreano se le ha comparado en varias ocasiones con Steven Spielberg, y él ha respondido con una versión ecológista de E.T., el extraterrestre (1982). Que por descontado esconde mucho más aparte del supuesto homenaje. La entrañable relación entra Mija (Seo-Hyun Ahn) y Okja no puede evitar compararse con la que mantenían las hermanas Kusakabe con Totoro en Mi vecino Totoro (Hayao Miyazaki, 1988). Convivencia entre el ser humano, el animal y la naturaleza que se ve interrumpida por una gran multinacional cuyos miembros se muestran despiadados, avariciosos o, directamente, ineptos hasta convertirse en parodia. El grupo contrario, el Frente de Liberación Animal, comparte parte de estos defectos a pesar de sus buenas intenciones. Sus miembros llegan a ser tan codiciosos como el enemigo, y su lema de “no violencia” alcanza límites tan grotescos que parecen pertenecer a otro famoso Frente: «El Escuadrón Suicida del Frente del Pueblo Judaico». En ese sentido es curioso como el personaje de Paul Dano, el líder del comando del FLA, utiliza la violencia como señal de dominación cuando uno de los miembros no cumple las normas. Dano, además, con su interpretación contenida y confiada, le gana su particular pulso al otro actor de renombre del reparto, Jake Gyllenhall, exageradamente sobreactuado e histriónico.


Aunque hablemos de momentos cómicos y de una relación de amistad fraternal entre una niña y su animal de compañía, no hay que pasar por alto que la parte final de Okja contiene momentos de extrema crudeza. El matadero es presentado de una manera bastante más suave que la macabra realidad de estos lugares, pero aun así produce un rechazo y una impotencia indescriptibles. El mensaje contra la industria cárnica y sus métodos de producción es más que evidente, pero no se puede decir que sea exagerado o malicioso. Incluso omitiendo algunas de las prácticas más bestias de estos centros, el matadero parece (con toda intención) un campo de concentración nazi.

Con su sexto largometraje Bong Joon-ho sigue indagando a favor de la ecología (como en The Host, 2006) y contra el sistema capitalista (Snowpiercer, 2013), introduciéndose un poquito más en la industria americana sin renunciar a su libertad, su particular sentido del humor y a sus conclusiones ambiguamente amargas con un puntito de esperanza. La misma esperanza que tenemos por ver pronto su próximo proyecto, Parasite, que le reunirá con su actor fetiche, Song Kang-ho (Memories of murder, The Host, Snowpiercer).

Fran Chico


OKJA

(ESTADOS UNIDOS, COREA DEL SUR, 2017)

Dirección: Bong Joon-ho / Guion: Bong Joon-ho, Jon Ronson / Producción: Bong Joon-ho, Dooho Choi, Dede Gardner, Lewis Taewan Kim, Jeremy Kleiner, Ted Sarandos, Woo-sik Seo / Fotografía: Darius Khondji / Montaje: Meeyeon Han, Yang Jinmo / Diseño de producción: Lee Ha Jun, Kevin Thompson / Reparto: Ahn Seo Hyun, Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal, Paul Dano, Devon Bostick, Lily Collins, Steven Yeun, Byun Hee-bong, Shirley Henderson, Daniel Henshall, Je Moon, Choi Woo-sik

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