NOVOS CINEMAS SECCIÓN OFICIAL
De viajes, leyendas, tradiciones y una montaña
La sexta edición del Festival Internacional de Cine de Pontevedra Novos Cinemas, que se celebró entre el 14 y el 19 de diciembre en la ciudad gallega, contó con la participación en su sección oficial a competición de nueve interesantes títulos que invitaban a reflexionar sobre la relación entre la naturaleza y el hombre, la pervivencia de mitos y leyendas y su reinterpretación, y cuestiones femeninas como la maternidad o la sexualidad reprimida. No menos interesante, la selección ‘Latexos’ ofreció cuatro títulos de jóvenes cineastas de varias nacionalidades a los que, sin duda, habrá que seguir en sus trabajos futuros. La cineasta María Pérez Sanz (Karen, 2020) fue la protagonista del foco de la edición, de quien se pudieron ver, además de su largometraje sobre la escritora Isak Dinesen y el anterior Malpartida Fluxus Village (2015), sus primeros cortometrajes y sus incursiones en el mundo del videoclip musical.
De entre los títulos proyectados, el Jurado Internacional de esta edición eligió Eles transportan a morte, de Helena Girón y Samuel M. Delgado, como el Mejor Largometraje de la Sección Oficial, que destacó por ser “un filme que esculpe a través de su materialidad sensible y agreste una fantasmagoría que nos infecta y nos asombra. Ese asombro es hermoso y necesario, ya que es trabajado a través de la reivindicación de una posición revisionista de un pasado colonialista glorificado, en un presente en peligro de glorificarlo nuevamente. Por la justicia y dignidad de una cámara que filma cuerpos como si fueran paisajes”. Por su parte, el Jurado de Latexos destacó la cinta 918 Gau, de Arantza Santesteban, “por la manera que tiene la directora de contar un conflicto político desde lo íntimo, haciéndolo de forma arriesgada, coherente y con concisión cinematográfica; por el uso que realiza de su propio cuerpo y el de otras mujeres, por su visión refrescante del material de archivo y del cine de diario”.
La memoria de la historia, del relato, oral o escrito, real o inventado, y la leyenda son los temas que abordan Helena Girón y Samuel M. Delgado en Eles transportan a morte. Tres náufragos vagan por una isla desierta a punto de estallar confundidos con parajes de roca, tierra y vegetación. En otro lugar, dos mujeres van a encontrarse con una tercera por un paisaje igualmente amenazador. Y, de repente, como si la erupción volcánica de la isla hubiera conectado misteriosamente dos espacios alejados y abierto una vía de comunicación entre ambos mundos, los hombres y las mujeres parecen empezar a dialogar entre fogonazos que iluminan sus rostros de espectros en la noche. El film, que se vuelve más experimental a medida que avanza para mostrar las fuerzas telúricas que rigen el mundo y el tiempo, imagina otra historia posible sin recurrir a épica alguna ni voluntad de trascendencia. Simple supervivencia y humana fragilidad. La memoria, esa desconocida que nos abandona con el correr de los años, representada en la frase que repite la anciana hasta tres veces durante el relato: “No me acuerdo”.
El primer largometraje de ficción de los directores Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis vuelve a trabajar sobre la premisa de los cuentos populares y la transmisión de la tradición oral. La historia de Re Granchio se desarrolla en dos tiempos y dos lugares: el pueblo campesino de Vejano (Italia) y una isla remota de Tierra del Fuego (Argentina) en cuyo lago se esconde un tesoro. Las historias que cuentan hoy los cazadores se entrelazan con el relato de Luciano, que recuerda su vida pasada y rememora la leyenda del cangrejo. Un tesoro etrusco escondido bajo el agua y el lodo traza el camino que une dos puntos geográficos y dos instantes cerrando de forma circular el cuento, o quizás, el sueño. Una cuidada y preciosista fotografía sirve de vehículo para traspasar las puertas de un castillo en el que la tradición y la reivindicación de la vida campesina tienen un peso importante.
La triestina Laura Samani sitúa el viaje de Piccolo Corpo en la Italia de 1900. Cuando el bebé de Agata nace muerto y condenado, por tanto, al limbo, la joven se dirige a un lugar en las montañas donde podrá revivir el pequeño cuerpo el tiempo justo para el bautizo y la salvación de su alma. “Tendrás otros hijos”, afirman las mujeres. Un film sobre la pérdida y la superación que plantea una mirada diferente sobre la maternidad, demasiadas veces contemplada como algo natural, necesario e indoloro para la mujer que, sin embargo, se retrata aquí como un proceso punzante y transformador. Las mujeres, asumiendo un espacio cada vez mayor en la creación y la construcción del imaginario femenino, se hacen dueñas de su relato. El rugido constante del viendo y de las olas subrayan el dolor, pero también la decisión de la protagonista de una fábula naturalista llena de misterio que se erige en relato atemporal.
La mujer también es el centro del primer largometraje de la directora de origen costarricense y sueco Nathalie Álvarez Mesén, Clara Sola. Se dice que Clara tiene una conexión especial con Dios, cuando lo que en realidad posee es una especial sensibilidad hacia la naturaleza y los seres vivos que habitan la selva. Prisionera de un mundo rural de creencias arcaicas y castradoras y constantemente vigilada por la talla de la virgen que preside el falso altar en el que su madre se lucra a su costa, su sexualidad reprimida estallará en un desenlace liberador, cuando todo se derrumba con un fuerte temblor de la tierra. El rostro de la mujer, interpretada por la bailarina Wendy Chinchilla Araya, llena la pantalla en unos primeros planos de enorme expresividad. Una película cargada de magia y simbolismo que merece, sin duda, un largo recorrido, y una directora con una mirada llena de sensibilidad.
Según una antigua costumbre de la Macaronesia, los hijos varones del difunto deben entregar parte del ganado a quien este haya designado para honrar al padre muerto. Han de cumplirse, además, tres reglas: el camino se debe realizar andando, el ganado debe ser macho y todas las cabezas deben llegar a salvo al destino. Sobre esta tradición construye David Pantaleón el relato de su primer largometraje, Rendir los machos, y lo hace sometiendo la puesta en escena también a tres reglas estrictas: planos frontales, centralidad y no realizar ni un solo movimiento de cámara. Así transcurre el camino emprendido por los dos hermanos por el paisaje volcánico de la isla de Fuerteventura, sin apenas diálogos entre ellos. Dos hombres y siete cabras en una película marcadamente masculina y contemplativa en la que se acaba por dudar sobre quién mira a quién. Puro surrealismo canario.
La directora asiático-estadounidense Kit Zauhar presentó su primer largometraje, Actual People, retrato de la generación milenial (o la Z, cuesta diferenciarlas) representada en la veinteañera Riley, que ella misma interpreta. Una película de marcado aroma indie que discurre entre rupturas amorosas no superadas, la incertidumbre sobre el futuro y altas cotas de soledad y trata de resolver la eterna cuestión de cómo convertirse en una persona real en medio de una sociedad que parece devorar las tentativas de desarrollo vital de los jóvenes. La lectura de un libro de la muy original artista Miranda July (directora de Cómo sobrevivir en un mundo material) en una de las secuencias más desveladoras del film parece querer establecer vínculos con el trabajo de la artista. Un primer ejercicio de interés al que, sin embargo, le falta plantear novedades de estilo que la individualicen de un cine de temática similar ya visto hace muchos años.
Y en el terreno de la animación, Absolute Denial fue la propuesta del festival. Su director, Ryan Braund, construye una cinta de ciencia ficción sencilla a base de dibujos a mano realizados en blanco y negro. Tras una primera parte que sirve de introducción en la que la voz en off del protagonista presenta su historia, que no es otra que la de un programador que se aísla del mundo para trabajar en su proyecto de inteligencia artificial, el resto del film transcurre entre las conversaciones que mantienen el hombre y la máquina, que van desvelando una desasosegante pesadilla sobre el futuro de la humanidad. Convincente y de mensaje bien afilado.
Rock Bottom Riser es la inclasificable propuesta del director Fern Silva. Una cinta experimental que ensaya con tantos registros y asociaciones de ideas que termina perdiéndose en un discurso que se vuelve difícil de seguir. Pese al poder hipnótico de algunas de sus imágenes, como los ríos de lava roja y las constelaciones estelares que, manipuladas, giran para generar nuevas galaxias, falta un hilo conductor y un destino al que llegar en un viaje hacia delante y hacia atrás por el archipiélago de Hawai. Igualmente fallida es la última propuesta de la sección oficial, Berg, de la cineasta holandesa Joke Olthaar. En su primer largometraje plantea una experiencia inmersiva en la naturaleza. La montaña, rodada en blanco y negro casi siempre en planos fijos y en formato 4:3, es la protagonista única de las imágenes que se suceden en la pantalla que no consiguen generar ninguna emoción en el espectador.
Hola. El hilo conductor de Rock Bottom Riser es Mauna Kea, la montaña de Hawai en la que se construye el telescopio y desde donde Silva toma impulso para crear los movimientos en la película. Me parece una película bastante remarcable a pesar de que a simple vista pueda parecer un videoclip muy largo (lo cual tampoco es excesivamente negativo). La forma de unir todo un imaginario milenario mediante imágenes y textos solapados en torno a movimientos fluidos es característico de un lenguaje nuevo (y posmoderno) y sería muy interesante explorar la película atendiendo a la dinámica de documentales televisivos y a un cine de autor postcolonial.