NOT A PRETTY PICTURE
La puesta en escena como reflexión política
¿Cómo será el amor?, ¿Cómo debería ser? y ¿Cómo ha sido? A estas cuestiones se enfrenta Not A Pretty Picture (1976), esta película militante y atemporal, que trata la violación desde el respeto más absoluto a las víctimas y busca la reflexión tanto dentro como fuera de la imagen. «What will love be like» (cómo será el amor) de Ginny Reddington, con un aire desenfadado y setentero, es la canción que hará de banda sonora de la película de Martha Coolidge y pondrá la pregunta encima de la mesa. Una propuesta directa y encarada que enfrenta al espectador y al equipo a ser testigos de la deconstrucción gradual que viven los actores a lo largo de esta representación activa, obligándoles a tomar partido.
El espacio ocupa un papel esencial en la cinta, se divide en dos estilos marcados. Por un lado está el espacio narrativo, formado por el internado y el coche, en el que se construye el discurso de un modo tradicional. Por otro, está el espacio simbólico, donde la película se transforma al documental. Un plató abierto que se muestra teatral, habitado por una falsa pared que separa las dos zonas donde se desarrolla la acción. Este último espacio, híbrido y performático, sirve como lugar de reflexión donde la historia se para y se transforma a placer. La misma directora se introduce en la narración e interviene en el corte de las escenas, cambiando así radicalmente el tono, que pasa a ser teatral e interactivo.
Lo interesante de esta propuesta radica en la manera de mostrar la agresión. Por ejemplo Buscando al Sr. Goodbar (Richard Brooks, 1977), busca una representación de la violación llamativa y violenta mediante el efecto estroboscópico, o en Irreversible (Gaspar Noé, 2022) la violación es igualmente agresiva, enfocada en el aspecto físico, con una duración de 9 minutos en los que la cámara fija se centra en la víctima mientras esta es vejada. Sin embargo, la propuesta de Coolidge encuentra una representación diferente desde las formas en la que no solo se juzga el hecho en sí mismo, sino que va más allá del impacto visual, invita a la reflexión social que hay detrás de la agresión. Muestra una violencia incómoda que se da más por la construcción de la misma que por el acto en sí. Podría decirse que en “Not a pretty picture” la violación dura 83 minutos, siendo esta la propia duración de la película. Deja la acción fuera de campo, lo que amplifica el discurso al no reducir la violación solamente a la penetración. La puesta en escena se construye a través de cortes en la narración. La misma directora entra en el set y corta el plano, lo ensaya, lo comenta con los actores y vuelta a empezar, como un ensayo que no acaba. De esta manera, mediante el corte y la repetición, consigue construir la incomodidad además de una deconstrucción activa y una reflexión sobre la psique humana ante una agresión que no deja tregua, y observa cómo el agresor se rompe en el momento en el que deja de tener el poder.
Una película necesaria, tremendamente política tanto en el fondo como en la forma, y un gran ejercicio sociológico en el que la directora exorciza sus demonios y los de su actriz protagonista, obligándose las dos a volver al pasado y enfrentarse a su propia historia a través de la representación de la agresión. Solo que esta vez, ellas sí que serán escuchadas.
Not a pretty picture (EE.UU, 1976)
Dirección: Martha Coolidge / Guion: Martha Coolidge / Producción: Martha Coolidge, Jan Saunders / Música: Tom Griffith / Fotografía: Don Lenzer, Fred Murphy / Montaje: Martha Coolidge, Suzanne Pettit / Reparto: Michele Manenti, Jim Carrington, Anne Mundstuk, John Fedinatz, Amy Wright