NEVRLAND
Generación Z: Miedo, Techno y DMT
El debut en el largometraje del austriaco Gregor Schmidinger es toda una declaración de intenciones, una inmersión en un mundo lleno de monstruos, technazo, drogas y la nueva generación adolescente. Este es el universo NEVRLAND. Schmidinger reconstruye una atmósfera tenebrosa, llena de relaciones tortuosas que tienen como epicentro una adolescencia marcada por la pérdida de una madre. Este sentimiento vertebra la historia de un joven que se enfrenta así mismo, tanto a su pasado como a la inexistente educación que ha recibido, a través de internet y las drogas. Los créditos iniciales del film parpadean, como luces estroboscópicas, introduciendo al espectador en el ambiente del protagonista: un adolescente quebrado por la sociedad, sin un futuro prometedor y con una ansia viva de reafirmar su identidad, el nacimiento de la Generación Z.
En ocasiones, la fisicidad de un actor conduce al cineasta a construir las sensaciones de una película. El protagonista de NEVRLAND, con manchas rojas por su cuerpo, el pelo rapado y la delgadez de un modelo de pasarela noventero, representa la ansiedad de la juventud, educada sexualmente a través de la agresiva pornografía y las raves clandestinas. Schmidinger filma a Jakob de dos maneras distintas, la primera con cámara al hombro, detrás del personaje para imponer el miedo constantemente a sus espaldas. A veces la cámara canaliza las emociones del protagonista y ubica esa emoción detrás de él, siguiéndole por los suburbios de la ciudad. Tiembla, salta e incluso gatea por el suelo al sentir el pavor de los traumas que atormentan a Jakob. La segunda manera en la que posiciona la cámara Schmidinger es mediante la grabación frontal y geométrica, en el centro, símbolo de una generación y retrato, la fijación del cuerpo de Jacob como memoria latente de una sociedad, iluminado por las luces y el humo de fiestas techno clandestinas.
NEVRLAND pretende constantemente reafirmarse sobre sí misma a través de las pantallas. Los chats de sexo a los que recurre el joven para encontrar a alguien que le comprenda, poniendo en primer plano su imagen en la pantalla del ordenador, ubican al espectador en el otro lado del chat. Es el espectador quien se siente partícipe de la historia de amor, es violento, es agresivo, pero es perecedero. Y todo eso permanece en primer plano porque el sexo, atravesado por la fantasía de las redes sociales, es una poderosa arma de interacción entre los jóvenes unido a las drogas como búsqueda del alma y el interior de uno mismo (El DMT aparece en escena como encuentro entre el mundo de los vivos y los sueños).
NEVRLAND es sexo y droga canalizadas a través de Jacob que comienza una relación con el chico que acaba de conocer por internet, el arte pictórico y digital entran en acción a través de mecanismos cinematográficos. Ambos funcionan como éxtasis ritual entre los dos hombres. Las drogas producen a Jacob un viaje existencial: la cámara viaja desde el matadero de cerdos en el que trabaja hasta el museo de figuras de hombres desnudos por el que transita con su nuevo amigo. Y entre medias, la fiesta techno, un abismo entre los tres lugares que se conecta a través de la música y la mirada del director, una boca del lobo oscura que lo realiza a través de intensos travellings como motor de encuentro consigo mismo y con el propio cine.
Los múltiples planos sonoros en las imágenes experimentales, que surgen de los sueños de Jacob, son el impulso del director para mostrar el mundo sensitivo de NEVRLAND. Schmidinger compone un puzle magnético a partir de un montaje poético. Un relato donde un beso entre los dos chicos provoca un terremoto fílmico o las duchas de un vestuario se convierten en escenario de redención de la familia. La aparición de animales muertos bañados en sangre y agua fría pone en escena la confusión entre realidad, sueño y el presente cinematográfico. La solución en imágen es la representación de la posesión y los deseos imposibles tanto en el amor como en la familia desestructurada.
El recurso de representar el viaje de las drogas, unido al cruising en parajes industriales y el techno como motivo principal del film hacen de NEVRLAND una película irreverente en sus formas y con un mensaje activista que afectan al cine de hoy en día. ”¿Cómo es real si no siento nada?” pronuncia Jacob al final de la segunda mitad del film. Un debate incómodo de cómo explicitar la épica adolescente sin un refugio claro, he aquí el significado del comienzo del film con un cartel que nos indica “WARMING”, donde el director solo advierte y deja huella.
NEVRLAND (Austria , 2019)
Dirección: Gregor Schmidinger/ Guion: Gregor Schmidinger / Producción: Ulrich Gehmacher, Orbrock Film / Fotografía: Jo Molitoris / Música: Gerald Vdh / Montaje: Gerd Berner / Diseño de producción: Conrad Reinhardt / Diseño de vestuario: Christine Ludwig / Reparto: Simon Frühwirth, Paul Forman, Josef Hader