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MUG

Tierra baja

La polaca Malgorzata Szumowska ha sido, desde su debut en el ya lejano año 2000 (con la discreta Happy Man), una realizadora de discurso humanista a la vez que crítico con el fuerte tradicionalismo que impregna las estructuras mentales y sociales de su país. Su predilección por el drama intimista, con derivas esporádicas hacia el humor negro, ha resultado ser una fórmula relativamente exitosa en festivales como la Berlinale, donde es habitual entre los ganadores de cada edición. Con dos Osos de plata en la saca, a Mejor Película LGTB+ y a Mejor Directora (por Amarás al prójimo y Cuerpo, respectivamente), Szumowska volvía la edición pasada a recoger el Gran Premio del Jurado por Mug, película que verá la luz en nuestras salas a partir del 1 de febrero.

La historia de Mug es sencilla: en un recóndito pueblo del campo polonés vive Jacek (Mateusz Kosciukiewicz), un treintañero de buen ver a quien le interesan más el heavy metal y su novia que la misa que allí se celebra a diario. Un inadaptado que pronto se convertirá en el centro de todas las miradas cuando reciba el primer trasplante facial de emergencia del mundo tras un grave accidente laboral. Lo que le espera es una larga vida como auténtico fenómeno de feria en una comunidad tan religiosa como hipócrita, así como un duro camino de auto-reconocimiento personal en la cara de otro.

 Mug (Twarz)

 

Toda la carga dramática de la película se posa a hombros del discurso humanista que Szumowska edifica alrededor de la (im)posibilidad y el deber de empatizar con lo feo. La elección del apuesto Mateusz Kosciukiewicz (con quien ya trabajó en Amarás al prójimo) como el joven protagonista no hace más que enfatizar el trauma que el accidente supondrá en la vida visual de toda su familia: el Jacek raro pero carismático ha sido sustituido por una versión elefantizada de él, una faceta que desconcierta, que repele. Los mejores momentos de la película se sitúan en esta línea: el doble encuentro de los dos amantes en el puente, los momentos de intimidad con su hermana y, en clave cómica, los esperpénticos intentos de sus familiares más cercanos para recuperar al hijo perdido.

En este sentido, no es gratuito que la cinta empiece con el brutal abordaje de unas rebajas de ropa interior por parte de un grupo de polacos en paños menores. Tampoco lo es que, en numerosas ocasiones, el relato dolido pero sincero de Jacek se vea interrumpido por estampas cómicas, un tanto desligadas de la trama principal, que funcionan como crítica mordaz a la hipocresía y materialismo de las gentes del campo. La realizadora (y co-guionista junto a Michal Englert) tiene muy claro su rechazo hacia la estupidez y vacuidad emocional de una comunidad que valora más a un colosal símbolo religioso que a su prójimo. Esta voluntad crítica nos deja algunas escenas brillantes (la abuela guardando el cadáver de su marido) y ayuda a aligerar el carácter hastiado y desdeñoso del drama folk, un género por definición poco amable con la risa. Aun así, en general, la caricatura es un tanto rudimentaria y puede llegar a pisar los lugares comunes que intenta poner en duda. Al fin y al cabo, para recalcar la belleza interior del protagonista no hacía falta hacer a todo el mundo tan tonto y tan feo.

Mug, la pelicula

También en la presentación formal hay una cierta voluntad de malear la rígida imagen propia del drama rural: los bordes de cada uno de los planos aparecen sometidos a un efecto de difuminado, lo cual es una propuesta estética definitivamente nueva para un tipo de películas muy marcadas por el realismo visual. Szumowska ha expresado en numerosas ocasiones que su intención era enrarecer el mundo alrededor del protagonista, también deformado, pero el difuminado aparece como un recurso poco sutil, de entrada, así como un tanto gratuito, ya que está presente incluso antes del trasplante facial de Jacek. Puede que un trabajo estético más profundo sobre ese realismo tan común en el género hubiese sido más eficaz que un simple filtro (un tanto incómodo de ver) superpuesto indistintamente sobre las imágenes.

Aun así, la apuesta de Szumowska tiene valor. Subvertir el conservadurismo tonal y estético del drama rural no es tarea fácil. Tampoco lo es establecer un vínculo empático con una fea mueca torcida sin caer en la condescendencia o el maniqueísmo. Así que de Mug me quedo con lo bueno, que no es poco.

Mug (Twarz)


Mug (Twarz, Polonia, 2018)

Dirección: Malgorzata Szumowska / Guion: Michal Englert y Malgorzata Szumowska / Producción: Jacek Drosio, Michal Englert y Malgorzata Szumowska (para Nowhere) / Música: Adam Walicki / Fotografía: Michal Englert / Montaje:  Jacek Drosio / Diseño de producción:  Marek Zawierucha Reparto: Mateusz Kosciukiewicz, Agnieszka Podsiadlik, Malgorzata Gorol, Roman Gancarczyk, Dariusz Chojnacki, Robert Talarczyk, Anna Tomaszewska, Martyna Krzysztofik

 

 

 

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