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MISION: IMPOSIBLE – FALLOUT


La saga y el personaje

Misión: Imposible - Fallout

Pese a algunos altibajos, la saga Misión: Imposible ha tenido bastante suerte en su aventura cinematográfica. Con Tom Cruise convertido en el agente Ethan Hunt y en manos de un Brian De Palma entregado al juego de manos, el cruce de los diferentes códigos del cine de espías (de James Bond a Smiley) y un tono paranoico muy propio del director de Impacto (1981), la primera entrega, estrenada en 1996, supuso un primer peldaño modélico en su ligereza e imaginación. En el 2000, John Woo se llevo a su terreno lo construido por De Palma en una película que mezclaba la puesta al día de Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946) con las obsesiones propias del director hongkonés: tiroteos coreografiados como un baile, ralentís y rivalidades masculinas. El resultado, aún siendo tan fallido como casi todo lo que hizo Woo en su etapa americana, tiene abundantes elementos de interés. Seis años después, J. J. Abrams casi destruyó la franquicia al aplicar a la tercera parte los peores defectos de la ficción televisiva, esto es, escasa entidad del plano en favor de un montaje histérico, exceso de trama y una dependencia total al (pobre) conflicto del protagonista. A pesar del revuelo que causó la presencia de Phillip Seymour Hoffman como villano, la película dejó en el aire el regusto a final forzado.

Por suerte, Brad Bird recibió el encargo de dar el salto a la imagen real y revitalizar la franquicia (y la carrera de un Tom Cruise que ya no era la misma estrella que a finales de los 90). En 2011 Bird estrenó Misión Imposible: Protocolo fantasma, que descartaba prácticamente todo lo planteado por Abrams (por otro lado, lo mismo que este había hecho con De Palma y Woo) para recuperar el tono de juego de la primera entrega, pero dentro de unas coordenadas más propias del director de El gigante de hierro (1999). La cuarta película es una luminosa comedia coral de espionaje y acción, entregada a equilibrar el humor (la cadencia de la película es siempre la de un buen sketch, un ritmo que Bird conocía bien de su trabajo en Los Simpsons) con la construcción de una serie de secuencias de acción tan inverosímiles como ingeniosas. Y así llegamos a las dos entregas dirigidas por Christopher McQuarrie, guionista conocido por haber escrito Sospechosos habituales (Bryan Singer, 1995) y cuya carrera está muy ligada a la de Tom Cruise (le ha dirigido tres veces y ha escrito guiones protagonizados por él en seis ocasiones).


Misión: Imposible - Fallout

En Misión: Imposible – Nación secreta (2015), McQuarrie parecía no sentirse aún muy cómodo. El tono está a medio camino entre la ligereza de Bird y el dramatismo de Abrams (aunque menos impostado) y la película está estructurada a base de micro-escenas de acción que nunca acaban de resultar del todo satisfactorias y abusan demasiado del efecto digital. En su segundo intento, Misión: Imposible – Fallout, el director ha optado por un formato de set-pieces más largas, desarrolladas de forma mucho más ingeniosa y construidas, dentro de lo posible, en base al trabajo de especialistas, lo que las vuelve más físicas y, por tanto, más cercanas e intensas. Todo esto reforzado por el uso de planos abiertos, sin abusar de los juegos de montaje, para que todo se vea claramente y un nuevo compositor, Lorne Balfe, que imita con habilidad el tipo de sonido, duro y seco, del que hace gala Hans Zimmer cuando trabaja con Christoper Nolan. Si sumamos el conseguido tono paranoico, lleno de quiebros que hacen que el espectador esté constantemente cuestionando lo que ve, el resultado es una película de acción bastante notable que recoge lo mejor de la saga al tiempo que construye una personalidad propia.

La nueva película es también la primera que se cimenta en todo lo presentado en anteriores entregas, construyendo una suerte de catedral de Misión: Imposible: la paranoia de De Palma, la épica de Woo, el drama personal de Abrams y la dinámica de grupo de Bird. El film de McQuarrie abraza la herencia de la saga de forma orgánica, sin caer en el aburrido juego de referencias, construyendo un mundo que parece haber existido mucho antes de entrar en la sala. En muchos sentidos se trata de una operación similar a la que efectuó Sam Mendes con James Bond en Skyfall (2012), replanteando el icono sumergiéndolo en sus raíces para ofrecer una nueva perspectiva de él. Solo que aquí el icono no es un personaje sino la propia saga, mito pop por obra y gracia de la serie de los 60 y su electrizante sintonía compuesta por Lalo Schifrin.

Misión: Imposible - Fallout

Y eso nos lleva al único “pero” de todo el asunto. McQuarrie logra recuperar lo mejor de la saga, pero al intentar hacer lo mismo con el personaje principal para otorgarle similar entidad comete un error que, según la importancia que uno quiera darle, puede resultar irritante. Todo el conflicto de Ethan Hunt está construido alrededor de su incapacidad para asumir la pérdida, aunque sea como sacrificio por el bien colectivo. Es un planteamiento interesante y que encaja bien con su imposibilidad para mantener una relación Fallout se articula sobre la decisión de Hunt de salvar a su amigo Luther en lugar de proteger un maletín lleno de plutonio, lo que provoca una situación que rápidamente va escalando hasta el consabido peligro global. McQuarrie saca buen partido de la férrea convicción de Hunt de que puede salvarlos a todos, que ningún sacrificio es aceptable, convirtiéndolo en un constante dilema moral. Pero, según se acerca al final, todo deriva en una sonrojante canonización del personaje (o de este y su protagonista…).

El problema es que todos tenemos que sacrificar algo. El gran acierto de la reciente etapa de James Bond, la protagonizada por Daniel Craig y a la que McQuarrie parece mirar como referente, es el de poner sobre la mesa el precio que el agente secreto con licencia para matar ha de pagar por habitar la fantasía de poder masculino por antonomasia. Bond está solo, apartado del mundo y perdiendo constantemente aquello que ama. Hunt, sin embargo, es tan brillante y tan tenaz que consigue evitar cualquier sacrificio, y esto nos aleja del personaje y nos acerca a Tom Cruise y su ego gigante. Tanto Bird como De Palma evitaron este problema jugando la carta de la ligereza, conscientes del terreno fantasioso en el que se movían. Sin embargo, McQuarrie ha optado por un tono más dramático pero no ha sido del todo consecuente con él. Ethan Hunt nunca pierde. Ethan Hunt siempre gana. Eso hace que su conflicto se vuelva blando y superfluo, una exaltación casi mística de un personaje ficticio indisoluble de la estrella que lo interpreta. Intentar hacer una película de acción de tintes dramáticos con un personaje así, propio de una narración más ligera, es una contradicción en los términos, la gran mancha de una película que, en todo lo demás, resulta un espectáculo verdaderamente emocionante.

Misión: Imposible - Fallout


Misión: Imposible – Fallout (Mission: Impossible – Fallout, EEUU, 2018)

Dirección: Christopher McQuarrie Guion: Christopher McQuarrie Producción: J. J. Abrams, Tom Cruise, David Ellison, Dana Goldberg, Don Granger, Christopher McQuarrie y Jake Myers para Bad Robot, Paramount Pictures, Skydance Media y TC Productions / Música: Lorne Balfe / Fotografía: Rob Hardy / Montaje: Eddie Hamilton / Diseño de producción: Peter Wenham / Reparto: Tom Cruise, Henry Cavill, Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Sean Harris, Angela Basset, Vanessa Kirby, Michelle Monaghan, Alec Baldwin

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