Fuera de Campo

MIRACLE MILE

Tras las luces de colores

A finales de los años 70, el joven Steve de Jarnatt escribió un guion para Warner Bros. El libreto llevaba como título Miracle Mile y giraba en torno a un chico que recibe, por error, una llamada de teléfono que le avisa de que Los Ángeles está a punto de recibir el impacto de una bomba atómica. Jarnatt, como cualquier guionista joven que escribe lo que le apetece en lugar de lo que “debe”, estaba enamorado de su historia y soñaba con dirigirla él mismo. Warner Bros. también estaba interesada, lo suficiente como para plantearse convertirla en una película de gran presupuesto, pero no querían arriesgarse con un director primerizo. Así, el guion durmió durante años, convirtiéndose en uno de esos proyectos malditos que adquieren aureola de leyenda. Mientras tanto, Jarnatt consiguió dirigir su primera película, un extraño vehículo de lucimiento de Melanie Griffith llamado Cherry 3000, e invirtió 25.000 dólares de su dinero en comprarle el guion a Warner. Decidido a buscar financiación y sacar adelante la película, Jarnatt empezó a llamar a puertas, buscando un socio que quisiera embarcarse en la aventura. Cuando el guion apareció en una lista de los guiones más deseados que aún no se habían producido, Warner volvió a llamar a su puerta y le ofreció recomprarle el guion por 400.000 dólares. Solo había una condición sobre la mesa: la major quería cambiar algunos aspectos de la historia para hacer la película más comercial. La oferta, además de ser lucrativa, suponía que Jarnatt podría dirigir el filme con medios holgados y el apoyo publicitario de una gran compañía, pero, como buen enamorado, el joven optó por rechazarla. No quería cambiar la esencia de su película para poder hacerla. Finalmente consiguió involucrar a una productora pequeña que le dio libertad para sacarla adelante como quisiera a cambio de trabajar con un presupuesto modesto. Por fin, en 1989 se estrenó Miracle MIle. Su paso por la taquilla fue un sonoro fracaso y Steve de Jarnatt no volvió a dirigir un largometraje en su vida, refugiándose en la televisión para sobrevivir.  Casi tres décadas después, Miracle Mile (en España conocida como 70 minutos para morir) se ha convertido en un pequeño título de culto. Y no solo por la historia de su producción.

Los cinco primeros minutos de Miracle Mile son una oda a los 80 y a la estética de los primeros videoclips. Durante los títulos de crédito, mediante una serie de panorámicas encadenadas de colores explosivos, se nos muestra el principio del romance de Harry y Julie, los protagonistas. Él trabaja en el Museo de Historia Natural en Los Ángeles, ella es camarera en un diner de una de las zonas con más solera de la ciudad, conocida como Miracle Mile. Ambos se conocen y pasan unas horas juntos, enamorándose. Al separarse, deciden quedar esa misma noche cuando ella salga del trabajo. El tono que maneja Jarnatt durante esta parte de la película es de gran ligereza, una mousse dulce y colorida similar a otras comedias de la época como El secreto de los fantasmas, que en el fondo no eran otra cosa que una celebración del American way of life de la era Reagan, algo a lo que, aparentemente, Miracle Mile se apunta sin vergüenza. No es casual, de hecho, que la historia se desarrolle íntegramente en esa Miracle Mile de Los Angeles, uno de los emblemas de la ciudad, símbolo de los Estados Unidos más prósperos.

Pero, a partir del momento en que el joven Harry escucha la llamada de teléfono y comprende que le queda apenas una hora de vida, la historia romántica se tuerce y sutilmente Jarnatt va virando la película en otra dirección. En cuanto el protagonista se lanza a una carrera contrarreloj para encontrar a Julie y sacarla de la ciudad, la película se transforma en una suerte de ¡Jo, que noche! que deforma la bonanza de la era Reagan, pasando de lo alegre y despreocupado a lo más oscuro y terrorífico. Así, la carrera nuclear, el individualismo exacerbado y la lujuria consumista se convierten en referentes de una época de brillo y color que, en realidad, eran la máscara de una neurosis social aterradora. Es esto, obviamente, lo que Warner quería eliminar para poder llevar adelante el proyecto: lo que les fascinaba era el reaganiano punto de partida, esa idea que tan bien resumía el miedo secreto de todos a perder lo mucho conseguido. Pero la cosa iba por otro lado. La pregunta no era sobre qué sentiríamos al ver aparecer la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, sino por qué pensábamos que esa espada no estaba ya allí, sujeta solo por el fino hilo de nuestra ignorancia.


70 minutos para morir (Miracle Mile, Steve de Jarnatt, 1988)

Dirección: Steve de Jarnatt / Guion: Steve de Jarnatt / Producción: John Daly y Derek Gibson para Hemdal y Miracle Mile Productions Inc. / Montaje: Stephen Semel y Kathie Weaver / Fotografía: Theo van de Sande / Música: Paul Haslinger y Tangerine Dream / Diseño de producción: Christopher Horner / Reparto: Anthony Edwards, Mare Winningham, John Agar, Lou Hancock, Mykelti Williamson, Kelly Jo Minter, Kurt Fuller, Denise Crosby, Robert DoQui…

Un comentario en «MIRACLE MILE»

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