Videoclip

WRECKING BALL – MILEY CYRUS

Videoclip fotográfico y sexualidad del primer plano

Al fin ha llegado el día en que en esta página de crítica de cine hablamos de Miley Cyrus. Bueno, la verdad es que tampoco teníamos tantas ganas, pero si hablamos de videoclips, una de las nuevas estrellas del pop que tenía que aparecer en este Especial era ella. Lo cierto es que Cyrus y su ‘rebeldía’, además del twerking, regaló al mainstream elementos mucho más interesantes que las de sus coetáneas Taylor Swift y Katy Perry (que ahora parece estar copiándola estéticamente con algo de retraso). Todo ese cambio, más bien toda su carrera, guarda su clímax en el videoclip de Wrecking Ball (2013).

Con casi mil millones de reproducciones en Youtube, el videoclip está dirigido por Terry Richardson. Es decir, por uno de los fotógrafos más famosos de las últimas décadas. Un hombre de una estética muy particular y reconocible. Sus retratos son frontales, de fondos sencillos cuando no directamente planos; la ropa de sus modelos es o finge ser ‘casual’ (nunca pensé que utilizaría esa palabra) y la aproximación a la mayoría de sujetos es gamberra y sexual. Las apariciones de estrellas ante su cámara siempre ha explotado esa estética de sexualidad yonki y colocada, de excesos, que parece nacer de unas sesiones de posturas improvisadas y mucha naturalidad (o mucha droga).

Lo mismo se puede decir del vídeo de Miley Cyrus. La canción habla de una ruptura y una relación que, tanto literal como metafóricamente, destruye la propia protagonista. El mensaje no es nada del otro mundo, pero vemos que la apuesta del videoclip es centrarse en la metáfora de la historia, la demolición. No hay apariciones o flashback alguno de la relación romántica, solo ella destruyendo el escenario. Como en sus sets de fotos, el fondo y la ropa están muy iluminados pero son de tonos claros (blancos y grises). La cámara se sitúa siempre de manera frontal, igual que en sus fotografías, encuadrando a la protagonista en el centro. Aunque en las partes de demolición, lo que podríamos llamar la acción del videoclip que coincide con las partes más rítmicas de la música, hay más variaciones, la atención principal del fotógrafo se centra en los ojos de Miley Cyrus. Precisamente es a través de insistir en ese retrato en primer plano como se desarrolla, se expresa, la historia.

Aunque el éxito y la polémica del videoclip viniese dado a raíz de la poca ropa con la que la buena de Hannah Montana se dedica a la demolición, o a lo extravagante que es ver a una chica desnuda en una bola de demolición, lo cierto es que pocos videoclips comerciales se parecen más al desarrollo de una sesión de fotos, de un retrato en primer plano. No lo decimos como defecto sino como fuente del interés particular de este videoclip, y es que el desarrollo de la imagen del vídeo, especialmente en todos los planos en los que solo sale Miley Cyrus, forman una perfecta representación en movimiento de las imágenes fijas que Richardson lleva realizando toda su carrera. El éxtasis, la insinuación y la desnudez emocional y física ante una cámara agresiva. Todo conseguido dentro de un exitoso vídeo MTV con la misma sencillez de elementos, encuadre frontal y centrado, que en sus fotos.

Para reafirmarnos más en esta lectura, encontramos que el propio videoclip cuenta con una versión Director’s Cut en el que todo, todo, es el primer plano de los ojos de Miley Cyrus. Azules, vidriosos y lejanos, no sabemos si por su potencial como actriz, por la cantidad de marihuana que había fumado (como ella misma confesó) o por ambas cosas. Lo que sí es evidente es que el vídeo respira autoría por todas partes y, dentro de un especial que va a estar lleno de grandes nombres del cine que han pasado por el mundillo del videoclip, qué menos que reparar en uno en el que el autor absoluto es un fotógrafo. Wrecking Ball es un videoclip de enorme expresividad desde un primer plano con fondo blanco, es una fotografía de Terry Richardson que se mueve y canta.

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