MELANCOLÍA
El fin del mundo como hipérbole del dolor del alma
Melancolía (2011) arranca con un estilizado y poético prólogo -precursor de la tragedia que será sugerida en el primer bloque del filme y elemento central del segundo- que sirve como representación en movimiento de las reproducciones de obras pictóricas que aleatoriamente coloca la protagonista, Justine -protagonizada por Kirsten Dunst- como atrezzo orgánico de la mansión, espacio central de este drama entre lo cósmico y lo humano, quizá el trabajo más sutil y demoledor de Lars von Trier. Un trabajo que sorprende en su aproximación subrepticia a los abismos del dolor inasible e interno. Para ello, entrega una obra cuya fuerza no se basa en la provocación en primer plano -caso de su trabajo previo y posterior (Anticristo (2009) y el díptico conformado por Nymphomaniac Vol.1 (2013) y Nymphomaniac Vol. 2 (2014)) sino en su desolador y poético hermetismo acerca del dolor del alma en una sociedad incapaz de expresarla. Todo ello disfrazado de un big concept muy sui generis del cine de catástrofes made in USA.
Dividida en dos mitades de aparente contraste tonal y formal -potenciado por el recurso especular que conforman las dos hermanas protagonistas del relato- la película más madura y bella plásticamente del cineasta danés es un ensayo -tan crudo como poético- acerca de la fractura del alma humana y la incomunicación de nuestras interacciones sociales, ocultas tras la fastuosidad de los rituales vacuos y superficiales. No es de extrañar por tanto que el centro sobre el que gire la obra en su primer bloque sea una fastuosa boda donde la puesta en escena -brusca, iluminada representando un vídeo de boda doméstico, aparentemente banal- sirva de refuerzo visual de su denuncia implícita. Justine -la novia desdichada que oculta su dolor indefinible tras una máscara de felicidad impostada- vive un vía crucis interno mientras encadena conversaciones y situaciones vacías de contenido. Todo ello representado a partir de una paleta de colores cálidos y palabras amables que contrastan con los sutiles contraplanos que aportan el verdadero significado de las palabras huecas y que lentamente van envenenando el fotograma. El dolor y la melancolía de la “felicidad” burguesa, donde lo social es una fachada y el grupo social potencia la soledad interior del individuo.
Un grupo social que se mueve como inconscientes piezas de ajedrez, en un tablero no percibido, que acerca a la cinta, junto a sus planos cenitales y geométricos, a las formas y temas de la obra maestra de Alain Resnais, El año pasado en Marienbad. Como en ella, los personajes ejecutan sus rituales sociales vaciados de humanidad y emocionalidad, ocultando su intrascendencia y el terror a que el silencio se apodere del entorno y los fantasmas y miedos que todos llevan consigo se materialicen. Unos terrores y angustias que un lenguaje pervertido no permiten expresar. Personajes que, en la segunda mitad de la cinta -lugar donde el ruido y el grupo social abandonan el decorado- quedan presos del mayor de sus miedos: aquello que anida en el interior de su alma.
En paralelo, el planeta Melancolía -preconizado en el prólogo, sugerido en el primer bloque del filme y centro del drama en el bloque final- sirve de contraste con la vulgaridad y la maldad intrínseca de la raza humana. Como bien dice Justine en el segundo bloque del filme a su hermana Claire -una Charlotte Gainsbourg cuyo rostro a medida que avanza el largometraje pasa del éxtasis al tormento- “La vida en la Tierra es malvada. La Tierra es malvada. Nadie la echará de menos”. Melancolía, esa presencia entre lo cósmico y lo divino, juez y ejecutor, sirve de catalizador y purgador universal del veneno de la raza humana. Un planeta que sirve de metáfora del destino al que está abocada la humanidad y que es tanto influencia del estado de ánimo que va introduciéndose en ambas hermanas -las cuales pasan el mismo tormento desde posiciones inversas en el tablero invisible- como representación física y apocalíptica de aquello que se está cocinando en el interior de las protagonistas. Un fin del mundo apocalíptico que nunca había sido representado de manera tan bella pero a la vez tan desoladora.
Melancolía (Melancholia, Dinamarca-Suecia-Francia-Alemania, 2011)
Dirección: Lars von Trier / Guion: Lars von Trier / Producción: Meta Louise Foldager y Louise Vesth (para Zentropa Entertainments y Memfis Film) / Música: Mikkel Maltha / Fotografía: Manuel Alberto Claro / Montaje: Molly M. Stensgaard / Diseño de producción: Jette Lehmann / Reparto: Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, Charlotte Rampling, Alexander Skarsgård, Stellan Skarsgard, Udo Kier, John Hurt, Brady Corbet…
Excelente comentario. Una síntesis perfecta del drama de la humanidad.