TOP 2019

EL MEJOR CINE DE 2019 – TOP 20

Las 20 mejores películas del 2019

Top del 2019 - Mutaciones

Esta es la selección ordenada de las 20 mejores películas del año 2019 segun las 34 listas individuales de los redactores, colaboradores y amigos de Mutaciones. Para su elaboración se han sumado los votos totales de cada película, todas ellas estrenos nacionales en salas o en línea de este año, sin distinguir segun el formato entre largometraje o serie o corto. Muchísimas gracias a todos los que habéis hecho posible acompañar un año más el estreno de estas películas con vuestro trabajo o con vuestras lecturas, a uno y otro lado de la pantalla.

 

1. Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar (España-Francia). 25 votos

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Dolor y Gloria - Revista Mutaciones

“¿Es Dolor y gloria una película basada en mi vida? No, y sí, absolutamente. Todas mis películas me representan” afirma Pedro Almodóvar en el prólogo de su libro Dolor y gloria. Eso es, precisamente, lo que hace que sea el director español con más reconocimiento y proyección internacional: sus películas cargadas de intimidad y de su yo más profundo. “Todo en mi cine es representación, siempre he huido del naturalismo, no pretendo que mis películas parezcan reales. Pero si pretendo que el espectador se reconozca en ellas. Soy muy pudoroso en la vida real, pero mi pudor desaparece cuando escribo y dirijo, en esos momentos estoy desnudo y me siento totalmente libre. Por supuesto, la película habla del cine y de la importancia del cine en mi vida. Podría decir que el cine es mi vida o que mi vida es el cine. La auténtica droga de la película es el cine, no la heroína.” reconoce el director. Despojado el autor de este pudor, Dolor y gloria es un film impregnado de nostalgia. Esa sensación tan desoladora que aparece cuando el tiempo es el verdugo de nuestra vitalidad y nos incapacita para hacer lo que nos apasiona. Es ahí cuando aparece el aliciente que nos hace resurgir de las cenizas. Un objetivo, un deseo, una forma de vida, una droga que en Dolor y gloria solo tiene un nombre: el cine.

Sherezade Atiénzar

 

2. Parásitos, de Boon Joon Ho (Corea del Sur). 22 votos

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parasitos.Revista Mutaciones

Parásitos, ganadora de la Palma de Oro en la última edición de Cannes, es, merecidamente, una de las mejores películas del 2019. Obra difícil de catalogar, que se halla a medio camino entre la comedia satírica y el thriller, con tintes de drama social –la realidad que muestra el film no es otra que una actualización de la tradicional lucha de clases-, compone un fresco sobre el precariado como consecuencia del capitalismo extremo que afecta a todos los miembros de una misma familia, representantes de dos generaciones víctimas por igual de los desajustes de aquel sistema. Como si de un film de Buñuel se tratase, un fino humor surrealista tiñe el particular ascenso de los protagonistas desde su condición de marginalidad, hasta desembocar en un final de dolorosa toma de autoconciencia, donde el sueño de una vida mejor muta en pesadilla alucinada, en acto de locura que tiene su origen en los límites de la dignidad humana. El realizador coreano completa el tapiz a través del uso metafórico de los espacios arquitectónicos, con escaleras simbólicas ascensionales y sótanos como lugares del inconsciente donde habitan las clases explotadas, invisibles a los ojos de los explotadores.

Marta S. Jiménez

 

3. Érase una vez en… Hollywood, de Quentin Tarantino (EEUU-Reino Unido-China). 19 votos

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Erase una vez en Hollywood

La 9ª película de Quentin Tarantino es una ficción ambientada en un contexto real. el director sigue reinterpretando la historia como le apetece (o como le hubiera gustado que fuese), y el mejor ejemplo de ello es Malditos Bastardos (2009). El guion, la puesta en escena y la interpretación actoral, tienen una calidad excepcional. Los puntos cómicos del cine de Tarantino permanecen en los diálogos y las acciones, pero sin resultar artificiales ni impostados, al igual que su particular homenaje a la actriz Sharon Tate (Margot Robbie) a la que filma caminando erguida y visualizando sus propias películas en el cine. El largometraje critica el peligro de las ideas preconcebidas y narra el cambio en la era del Hollywood de los 60, concretamente cerca del 8 de agosto de 1969, cuando los miembros de la familia del psicópata Charles Manson asesinaron a Sharon Tate junto a cuatro personas más. La estética tarantiniana sigue siendo perfectamente reconocible. Aunque la manera de hacer y de concebir el cine ha cambiado, sus fórmulas siguen siendo las mismas. Por eso  Érase una vez en… Hollywood es la dosis perfecta de intriga, desconcierto y violencia. Un verdadero popurrí de “hago lo que me da la gana” con sentido, fuerza y comicidad.

Sherezade Atiénzar

4. El irlandés, de Martin Scorsese (EEUU). 16 votos

El Irlandés, de Martin Scorsese

La historia de Frank Sheeran “El irlandés”, donde se entrelazan la crónica de la mafia italoamericana y la de los Estados Unidos, comienza cuando la cámara se detiene en Robert De Niro y habla. Como si uno de los viejos actores fetiches del Nuevo Hollywood se hubiera transformado en el “Ángel de la historia” que obsesionaba a Walter Benjamin: «Robert de Niro abre la boca. Sus ojos miran fijamente pero su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muerto s y recomponer lo despedazado…» Muchas películas de Martin Scorsese acababan con su protagonista obligado a romper el pacto de silencio, pero la delación nunca antes había estado tan al comienzo. Esta vez no se trata de un castigo al orgullo del protagonista, sino de un acto de amor y de restauración de la memoria. Y por eso ninguna de las anteriores películas de Scorsese ?tal vez, por distintos motivos, Toro salvaje y La última tentación de Cristo? nace de una emoción tan honda. El irlandés es la película más digresiva, más morosa y más larga de Martin Scorsese. En ella confluyen la tradición del “Gran relato americano” y la recuperación de los muertos y de los momentos absolutamente contingentes que podrían redimir la existencia de Frank Sheeran y que son barridos por la propia trama y el progreso. Es una recuperación también de una amistad traicionada, del viejo Nuevo Hollywood y de una América basada en el trabajo. Tal vez la mejor película del 2019.

Alberto Hernando

 

5. Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach (EEUU). 13 votos

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Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach

En Historia de un matrimonio (Marriage Story), Noah Baumbach reflexiona acerca de las emociones personales generadas por su doloroso proceso de divorcio con la actriz Jennifer Jason Leigh. Adam Driver y Scarlett Johansson ponen cara a Charlie y Nicole Barber en esta crónica dramática que, probablemente, marcará la carrera cinematográfica de su realizador. Charlie es un director teatral y Nicole su actriz fetiche. Tras separarse tomarán distintos caminos: el primero se queda en Nueva York y la segunda, con intención de probar fortuna en el cine, decide mudarse a Los Ángeles. Apoyándose en la banda sonora, la dualidad se apodera del film mostrando dos caras de una misma moneda, una separación no solo sentimental, sino también física, y también topográfica.

La figura femenina aparece empoderada en el film de Baumbach (como casi en toda su obra), pero no solo en el personaje de Johansson, sino también en el de Laura Dern, quien encarna a la maléfica abogada de ella. Es a través de su personaje cuando la principal denuncia del film adquiere importancia, puesto que la jurista es la personificación del negocio de los divorcios. Corresponde a ella discutir y aprovecharse de su orgullosa oratoria para sacar el mayor partido posible a la situación mientras las dos personas afectadas agachan la cabeza al darse cuenta de que eso que están presenciando no refleja, para nada, los años de felicidad vividos.

Ander Macazaga

= Retrato de una mujer en llamas, Céline Sciamma (Francia). 13 votos

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Retrato de una mujer en llamas

Céline Sciamma presenta en su última película una historia de amor entre dos mujeres que arde a partir de la representación pictórica, la recuperación del mito de Eurídice y Orfeo, y un planteamiento poderoso de reconstrucción histórica basada en una utopía de auténtica sororidad. Decía en mi critica que «Sciamma tiene la habilidad de narrar esta historia con una puesta en escena basada en el plano/contraplano que tiende a la sublimación del gesto corporal y facial. El dispositivo artificial del escenario en el que artista y modelo consensúan una pose pierde su rigidez, y la fragilidad se establece en los rostros y las respiraciones de las enamoradas. Se pervierte el sentido de la representación pictórica con la mirada activa de Héloïse y el cuestionamiento que hace de las reglas y convenciones que Marianne respeta.» Precisamente, lo que hace de Retrato de una mujer en llamas un título imprescindible entre las producciones de 2019 es el valor que la cineasta concede a las visiones de ambas mujeres y la forma en que conjuga los elementos cinematográficos para suscitar los sentidos que se desprenden de la alternancia del yo en un romance prohibido. El acompañamiento musical y un delicado trabajo de cámara ensalzan las ya de por sí inspiradas interpretaciones de Adèle Haenel y Noémie Merlant, que encarnan a dos personajes inolvidables en un 2019 rico en caracteres femeninos de gran complejidad y que suman pasos hacia una nueva representación de la mujer en el cine, como se ha visto en Atlantique (Mati Diop, Senegal, Francia, Bélgica, 2019), La vida invisible de Eurídice Gusmão (Karim Aïnouz, Brasil, 2019) o Zombi Child (Bertrand Bonello, Francia, 2019).

Ricardo Galvis

 

7. An Elephant Sitting Still, de Hu Bo (China). 11 votos

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An Elephant Sitting Still - Revista Mutaciones

Al igual que una estrella fugaz, Hu Bo ha emergido en el cielo a gran velocidad dejando tras sí un largo trazo luminoso que difícilmente desaparecerá en el imaginario cinéfilo mundial. Tras haber terminado la posproducción de An Elephant Sitting Still (2018) -su primera y única película-, el director chino se suicidó dejando un legado de casi cuatro horas cargadas de simbolismo y fuerza poética.

Su testamento cinematográfico parte de un pequeño relato homónimo –escrito por él mismo- recogido en el libro Huge Crack que le sirvió para desarrollar su propia reflexión sobre la condición de los estudiantes y de la juventud china, vacía y condenada a la alineación social. El director recupera al protagonista de su relato para integrarlo en una obra más amplia donde se conjugan, se entremezclan y se cruzan cuatro historias de personajes miserables victimas del egoísmo familiar y de la violencia social, pero que comparten la misma obsesión de huir hacia la ciudad de Manzhouli donde, según dicen, un elefante de circo permanece sentado durante horas, inmóvil, impasible, ajeno a los problemas del mundo.

La película explota su tesis desde el mismo planteamiento, cuando el principal problema de la sociedad china se localiza en su estructura social y en la desatención civil, y en su evolución hacia una falsa modernización. De esta manera, Hu Bo parte de una pelea escolar para poco a poco ir desgranando las carencias de cada individuo envuelto en un ambiente intoxicado del que todos necesitan escapar.

Ander Macazaga

 

= Largo viaje hacia la noche, de Bi Gan (China-Francia). 11 votos

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Largo viaje hacia la noche

La película de Bi Gan ha sido comparada una y otra vez con el cine de Wong Kar Wai, con el que sin duda comparte elementos como el preciosismo fotográfico, el cuidadísimo diseño de producción, el amor por los personajes heridos y la fascinación por el humo del tabaco. También hay aquí mucho de David Lynch, con esa atmosfera en la que se funden recuerdo y sueño, esa trama deconstruida y ese juego de identidades que se mezclan y se confunden.  Bi Gan tiene muy claro qué emociones quiere transmitir. Su film gira en torno al dolor de la perdida, a la construcción del recuerdo, a lo difuso del sueño y las verdades que oculta, y trabaja siempre sin perder ese foco. Eso es lo que hace de Largo viaje hacia la noche una película interesante, pero es esa cosa brumosa y más difícil de definir (o sea, donde falla el lenguaje) que llamamos personalidad lo que la convierte en una experiencia única. Es posible que te aburra mortalmente o te provoque una fría indiferencia. También es posible que conectes con ella y deje en ti una huella que te acompañará toda la vida. Y creo que, por encima de todo, ese es un riesgo que merece la pena correr. Siempre.

Pablo López

9. La casa de Jack, de Lars Von Trier (Dinamarca-Francia-Suecia-Alemania-Bélgica). 10 votos

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La casa de Jack

El tema de la creación artística es la piedra angular sobre la que Lars Von Trier ha erigido el edificio de La casa de Jack (2018), una sátira en torno a un ingeniero psicópata devenido asesino que funciona como excusa argumental para elaborar un polémico discurso sobre la libertad en el arte y los tormentos del creador. Las muertes que jalonan la carrera criminal de Jack (denominadas incidentes) otorgan una estructura episódica al film, constantemente trufado de digresiones de carácter estético, histórico y moral, donde se citan desde los arcos apuntados que sostienen las catedrales góticas hasta el denominado descaste en la caza, pasando por el siniestro alarido que provocaban los aviones Stukas al caer en picado durante la IIGM. Lars Von Trier recurre al inserto de imágenes pictóricas, de lienzos y grabados, además de imágenes de archivo para ilustrar su polifónico discurso, al tiempo que aquellas prefiguran algunas de las más sugestivas y bellas composiciones que ofrece el film. Finalmente, el asesino Jack logra alcanzar su condición de artista-arquitecto desde el uso de una materia para el arte que no es otra que la proveniente del horror y la muerte, de su interés por el negativo de la fotografía y no por su positivado, para ser a continuación devorado por las fauces del infierno ante la incomprensión de su talento creador. O puede que el del propio director.

Marta S. Jiménez

 

= La ceniza es el blanco más puro, de Jia Zhang-ke (China-Francia-Japón). 10 puntos

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La ceniza es el blanco más puro

«En qué trabajas, cuánto ganas y en qué zonas de país podrías ganar más», son las preguntas que mueven los desplazamientos de un sorprendente personaje que encuentra la pareja protagonista de La ceniza es el blanco más puro durante un viaje en tren. Preguntas que nunca obtendrán unas respuestas definitivamente satisfactorias. Las idas y venidas de Bin y Qiao terminan por transmitir la inmensa melancolía de una generación que, una vez más, se convierte en material fungible al servicio de un proyecto de turbocapitalismo, en un paisaje de inmoralidad generalizada, presidida por la mentalidad del avance a toda costa, en el que la amistad y la lealtad se ven repetidamente escarnecidos, el amor es un estorbo al que solo se recurre en tiempos de fracaso y los símbolos de ostentación y opulencia no hacen más que sublimar el fracaso de unas vidas desperdiciadas. Quedan, al fin, las ruinas: un estadio inmenso y desvencijado en el que Qiao lleva al ya definitivamente fracasado Bin en silla de ruedas, de manera compasiva pero altiva, y los grandiosos planos generales como reflejo de la magnitud de unos acontecimientos que contrastan con la pequeñez de quienes los padecen. Una meditada elegía de la ruina que hace a La ceniza es el blanco más puro una de las mejores películas del año. Y el recordatorio de una frase escuchada en Beauty Lives in Freedom (Wang Bing, 2018); «No podemos usar una generación como abono para alimentar a la siguiente».

Mario Iglesias

 

11. Ad Astra, de James Gray (EEUU-China). 9 puntos

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Brad Pitt en Ad Astra

James Gray es un director de estilo sencillo y directo. No está interesado en la estilización formal y el esteticismo vacuo de las imágenes y lo cede todo a una puesta en escena sobria y al manejo del plano contra plano, transmitiendo tensión simplemente con un corte, una elección visual y dos personas dialogando. Nada más. En Ad Astra se apoya en un dispositivo (cada vez) más formalista y donde la alternancia visual de los planos resulta notablemente más arriesgada que la mayoría de sus títulos anteriores pero no muy alejada de su habitual y sencilla ejecución. Yno no se cansa de ensalzar cómo Gray selecciona los planos y las coyunturas que ordenan su discurso narrativo. Un buen ejemplo se encontraría en la simple diferencia entre un plano abierto y un plano cerrado: según el estado de la narración opta por la literalidad de cada uno de ellos o por manipularlos paradójicamente, es decir, muchos de sus planos generales son simplemente una descripción contextual y muchos otros una fiel metáfora claustrofóbica (una nave pasando por Júpiter o un astronauta a la deriva, respectivamente). Por eso es en las imágenes más cerradas donde definitivamente James Gray se siente más cómodo, donde puede atribuir a cada rostro y a cada expresión un significado diferente dependiendo de las necesidades narrativas.

Manuel Rodríguez

 

Los hermanos Sisters, de Jacques Audiard (Francia-España-Rumanía-Bélgica-EEUU). 9 votos

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los hermanos sisters

El western es un género diferente, especial. Si pensamos en él, quizás lo que lo hace tan diferente es la total contradicción que supone. Para empezar, es un género histórico que, más que basarse en cualquier historia real, se basa en sus leyendas. Puede que sea esa identidad contradictoria, que da capacidad al género para hablar de cualquier aspecto inimaginable de la condición humana a la vez que lo condena a alimentarse de sí mismo, la que provocó tanto el auge clásico del western como su caída moderna. Esta especie de creatividad incestuosa y enfrentamiento fratricida, cuyo “tono crepuscular” llegó a su cénit en Sin perdón (1992), conforma la totalidad de la nueva película de Jacques Audiard, un relato de contrarios llamado Los hermanos Sisters.

Desde su propio título original, que en español vendría a ser ‘Los hermanos hermanas’, el cineasta francés afronta el género a través de la unión de los opuestos que en él siempre han convivido. Audiard consigue desnudar a sus dos arquetipos de pistolero, arquetipos también de violencia social y masculinidad, hasta alcanzar finalmente su punto de unión. Un camino que resulta ser esperanzadoramente circular, donde el final del viaje no puede ser otro que el que fue punto de partida. Quizás sea ese también el camino del western, un género que nació y aún hoy día sigue creciendo a través del continuo relato de su próxima desaparición.

Rafael S. Casademont

13. O Que Arde, de Oliver Laxe (España-Francia-Luxemburgo). 8 votos

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O Que Arde

O Que Arde supone un retorno para Oliver Laxe en cuerpo y alma a los prados, a los árboles, a los huertos, a las formas y a los gestos de los lugareños que habitaron en las tierras que filma, teniendo siempre presentes a sus padres y a sus antepasados.  La separación con sus trabajos previos es evidente, las imágenes se sienten más claras y directas, al igual que el desarrollo de los acontecimientos. Aun así en ningún momento se pierde ese naturalismo casi documental que envuelve su filmografía. La forma en la que filma los distintos paisajes es fácilmente reconocible, permite que hablen, que las ramas ondeen con el viento y que el espectador pueda sentir frío en esas tierras y busque al igual que sus protagonistas el refugio en un viejo castaño o el calor en los fogones de la cocina. La sencillez está en la película y nos ayuda a sentir más. O Que Arde nos invita a amar la tierra. Una historia de una madre y su hijo que resulta fresca y poco convencional sin abandonar la universalidad del amor materno. Los incendios no dejan de ser el fondo de la película, lo que realmente arde es el amor.

Igor Fernández

 

14. Joker, de Todd Phillips (EEUU-Canadá). 7 votos

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Joker

La decisión de Todd Phillips de subvertir los mitos del hombre murciélago y convertir al criminal en la víctima y al entorno del héroe en el villano de la función dirige la obra hacia una interesante mirada hacia la lucha de clases y las políticas neoliberales bajo las que se enfundan normalmente estos héroes surgidos del conservadurismo. Un concepto que no oculta su deuda con la seminal Taxi Driver (Martin Scorsese, 1974) a partir de la figura de Travis Bickle (Robert de Niro), convirtiéndose en padre legítimo de este patético y memorable Joker, que posee a un Joaquín Phoenix que a través de la contorsión física y el cuerpo mancillado es capaz de reproducir la angustia interior de un individuo anónimo que busca un sentido y un lugar en un mundo y una sociedad mezquina e hipócrita, espejo de ese Nueva York de los años 70 que representaba la cinta dirigida por Scorsese y escrita por Paul Schrader. A su vez, Joker también mira de frente y sin ocultarlo a un título menos popular de Martin Scorsese, El rey de la comedia (1982). Una obra tan complementaria conceptualmente como contraria formal y tonalmente a Taxi Driver, que se centra sobre todo en la distorsión de los medios de comunicación, tanto desde el punto de vista social como individual, partiendo de los códigos de la comedia negra y una aparente sencillez conceptual y formal. Temas todos ellos, que pueden encontrarse en el discurso central de Joker.

Felipe Rodríguez Torres

 

=  La favorita, de Yorgos Lanthimos (Irlanda-Reino Unido-EEUU). 7 votos

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La favorita

Si Sofia Coppola tomó como referencia la cultura pop más fashion y videoclipera para apropiarse de la aristocracia (francesa) en María Antonieta (2006), Yorgos Lanthimos se vale de la sátira alocada de la Alicia… de Lewis Carroll y del humor británico de los Monty Python. Y lo hace en pequeñas dosis, salpimentando por sorpresa una historia cínica en la que solo tiene cabida el humor negro y absurdo. El resultado es un ingenioso, devastador e inagotable roast battle entre los personajes de Emma Stone y Rachel Weisz, cuyo duelo interpretativo está más que a la altura.

La pelea por el poder de Abigail (Stone), Sarah (Weisz) y la propia Reina Ana enmarca además a los personajes femeninos más fuertes y, paradójicamente, empoderados del año. Abigail aprovecha su apariencia débil y de “doncella en apuros” para ganarse el corazón de los que la rodean y utilizarlo en beneficio propio con una inteligencia metódica, mientras que Sarah, más fría aún si cabe, es capaz de liderar un imperio desde las sombras manipulando a su antojo las decisiones de la corona y el gobierno. Entre ellas logra resaltar La Reina Ana, afligida por un pasado trágico (19 hijos muertos entre abortos, complicaciones en el parto y muertes prematuras) y por una enfermedad que la atormenta con dolores constantes, tomando las riendas de su vida y de su reino. Su relato, que culmina rodeada de conejos (otra vez Carroll), es la verdadera historia que cuenta la película, y no podía estar mejor interpretada que por La favorita para arramplar con todos los premios que se le pongan por delante: Olivia Colman.

Fran Chico

16. High Life, de Claire Denis (Reino Unido-Francia-Alemania-Polonia-EEUU). 6 votos

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High Life. Robert Pattinson

El 50 aniversario de la llegada del hombre a la Luna ha coincidido con un nuevo impulso a la ciencia ficción subgénero «viajes espaciales». ¿De qué hablamos en el umbral de la tercera década del siglo XXI cuando hablamos de viajar a las estrellas? De amor, de esperanza, de deseo. Si High Life es una de las mejores películas del 2019 es por cómo logra hablar de todo ello cuando todo está perdido, en una película capaz de combinar lo físico y concreto (los cuerpos) con lo abstracto (conceptos como los de agujero negro, singularidad, libido), o el Alien de Ridley Scott con Tarkovski. Como decía en su momento sobre esta anti-epopeya de un grupo de criminales reciclados en héroes, «Claire Denis muestra el colapso de la tripulación sin recurrir a ninguna criatura externa, tan solo atenta a la rutina y a los cuerpos, a las miradas de deseo y a las manifestaciones de ese exceso de vida que no puede ser contenido y reciclado por el soporte vital de ninguna nave espacial. Podemos sentir esa vida en el ritmo denso de High Life y en su tiempo estático y atmosférico, de una calma tensa sacudida por estallidos de violencia.» Por otro lado, «al enmarcar la destrucción de la tripulación entre dos bloques paternofiliales, Denis ha desplazado el tono apocalíptico de un thriller espacial de supervivencia en una película de renacimiento y esperanza. Una invitación en la que la singularidad de la astrofísica se transforma en el reconocimiento de un amor infinito.»

Alberto Hernando

 

Midsommar, de Ari Aster (EEUU-Suecia-Hungría). 6 votos

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Midsommar

Midsommar es una película de terror. Y, si me apuras, diría que una película de terror mucho más clásica en su planteamiento que Hereditary. Por supuesto está la gran referencia, de principio a fin, que es El hombre de mimbre (Robin Hardy, 1973), cuyo esquema han seguido desde entonces infinidad de películas de sectas como las recientes El Infinito (Justin Benson y Aaron Moorhead, 2017) y El Apóstol (Gareth Evans, 2018). La salvedad consiste en que Aster combina el surrealismo pagano de estas obras con la violencia salvaje a plena luz del día de clásicos del terror rural norteamericano como 2000 maníacos (Herschell Gordon Lewis, 1964) o La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974). La mezcla converge gracias a la puesta en escena de un Aster que, polémicas aparte, sabe dar mal rollo como nadie a la vez que maravilla con la composición de sus planos y la fotografía más luminosa. Su estilo visual sirve de nexo hipnótico sobre el que pasar de un extremo a otro sin previo aviso. De una cara reventada en primer plano a unos gritos en la lejanía que no son ni comentados. De un suicidio ritual a una alusión a Austin Powers. Sabemos qué va a pasar, Midsommar no retuerce los tópicos del género sino su presentación y la manera en la que van a ser degustados. Ahí radica la mejor virtud de su director.

Fran Chico

 

18. Fleabag (T2), de Phoebe Waller-Bridge (Reino Unido). 5 votos

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Fleabag 2 Revista Mutaciones

“Esto es una historia de amor”. Así empezaba Fleabag, la serie sobre una chica londinense que, según ella, no vive obsesionada con el sexo pero sí piensa todo el rato en ello. Y así lo hace cuando rompe la cuarta pared para confesarnos sus pensamientos. El espectador coge confianza, nos convertimos en sus colegas y la acompañamos en sus viajes en metro, sus noches más íntimas y sus peleas familiares. Porque esta historia de amor, en realidad, es la historia de amor entre dos hermanas. Estamos ahí para ayudar a Fleabag a desahogarse. Pero pasan los capítulos, llega una segunda temporada y lo que era un dispositivo para los chascarrillos de la proagonista ha ido creando una complicidad que ella ya no controla, y Fleabag nos necesita. Llegados a este punto, la protagonista ya no es capaz de acotar su realidad y mostrarnos solo su vertiente picarona y divertida, ahora conocemos sus miedos y preocupaciones. En uno de los finales del año Fleabag se da cuenta de lo lejos que hemos llegado. El juego que se traía ha expuesto sus partes más vulnerables y decide cortar la relación con el público abandonándonos en la escena final, mirándonos, negándonos con la cabeza y alejándose de la parada del autobús. Y ahí nos quedamos los espectadores, deseando que se gire a mirarnos por última vez como en El show de Truman (Peter Wir, 1998) cuando Jim Carrey sube la escalera y cruza la puerta abandonando el plató de televisión.

Silvia Estévez

=   Fourteen, de Dan Sallitt (EEUU). 5 votos

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Fourteen, de Dan Sallit

Coinciden al final de esta selección dos hermosas películas de cine independiente. Quisiera verlas como representantes de otros títulos similares (Maya, La virgen de agosto, El hotel a orillas del río…) que no entraron pero con las que comparten la capacidad de indagar en los afectos más sutiles y delicados con sencillez y transparencia. Tienen en común una sensibilidad y una libertad que este 2019 ha dado títulos magníficos. ¿Por qué entonces Fourteen? Porque Dan Sallit es un verdadero descubrimiento, uno de esos autores que conocen de veras el arte de conversar; y la manera de filmarlo. «En lugar de una narración clásica tramada en sus causas y efectos», decía al escribir de la película, «la dramaturgia de Dan Sallit funciona por la sucesión de escenas corrientes y de elipsis, a la manera de Éric Rohmer o de Maurice Pialat.» Fourteen es una película de conversaciones, «donde todos los grandes acontecimientos quedan fuera del relato, como lagunas narrativas que se reorganizan alrededor de los encuentros de las dos amigas Mara y Jo». Importa más la huella que éstos dejaron en el carácter de Mara y en su relación con Jo que los acontecimientos en sí mismos. Es en las conversaciones donde mejor sentimos «la enorme y hermosa transformación que tiene lugar en el personaje interpretado por Tallie Medel según va adquiriendo confianza en sí mismo, en su cuerpo y en su sexualidad […] Unos cambios que desestabilizarán su relación con Jo sin dejar de formar una triste, hermosa, emotiva y sincera historia de amistad.»

Alberto Hernando

 

Génesis, de Philippe Lesage (Canadá). 5 votos

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Génesis

Lesage y su equipo se acercan a sus jóvenes protagonistas con una cámara que es tan precisa como orgánica, que busca evitar los gestos innecesarios y dejar espacio a sus personajes, que respiren y que queden retratados en el entorno. Es una cámara que parece imitar la mirada humana, con una mayoría de planos amplios y abundante juego de paneos y reencuadres rápidos en detrimento del corte. Es esa forma de mirar la que hace que Génesis sea capaz de contar la misma historia de amor de siempre y que se sienta tan relevante como la primera vez. Al enfrentar el proceso de aprendizaje que es el amor con la inocencia de los primeros pasos, Génesis nos obliga a preguntarnos cómo queremos vivir ese amor y, por tanto, cómo queremos afrontar la vida. ¿No es posible que ese sufrimiento, por doloroso que resulte, merezca la pena ser vivido, que nos pueda hacer mejores y abrirnos puertas a lugares que de otra forma serían inaccesibles? ¿No es eso lo que nos dice la mirada de esa niña en el plano final de la película? ¿No es esa pregunta, al fin y al cabo, la razón por la que contamos historias?

Pablo López

2 comentarios en «EL MEJOR CINE DE 2019 – TOP 20»

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