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TODO JAMES BOND: LO MEJOR

Todo James Bond: Lo mejor (del 11 al 1)

Como es habitual siempre que estrena una nueva película de la franquicia, la llegada de Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga, 2021) a las salas ha desatado toda una oleada de análisis sobre la figura de James Bond, el célebre agente británico que lleva haciendo gala de sus poderes de seducción y su licencia para matar desde su primera aparición cinematográfica en 1962. Creado por el novelista Ian Fleming y posteriormente inmortalizado por sus padres fílmicos, los productores Albert y Barbara Broccoli, el personaje ha logrado sobrevivir durante sesenta años a base de transformarse una y otra vez para ajustarse a los gustos imperantes pero también a los cambios ideológicos y sociales del mundo occidental. Eso hace de Bond un fascinante caso de estudio para observar cómo ha evolucionado nuestra sociedad durante las últimas seis décadas, desde su forma de entender la masculinidad hasta la relación entre las potencias coloniales y sus antiguos dominios.

Con la presente lista, ordenada de forma muy subjetiva según criterios de disfrute cinematográfico, espero también ofrecer una breve puerta de acceso a un universo que ofrece posibilidades fascinantes para todos aquellos que busquen en el cine popular una forma de entender el mundo que les rodea. En esta segunda parte revisamos las películas más redondas o interesantes de la saga, los once títulos que (con alguna excepción) son los principales responsables de convertir a James Bond en uno de los personajes más reconocibles de la historia de la ficción.

 

11 – La espía que me amó (Lewis Gilbert, 1977)

La espía que me amó. Revista Mutaciones

La decepción económica de El hombre de la pistola de oro hizo dudar sobre la viabilidad industrial de la saga. Para reflotar la situación, Albert Broccoli (tras otro de los muchos embrollos legales que salpican la historia de 007) decidió redoblar la apuesta, aumentando el presupuesto hasta niveles de cine épico.

Con el regreso del director de Solo se vive dos veces volvió también cierta sensatez en la puesta en escena: los imponentes escenarios de la película lucen precisamente porque Lewis Gilbert permite que los personajes los habiten y que el espectador se deleite en ellos. El habitual tono infantil de las entregas de Roger Moore sigue aquí, pero cuenta con el contrapeso de un villano con mayor densidad dramática y una agradable propensión hacia lo operístico. Pese a que tiene un tercer acto interminable que hace que la película encalle, es sin duda el título más icónico de toda la etapa Moore y supuso un inmenso éxito de taquilla que convenció a Broccoli de que el futuro de Bond estaba en los grandes presupuestos.

 

10 – 007 contra el doctor No (Terence Young, 1962)

007 contra el Dr. No. Revista Mutaciones

El mayor problema de Doctor No es lo difícil que resulta separar su importancia icónica de sus valores cinematográficos. Por un lado, es indiscutible que la primogénita de la saga sienta las bases de lo que Desde Rusia con amor y Goldfinger perfilarían y perfeccionarían después; es igualmente indiscutible que Sean Connery, acompañado ya por los compases de la mítica melodía de Monty Norman y John Barry (me atrevería a decir que uno de los leit motifs más brillantes de la historia del cine), es James Bond desde el primer minuto.

Por otro, aunque la película tiene un encanto abiertamente pulp que poco a poco iría desapareciendo de la saga y aprovecha con inteligencia los limitados recursos con los que cuenta, como relato de espionaje y aventuras es bastante más pobre que muchas de las entregas que le sucederían. Como suele pasar con los episodios piloto, Doctor No raramente resulta la entrega más imaginativa, los personajes aún no están del todo cocinados y la puesta en escena es a veces tosca o dubitativa, pero el primer paso siempre tiene un valor especial.

 

9 – Alta tensión (John Glen, 1987)

Alta tensión. Revista Mutaciones

La primera aventura de Timothy Dalton en la piel del agente del MI6 recupera los conflictos de la Guerra Fría propios de la etapa de Connery, pero atempera al personaje en busca de una cierta humanidad que, hasta ahora, le había estado vedada, probablemente por el miedo a que un James Bond de carne y hueso perdiera su fuerza como icono varonil.

Aunque se agradece la mayor cercanía que aporta Dalton al personaje, el intento se queda un poco a medio camino, como un experimento de lo que luego daría frutos más interesantes durante la etapa de Daniel Craig. Sin embargo, donde sí funciona muy bien Alta tensión es como película de acción, rodada con una sencillez y un amor por el trabajo de los dobles que hace de ella una de las entregas más emocionantes al nivel más puramente físico. De hecho, el duelo en la bahía de carga de un enorme avión soviético es uno de los momentos más excitantes que la saga tiene para ofrecer.

8 – GoldenEye (Martin Campbell, 1995)

Tras varias entregas de decadencia con Roger Moore, dos películas tanteando nuevos caminos con Timothy Dalton y varios embrollos judiciales, Barbara Broccolli, Martin Campbell y Pierce Brosnan dieron con la fórmula para salvar a James Bond, manteniendo la acción y el humor como bases pero rebajando tanto el componente camp (para recuperar al público adulto) como los elementos más anquilosados de 007. Este nuevo Bond sigue siendo una fantasía masculina e imperialista, pero ahora está a las órdenes de una mujer y hay ligeros escarceos con el cuestionamiento de una licencia para matar que en los noventa empieza a resultar incómoda.

Mientras tanto, Brosnan suelta elocuencias, conduce tanques y salta de lo alto de presas sin despeinarse y Campbell pone sobre la mesa una puesta en escena hábil en el manejo de espacios y el suspense, llegando en sus mejores momentos a parecer un heredero de John McTiernan. Todo eso regado, por supuesto, con la icónica canción de Tina Turner, la mejor muestra del cambio de los tiempos: por primera vez, una canción Bond se atreve a hablar del mujeriego espía británico en términos de despecho y venganza.

 

7 – Moonraker (Lewis Gilbert, 1979)

Moonraker. Revista Mutaciones

Habitualmente vilipendiada e incluso considerada la peor de toda la saga, soy de la opinión de que este elefantiásico exploit de La guerra de las galaxias es, muy al contrario, la mejor película de la etapa Moore, y con una notable diferencia precisamente por ser la única que se atreve a llevar lo más lejos posible lo que caracteriza a esa etapa: son relatos de espías diseñados como si los hubiera escrito un niño de seis años.

Sí, es cierto, el humor es infantil (ese coche-góndola y el juego de montaje con la paloma), las situaciones ridículas (todo lo relacionado con Tiburón) y está llena de juegos formales sencillamente vergonzantes (el uso de la melodía de Los siete magníficos). Sin embargo, es precisamente todo eso lo que la hace la mejor, porque no nos engañemos, todas las películas de Moore son infantiles, ridículas y vergonzantes, pero la única que parece serlo sin miedo y defendiéndolo con honestidad y valor es Moonraker. Ayuda mucho que a ratos sea también la más ingeniosa y la más inesperada de toda la etapa, con chispazos de épica espacial propia de Kubrick y un villano (maravilloso Michael Lonsdale) de una deliciosa decadencia camp pero con aterradores arrebatos de crueldad. La muerte de su joven asistente es, sin duda, uno de los momentos más perversos de toda la franquicia.

 

6 – Desde Rusia con amor (Terence Young, 1963)

Desde Rusia con amor. Revista Mutaciones

Una de las pocas películas de James Bond que funciona como película de espías, gracias a una textura brumosa y todo un plantel de personajes de declarada amoralidad, desde un terrorífico Robert Shaw hasta un James Bond (encarnado por Connery en su segunda entrega de la saga) que no siente ninguna vergüenza en manipular una y otra vez a una joven e ingenua rusa con tal de cumplir su misión. Es también una de las más abiertamente sexuales y de las más fecundas en ideas visuales, tanto que sin duda es la que sentó muchas de las bases del personaje en el imaginario colectivo, junto a la posterior Goldfinger.

 

5 – El mañana nunca muere (Roger Spotiswoode, 1997)

El mañana nunca muere. Revista Mutaciones

Si nos diera por preguntar a los espectadores por la película de James Bond que les viene a la mente cuando hablamos de Pierce Brosnan, lo más probable es que el film de Spotiswoode apareciese por detrás de Goldeneye o incluso (espero que no) de Muere otro día. Sin embargo, creo que El mañana nunca muere es la película que mejor ejemplifica la etapa Brosnan, con su sobrecarga de juguetes tecnológicos, su humor blanco y sus esfuerzos por hacer al personaje más aceptable en el mundo contemporáneo. La liviana puesta en escena se ve reforzada por la química entre Michelle Yeoh y Pierce Brosnan, un ritmo impecable, un guion lleno de ingenio y un villano, obra y gracia de un Jonathan Pryce totalmente desatado, a la altura de los mejores de la saga.

 

4 – Goldfinger (Guy Hamilton, 1964)

Goldfinger. Revista Mutaciones

Poco más se puede añadir a estas alturas de la que es sin duda la más célebre película de Bond, en muchos casos considerada la mejor de todas y sin duda la cumbre de la etapa Connery. Aunque creo que Solo se vive dos veces es superior precisamente por todo lo que la diferencia del resto de la saga, es indiscutible que Goldfinger, con su excéntrico plan de dominación mundial, su villano refinado y cruel, sus gadgets y su desvergonzada misoginia es el paradigma de lo bondiano.

Es, también, una de las entregas más redondas a nivel visual, con una cuidada mezcla de relato pulp heroico y glamour decadente: la película respira testosterona, pero es lo suficientemente flemática como para no sudar ni siquiera cuando están a punto de castrarla con un láser industrial. Parece mentira que la firmase Guy Hamilton, que posteriormente hizo todo lo posible por hundir al agente británico en la más desconcertante mediocridad.

 

3- Casino Royale (Martin Campbell, 2006)

Casino Royale. Revista Mutaciones

Martin Campbell es un director de una irregularidad desconcertante, tan capaz de ofrecer dos de las mejores películas de Bond o un enérgico retorno al cine de aventuras más pulp (La máscara del zorro) como de firmar horrores como Límite vertical o Green Lantern. En Casino Royale, muy notable reinvención del personaje tras el atolladero en el que se había quedado tras la etapa Brosnan (y muy especialmente Muere otro día), el logro es de mucha gente, desde los guionistas hasta el montador (Stuart Baird, probablemente el mejor montador de acción de todo Hollywood), pero sería injusto quitarle merito a Campbell. Solo el inicio, planteado en un áspero blanco y negro, ya indica que tras la cámara hay un cineasta capaz de entender los conceptos de tono y textura visuales (algo, por ejemplo, inédito en la mayoría de la etapa Moore). La forma de plantear la acción de Campbell, abierta al montaje picado pero sin perder nunca de vista la importancia del plano, da como resultado varias set pieces que están entre lo mejor de toda la franquicia.

Si a esto le sumamos un reparto igualmente notable, con ese Daniel Craig de armazón de cemento y corazón de gelatina (que tan bien representa lo más excitante y lo más fallido de la fantasía masculina occidental) y esa Eva Green que hace suya una de las pocas mujeres de carne y hueso que se pueden encontrar en la saga, solo un cierto exceso de metraje y un último acto descompensado pueden evitar que Casino Royale se alce con el primer puesto.

 

2 – Solo se vive dos veces (Lewis Gilbert, 1967)

Solo se vive dos veces. Revista Mutaciones

La película de Lewis Gilbert tiene muchas razones para ser de las más icónicas de la saga: la canción de Nancy Sinatra, el minihelicóptero, la base secreta en el interior de un volcán, el plan megalómano-espacial… Por tener, tiene incluso ninjas.

Pero si Solo se vive dos veces es una de las mejores películas de Bond en general y de la etapa de Sean Connery en particular es por una razón concreta: el tono de aventuras, único en la franquicia, sembrado por Roald Dahl en el guion y exquisitamente respetado con una puesta en escena en la que se dan cita, de forma descaradamente pop y exotizante, Emilio Salgari, el cine de yakuzas y los relatos de samuráis. Es, además, la película en la que podemos encontrar una de las imágenes que mejor representa la fantasía masculina que es 007, ese contundente plano aéreo que recoge la pelea entre el espía inglés y numerosos agentes de Espectra en una azotea de Kobe.

 

1 – Skyfall (Sam Mendes, 2012)

Skyfall. Revista Mutaciones

Jordi Costa la definió como “catedral bondiana”, y no se me ocurre una forma mejor de enmarcarla. Sam Mendes, el único director de la historia de la saga con una genuina curiosidad visual, recoge lo plantado por el equipo de Casino Royale e, influencia de Jason Bourne mediante, se atreve a hacer lo que el guionista William Goldman aseguraba que jamás había que hacer: romper la mística de un héroe adentrándose en su pasado y sus traumas.

El villano y la historia de venganza son aquí excusa (tan bien llevada que no lo parece) y complemento para un viaje al corazón de un personaje que ha logrado sobrevivir en un mundo en constante evolución no tanto modernizándose como humanizándose. Menos pirotécnica de lo que acostumbra la saga, pese a la espectacular persecución inicial, si es la mejor película de todas es precisamente porque es la única en la que la acción es tanto espectacular como emocional: de ahí que el clímax sea a la vez uno de los más austeros y uno de los más poderosos de toda la franquicia.

 

 

 

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