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MAURICE PIALAT


Apuntes sobre un cine incómodo y natural

Recuerdo bien aquella clase en la ECAM cuando, siendo yo alumno, Javier Rebollo puso algunas imágenes de La infancia desnuda y dijo algo parecido a: “Pialat es como un Truffaut con muy mala leche”. Aquella fue la primera vez que escuché a alguien hablar de Maurice Pialat, y de eso hace ya más de un par de años. Ahora -tras haber visto la filmografía de Pialat al completo a excepción de algunos de sus cortometrajes y la serie La casa del bosque– creo conocer mejor a Maurice. Le he conocido a través de sus películas, y su imagen vive dentro de mí.

Maurcie Pialat y Gérard Depardieu en el rodaje de Loulou
Maurcie Pialat y Gérard Depardieu en el rodaje de Loulou (1980) © Etienne George/Collection Christophe L/AFP Depardie

El primer largometraje de Maurice Pialat se hizo esperar. A pesar de haber comenzado a dirigir cortometrajes a principios de los años 50, La infancia desnuda no llegaría hasta 1968. Unos diez años separan su tardío debut de los de de Truffaut, Godard, Chabrol, Rivette, Malle, Demy, Varda, Resnais… Algo extraño si atendemos al éxito de su pieza El amor existe en 1960, pero el azar a veces dispone las cosas de maneras que no podemos comprender.


Si sumamos a lo anterior el hecho de que Pialat no comenzó su carrera como crítico sino como cineasta y tenemos también en cuenta que nunca tuvo interés en hacer un cine de carácter político, quizá podamos entender porque no suele vincularse a Maurice Pialat con el resto de la Nouvelle Vague en cualquiera de sus vertientes. Existe sin duda una relación entre ellos, de hecho La infancia desnuda fue coproducida por Truffaut, pero también hay una separación evidente, palpable. Así, Pialat podría asociarse en ciertos aspectos con la nueva ola francesa, pero nunca se le encasillará como uno de sus miembros.

Personalmente, creo que además existe un cuarto elemento que favorece ese alejamiento entre Pialat y el resto de sus contemporáneos: su fuerte personalidad. Y es que Maurice Pialat parece tener un carácter muy peculiar y marcado, un carácter que se contagia a sus obras y a sus personajes, que los llena y los moldea. Es por tanto inevitable ver una continuidad emocional en sus películas, una serie de temas, de dudas y de sensaciones que se repiten. Esto es algo que también tiene el cine de los demás, de Varda, de Resnais o de Truffaut por citar algunos ejemplos. Pero en el caso de Pialat parece haber un fuerte componente autobiográfico que marca una notable diferencia. No tienen nada que ver, pero en este sentido el director francés recuerda a Woody Allen, siendo constantemente él mismo en sus filmes o habiendo siempre un personaje que le represente de manera descarada e inequívoca.

La infancia desnuda (1968)
La infancia desnuda (1968)

Además, la personalidad de Maurice Pialat es dura, descarnada, violenta y  brutal, lo cual favorece su distanciamiento de otras personalidades de manera sustancial. Pialat es alguien enormemente independiente, con un mundo muy personal y alejado del de los demás. Sus películas son un manifiesto de esa forma de ser, y en ellas hasta las maneras se contagian de la esencia del director, un director que se muestra tal y como es, que se desnuda ante el espectador enseñando sin tapujos sus locuras, sus infidelidades, sus abusos, su egoísmo…

Sospecho que conocer a Pialat cara a cara y no a través de sus obras es algo que podría provocar cierto rechazo, pues se trata de una persona con quien parece difícil compartir ideas o comportamientos, una persona muy probablemente tóxica e incómoda. Pero hay cierta valentía en el acto de mostrarse sin juzgar, en el acto de retratarse con fidelidad sin miedo al qué dirán. El cine de Pialat resulta increíblemente natural gracias a su propia naturalidad.

Centrándonos ahora en los largometrajes que realizó Maurice Pialat a lo largo de su vida, es fácil encontrar dos bloques claramente separados. Por un lado están aquellas obras con una cierta presencia de lo autobiográfico, ya sea en mayor o menor medida: La infancia desnuda, Nosotros no envejeceremos juntos, La boca abierta, Passe ton bac d’abord, Loulou, A nuestros amores y Le garçu. Por otro, encontramos tres películas cuyas tramas siguen otros derroteros, bien por acercarse a un género concreto (Police), por basarse en una novela (Bajo el sol de Satán) o por inspirarse en una personalidad conocida y real (Van Gogh).

Maurice Pialat y Sandrine Bonnaire en A nuestros amores (1983)
Maurice Pialat y Sandrine Bonnaire en A nuestros amores (1983)

Sobre este segundo grupo cabe decir que, a pesar de ser filmes cuyas historias y personajes se alejan de todos aquellos del primer bloque, hay una serie de elementos que siempre se mantienen presentes. Entre ellos destaca la brutalidad, tanto física como psicológica, de sus protagonistas: el policía de impulsos infantiles y violentos, el sacerdote que se autolesiona, el pintor que pierde los estribos en sus constantes ataques de ira. Y es que Pialat no abandona nunca ese realismo sucio con el que impregna toda su filmografía.

Tampoco desaparecen esas calmas seguidas de terribles tempestades en forma de peleas, gritos, abusos o arrebatos que caracterizan su estilo. El tabaco se mantiene presente: los personajes de Pialat fuman continuamente. Y también se repiten las óperas, las piezas de música clásica, la estética de los créditos (grandes y secos, comiéndose la pantalla), ciertos actores (Gérard Depardieu, Sandrine Bonnaire o el propio Maurice Pialat)… Todo ello hace que el cine de Pialat siga siendo marcadamente suyo, sea cual sea el punto de partida del filme que estemos viendo.

Volviendo al primer grupo, este podría resultar más impactante, ya que intuimos que muchos de esos elementos son veraces, inspirados en personas, historias o situaciones reales. Es más, entre La infancia desnuda y Passe ton bac d’abord existe una conexión espiritual que nos hace pasar de la infancia a la adolescencia. De ahí llegamos a la juventud de Loulou, la cual tiene una comunicación obvia con Passe ton bac d’abord ya que vemos en ellas algunos personajes comunes. De esta manera se cierra una posible trilogía que se asemeja al ciclo sobre Antoine Doinel de Truffaut, solo que en el caso de Maurice Pialat no existe un personaje concreto al que seguir.

Maurice Pialat y Evelyne Ker en A nuestros amores (1983)
Maurice Pialat y Evelyne Ker en A nuestros amores (1983)

En Loulou aparece a su vez un aspecto que también encontramos en Nosotros no envejeceremos juntos, La boca abierta (fotografiada por Néstor Almendros), A nuestros amores y Le garçu: el de las relaciones amorosas o familiares tóxicas y dañinas. De entre todos esos filmes la primera parte de A nuestros amores es, junto a algunas secuencias de Le garçu, lo más desenfadado de Pialat. La segunda parte de la película comienza cuando el personaje del padre interpretado por el propio Maurice Pialat se marcha, momento a partir del cual todo cobra un tono terriblemente frío y descarnado.

A nuestros amores es también la película donde más puede emocionar el trabajo de Pialat con los actores. El hecho de que él mismo sea uno de ellos y de que su papel sea precisamente el de padre de familia -en una época de un poder familiar marcadamente patriarcal-  evidencia su manejo e influencia sobre el conjunto del reparto. Estoy convencido de que esa torta que le pega en cierto momento a Sandrine Bonnaire es completamente improvisada (o al menos realizada sin avisar), así como muchos otros momentos de la obra.

Con respecto a Le garçu, su última película, diré que a pesar de mantener ciertos elementos característicos del cine de Maurice Pialat estos se encuentran muy diluidos. Ello, sumado al hecho de que es su filme más disperso -es decir aquel en que la no conexión entre algunas secuencias y las elipsis son mayores- lo hace pasar desapercibido entre el resto de la filmografía del director.  Sí llama la atención la figura del niño, la cual parece cerrar el círculo que había abierto su opera prima, La infancia desnuda. Pero esto no evita que Maurice Pialat se despidiera del cine saliendo por la puerta de atrás, con el sombrero inclinado y el cuello levantado.

Gérard Depardieu en Le garcu (1995)
Gérard Depardieu en Le garcu (1995)

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