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MARY SHELLEY

Prometeo encadenado

Mary Shelley

“Que cada uno escriba la historia más terrorífica que sea capaz de imaginar, y demostraremos que la realidad siempre es más terrible”, decía el personaje de Hugh Grant en la película Remando al viento (Gonzalo Suárez, 1988), la cual recogía la estancia de Mary Godwin y del poeta Shelley junto a Lord Byron en Villa Diodati, situada a orillas del lago Lemán. Con esta frase, el film de Suárez parecía prefigurar el retrato que de la vida de la escritora se recoge en Mary Shelley (2017), marcada por el abandono y la soledad: desde su madre (Mary Wollstonecraft, autora de la conocida Vindicación de los derechos de la mujer), fallecida poco después de nacer aquella, a la decepción afectiva con Shelley (representado en el film como un personaje narcisista), pasando por la trágica muerte de la primera hija de ambos, nacida prematuramente.

Haifaa Al-Mansour construye un biopic de la escritora centrándose en la historia de amor entre ésta y el poeta, desde que ambos se conocen en Escocia cuando ella contaba 16 años hasta la publicación (tan solo cuatro años después), de la obra que dio origen al mito universal, en una película que combina elementos propios de la novela romántica y gótica, como trasunto de los géneros narrativos que disfrutaron de mayor predicamento en la Inglaterra del siglo XIX.

La directora de La bicicleta verde recurre aquí a una cuidada fotografía que combina los paisajes brumosos ingleses, apenas débilmente iluminados, con el urbanismo grisáceo de las novelas dickensianas, sin olvidar el gusto por el exotismo característico del Romanticismo (representado en la indumentaria que luce el personaje de Byron). La fascinación por el auge de la ciencia propia del espíritu de la época aparece registrada en el film, mediante el uso de imágenes con probetas y espectadores que asisten asombrados a experimentos científicos que recuerdan a la obra del pintor británico Joseph Wright of Derby, mientras la atmósfera de terror está presidida por el lienzo La pesadilla de Füssli, recogido en el propio film en una de las paredes de la villa suiza donde Mary Shelley ideó su novela Frankenstein.

Mary Shelley

Será precisamente a través de un sueño de corte epifánico donde la escritora visualizará a su criatura, como una figura cubierta sobre una camilla, al modo de una escultura velada, que súbitamente cobra vida. La realizadora saudí dota a las imágenes del segmento donde se narra la gestación de la idea primigenia de la novela de un estilo tenebrista que refleja el tormento personal de la escritora, y que, junto a las ideas pseudocientíficas de la época, actuarán como catalizadores de la invención del célebre monstruo. Los primeros planos de las manos inquietas de aquella jugando con un lápiz entre sus dedos actúan como perfecta metáfora del desasosiego artístico que la invade durante su estancia a orillas del lago de Ginebra, que finalmente desembocaría en la escritura de la obra completa a su regreso a Londres.

Toda esa poética visual no encubre, sin embargo, una puesta en escena en exceso academicista, que decide no correr ningún riesgo en lo formal, para dar como resultado un film que pierde intensidad en su último tercio, mucho más rutinario y predecible, observado desde una perspectiva de defensa del feminismo. La historia incurre, por otro lado, en su recta final en un exceso de subrayado acerca de las motivaciones psicológicas de la protagonista que la llevaron a alumbrar la famosa obra, producto de su tormentosa relación con Shelley y de la muerte de su primera hija.

La escritora es presentada al final del relato como una figura condenada a repetir las acciones de su madre, en una especie de eterno retorno, como al Prometeo encadenado (cuyo hígado regenerado es eternamente devorado por el águila) del que aquella toma prestado el nombre para el subtítulo de su novela: si la madre de Mary Shelley llevó a cabo en vida una decidida reivindicación de los derechos de la mujer, esta última deberá enfrentarse a un mundo editorial que no acepta la autoría femenina de una novela de terror, obligándola a ser publicada en un primer momento bajo el anonimato (al contrario del prólogo, firmado por su entonces aún amante el poeta Shelley). La duplicación también operará en el plano sentimental, en el que madre e hija se revelan simétricamente cómo mujeres de ideas avanzadas en sus relaciones afectivas pero que, paradójicamente, verán aquel discurso contrariado por los dictados de un corazón frágil que desatiende las razones del pensamiento.

Si Prometeo emancipó a la Humanidad de la dependencia de los dioses, el doctor Frankenstein, figura prometeica, liberará a su creadora de la del hombre, simbolizada en la imagen del plano final que encuadra el libro expuesto en la librería de su padre con el nombre sobreimpreso de la autora: Mary Shelley.

Mary Shelley


Mary Shelley (Estados Unidos, Reino Unido, Luxemburgo, 2017)

Dirección: Haifaa Al-Mansour / Guión: Emma Jensen / Producción: Alain Moloney, Ruth Coady y Amy Baer para BFI Film Fund, Gidden Media, HanWay Films, Juliette Films, Sobini Films y Parallel Films / Música: Amelia Warner / Fotografía: David Ungaro / Montaje: Alex Mackie / Diseño de producción: Paki Smith / Reparto: Elle Fanning, Douglas Booth, Bel Powley, Tom Sturridge, Ben Hardy, Maisie Williams, Joanne Froggatt, Stephen Dillane

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