MÁRGENES 2018: SECCIÓN OFICIAL
¿Los márgenes tienen límites?
Ainhoa, yo no soy esa (Carolina Astudillo)
Ainhoa Mata Juanicotena nació en el seno de una familia que filmó, grabó y fotografió su vida durante muchos años, reza la sinopsis de Ainhoa, yo noy esa, Biznaga de Plata al mejor documental en el Festival de Málaga, a concurso en la Sección Oficial del VIII Festival Márgenes. Un excepcional trabajo de archivo mediante el que Carolina Astudillo establece una suerte de correspondencia sirviéndose de los diarios que Ainhoa escribió hasta su muerte, haciendo dialogar sus confesiones más íntimas en contraposición a la felicidad que emana de las imágenes familiares.
Para llevarlo a cabo despliega una mirada extremadamente personal, al reconocerse en sus vivencias, tratando de recomponer el puzzle que fue su vida al mismo tiempo que resignifica la cuestión de la identidad femenina y arroja una lectura crítica de sociedad española de la época.
“No se sabe lo que sucedió esa noche, en la que aparentemente estaba bien. A lo mejor fue una situación insostenible, a lo mejor un arrebato”. Lee aquí nuestra entrevista completa a Carolina Astudillo.
Antonio M. Arenas
Ata tu arado a una estrella (Carmen Guarani)
Ojalá robaran libros: Profundamente influenciado por el neorrealismo italiano, el poeta, pintor y director de cine argentino Fernando Birri ha sido una de las figuras clave en el desarrollo del nuevo cine latinoamericano. Fundador de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños de Cuba (junto al escritor Gabriel García Márquez) y docente en el propio Centro Sperimentale de Cinematografía de Roma, Birri siempre tuvo un sueño, una obsesión, una mirada muy particular: la utopía.
Al mismo tiempo que el artista argentino -autor de obras como Tire dié (1960) o Los inundados (1961)- indagó y reflexionó en torno a las “huellas de las utopías”, la cineasta Carmen Guarini se aproximó en 1997 a registrar los intentos de Birri en su búsqueda por descifrar esa utopía llamada Che. Dicho proceso de gestación del trabajo será reflejado en Che: ¿muerte de la utopía? (1999), realizado a costa del 30 aniversario de la muerte del revolucionario. En 2017, Guarini se lanzó a retomar aquellas imágenes registradas 20 años antes para contrastarlas y completarlas con las de un Fernando Birri de 92 años, mayor, y en su último suspiro –de hecho, murió poco después de ser filmado, el 27 de diciembre del años pasado-.
Así nace Ata tu arado a una estrella (2017), un documental –narrado por la propia autora- que no pretende repasar la obra del maestro argentino, sino dar voz a la memoria de un hombre que bromea por tener que cerrar su casa con candado: “aquí solo hay libros. ¿Quién roba libros? Ojalá los robarán”, dice irónicamente. Un cineasta disgustado por el uso perverso de las nuevas tecnologías en el cine, un intelectual comprometido por la divulgación de la cultura, sobre todo, latinoamericana.
Ander Macazaga
Casa de nadie (Ingrid Guardiola)
Casa de nadie contrapone dos realidades diferentes, la de un pueblo minero en vías de extinción situado en León y la de una residencia de ancianos en Barcelona, para elaborar un discurso existencialista sobre el envejecimiento de una parte de la población y el fin de la productividad. La paralización de la actividad minera es la que determina, por un lado, la progresiva desaparición del pueblo de Ciñera, donde los ancianos luchan por seguir viviendo en sus casas (antigua propiedad de la compañía minera y puestas ahora a la venta), mientras en la ciudad se muestra a un grupo de mayores internados en una residencia, paralela casa de nadie a las de los habitantes de Ciñera, finalizado ya su ciclo productivo. Paisaje rural frente a urbano, donde la montaña y los oscuros pasadizos de la mina se oponen a los blancos pasillos de la residencia, salpicados de puertas semiabiertas, a través de las cuales se vislumbran segmentos de camas junto a ventanas, estancias donde a veces aparecen ocasionales ancianos sentados. Cuerpos fragmentados, sin cabezas visibles, compadecen en cuadro, seres anónimos que se encargan de cuidar o de visitar a los mayores en la residencia, a la vez que los rostros surcados de arrugas de estos anegan primeros planos. Mientras las imágenes que muestran el paisaje desnudo del pueblo aparecen bañadas con una enigmática melodía metálica, como resonancia sonora que imitase el pico sobre la piedra, el eco de la cotidianidad resuena en los pasillos de la residencia, interrumpido solo por la voz en off de los testimonios de los residentes.
En su aspecto de documental, de “mirilla abierta” sin tomar posición, Casa de nadie expone, finalmente y probablemente sin pretenderlo, una distinta forma de afrontar la vejez: la de unos seres que mantienen su dignidad aferrándose a las que han sido sus casas, dueños a la postre de sus vidas, frente a la de otros que parecen más muertos que vivos, confinados y a merced de los cuidados y decisiones de otros, aunque estas sean con buena voluntad.
Marta S. Jiménez
Construindo pontes (Heloisa Passos)
Entre las primeras imágenes de Construindo pontes encontramos algunas filmadas o fotografiadas en Super 8, testimonio de unos paisajes naturales que ya no existen, o que lo hacen en su versión desnaturalizada, alterada por la acción del hombre. La distancia entre el paisaje original y el modificado es también la existente entre el ingeniero retirado Álvaro y su hija Heloísa Passos, la autora de la película, que trata de utilizar el pasado como forma de reconciliarse con un padre con el que comparte poco más que su habilidad para el tenis de mesa. Los paisajes de los que hablábamos se echaron a perder con la construcción de diversas infraestructuras en la época de la dictadura militar brasileña, muchas de las cuales quedaron inacabadas, y que Álvaro participara en algunas de ellas permite que el conflicto sea diáfano y transparente desde los primeros cortes de montaje que conectan las imágenes del pasado con las grabaciones del presente.
Passos escenifica dos posturas irreconciliables, pues su padre se sitúa ideológicamente del lado de los opresores, alegando incluso que la dictadura militar fue la única etapa en la que hubo un «proyecto de país», mientras que ella sigue rebelándose contra ese régimen y contra otros posteriores que coartaron y coartan sus libertades (meses después de terminar esta película sale elegido Bolsonaro como presidente de la República brasileña), como persona y probablemente como cineasta. Puesto que todo lo que trata la película es sumamente interesante, no es fácil desacreditar la labor de la directora a pesar de la frontalidad con la que aborda un conflicto cuyo desenlace, en cierto modo esperanzador, se intuye desde el principio y no resulta tan real ni tan poderoso como el resto del metraje.
Iván Ginés
Esta película la hice pensando en ti (Pepe Gutiérrez)
Forma y contenido son dos aspectos de la obra artística que se condicionan mutuamente. Esta película la hice pensando en ti (2018) segundo largometraje del director mexicano Pepe Gutiérrez se puede leer en clave formalista, donde el contenido propio de la obra consiste en su forma. Protagonizada por su madre, la actriz amateur María del Carmen García Castillo, su premisa es sencilla: Carmen una mujer de sesenta años viaja de Ciudad de México a su antiguo pueblo en busca de un padre que nunca conoció. Esta trama sirve de excusa para establecer un interesante laboratorio de búsqueda de mecanismos y herramientas de construcción fílmica. La cinta, más cercana a las vanguardias o al cine museístico, huye por lo tanto de los típicos métodos de representación cómo pudieran ser los del cine de Hollywood. Por contra, los muchos caminos por los que se puede abordar el film pueden llegar a confundir al espectador. Ante la idea de laboratorio, de búsqueda continua, el experimento nos lleva inevitablemente a la sensación de que el director no sabe qué quiere contar. La cinta divaga en su propio experimento, dejando en segundo plano el devenir de la historia y su personaje. No hay nada concreto, y todas la buenas ideas que asoman en el planteamiento se repiten incesantemente convirtiendo el film, después de los primeros veinte minutos, en un déjà vu constante de mecanismos formales.
Decía Walter Benjamin que forma y contenido son lo mismo en la obra de arte: son sustancia. Y Henrik Ibsen, añadía que la belleza es el acuerdo entre la forma y el contenido. Aquí no existe esa comunión y los aspectos formales devoran un film lleno de buenas intenciones donde como en toda historia de búsqueda y viajes lo importante es el recorrido y no el destino.
Miguel Gutiérrez
La felicidad de los perros (David Hernández)
La felicidad de los perros (2018), ópera prima de David Hernández, tras cinco cortometrajes y una dilatada carrera como director de fotografía, llega al festival de Márgenes tras recibir el premio DCP Deluxe dentro del pasado Festival Internacional de Cine de Gijón. La cinta muestra la historia de César, un astillero de Vigo de cuarenta años, ahora en paro, que vive con su mujer y su hija pequeña. Hastiado, deambula por la ciudad en busca de empleo hasta que algo en su interior hace cambiar el rumbo de su vida. Hernández nos habla así de la historia de un hombre en búsqueda de sí mismo. Desde este prisma, el film alcanza su verdadera dimensión dejando de lado un posible retrato de la mendicidad.
La cinta, producida por Adarme Visual, ha sido grabada a lo largo de tres años por falta de presupuesto, entre Galicia, Zamora, Madrid y Portugal. En ella destaca el papel que realiza su actor protagonista, Fran Paredes, tras una dilatada carrera en teatro y televisión. Y lo hace acertadamente, exteriorizando los sentimientos del personaje sin grandes aspavientos, desde los pequeños gestos y la contención.
Con la estructura de una road movie y una puesta en escena sobria, sin demasiados alardes técnicos, la película no busca la complaciente mirada de lo políticamente correcto. Dentro del marco de la España post-crisis económica, nos hace seguir al personaje sin juzgarlo por los actos que está cometiendo al abandonar a su familia. No nos alecciona, consiguiendo mostrar múltiples caras que lo humanizan. A pesar de ello el film no alcanza la excelencia. Le falta nervio y garra al realizador. El personaje principal, que siempre huye ante la mínima adversidad, es demasiado pasivo con los inconvenientes que esto provoca en la trama. Por otro lado, la preocupación por embellecer la composición de cada plano (Hopper incluido) y la falta de claro-oscuros, más allá del blanco y negro de su fotografía y de la niebla final, puede que hayan ido contra lo que exige un film que pretende mostrar una sociedad y un ser deprimidos.
Miguel Gutiérrez
La muerte del maestro (José María Avilés)
Unas manos fuertes y grandes marcadas por una vida laboriosa, pero en la que la tranquilidad y la sencillez conforman la gráfica ordenada de una rutina. Un sabio que se esfuerza en comprender los designios de la naturaleza que señalaron a su ganado, los restos profanos de una ceremonia en la vivienda que guarda, o el motivo de la virulencia del viento. El cuerpo, ya viejo y arrugado, se enfrenta a lo que escucha y observa, porque el maestro ya ni siente los terremotos de la tierra. Parece que el mundo ha cambiado para arrastrar su cuerpo, o mejor dicho, su cuerpo ya no aguanta los ajustes naturales y humanos contemporáneos.
En una narración tranquila y armoniosa, en la que prevale el mismo ritmo del corazón de su protagonista, Avilés discurre por los caminos naturales de una vida que se acerca al precipicio, pero que se resiste para entender el porqué.
Borja González Lorente
La vendedora de fósforos (Alejo Moguillansky)
El montaje de una ópera de Helmut Lachenmann en Buenos Aires es el acontecimiento real desde el que el director Alejo Moguillansky despliega su última ficción: una película pequeña y desmedida. En La vendedora de fósforos cabe: el cuento de Hans Christian Andersen, la ópera homónima de Lachenman que acoge, a su vez, unos textos de Leonardo da Vinci y unas cartas de Gudron Ensslin, fundadora de la guerrilla alemana RAF; el montaje de dicha ópera recogido como un work in progress; la música de Schubert y de Ennio Morricone; Al azar de Balthazar (previa cita a El hombre robado, de Piñeiro, y a Cleo de 5 a 7, de Agnès Varda); la relación de una pianista argentina de vanguardia con otro miembro del RAF, marcada por el conflicto entre la militancia y el arte burgués, y que ahora envejece ante el piano; un contexto convulso en Buenos Aires marcado por una huelga de transportes y la historia de la joven pareja protagonista, que tiene una hija de la edad de la vendedora de fósforos. ¿He dicho que la película dura apenas una hora?
En sus mejores momentos, Alejo Moguillansky mezcla todos estos ingredientes con lucidez y es capaz de extraer momentos mágicos de sus resonancias (la grabación de una versión del cuento para la ópera, el emotivo encuentro entre la pianista y el compositor al sonido de Once Upon a Time in the West), en otros, el juego metaficcional resulta demasiado discursivo. En cualquier caso, pocas películas tan cortas pueden presumir de poseer el esbozo de tantas otras en su interior.
Alberto Hernando
Las ciudades imposibles (Chus Domínguez)
Chus Gutiérrez compone, mediante la lectura de cartas de la época a la que se le incorporan grabaciones contemporáneas, la expansión colonial española en el continente africano: nuevas ciudades que atendían a las exigencias de un régimen al que poco le importaban las necesidades de sus habitantes. Ciudades más vacías que habitables, más desestructuradas que orgánicas, más desérticas que humanas, más aisladas, más militarizadas, y dependientes de los designios de la Administración central.
Entre 1947 y 1949, Bonifacio Hernández Gil, por encargo de la Administración, fotografía estos nuevos espacios conquistados a la naturaleza. Estos trabajos serán el desencadenante para evaluar no solo el fracaso urbanístico del momento, sino la constante inadaptación de los pobladores a las expectativas de aquellos regímenes. Enlace entre pasado y futuro, al que se vincula una memoria enterrada, aquella del trabajo de Bonifacio y la de una sociedad condescendiente con su pasado imperialista.
En la independencia entre imagen y audio, emerge otro lenguaje, el propio de sus habitantes, pero también subyace la reivindicación de una memoria para repensarse, deconstruirse, revaluar el hecho histórico desde una perspectiva más libre y autonómica de los pueblos. Para no olvidar.
Borja González Lorente
Nosotros y la música (Carlos Rivero)
“Este es Carlos, yo soy Lidia. Nos hemos ido a la montaña de vacaciones, necesitábamos desconectar unos días”: con estos subtítulos escritos en el centro de la pantalla Carlos Rivero contextualiza los primeros minutos de Nosotros y la música (2018). Y mientras su redacción habla en presente, su propuesta artística juega con el tiempo verbal. Las imágenes en blanco y negro de Rivero dibujan lo que hasta el final no se sabe si es el eco de un buen recuerdo o un presente que se quiere saborear. La pareja se graba. El plano subjetivo e inestable es constante. Desde el otro lado del objetivo él la observa, la explora, la sigue. Cuando es su turno, ella le mira trabajar con más distancia, le filma mientras él a su vez filma en exteriores con su cámara sobre trípode. Planos detalle de dedos jugando sobre la mesa, de pelo femenino a cámara lenta flotando en el aire, de los dos grabándose con una cámara acuática en la piscina… Mil instantes entresacados de viajes compartidos se convierten en una investigación que captura la épica de los pequeños momentos. Y mientras las imágenes buscan, la música encuentra. Las piezas musicales de Jonay Armas, protagonistas absolutas que inundan toda la cinta, se suceden respirando en un universo pausado que confluye hacia un leitmotiv emocional. La estructura del film, que cobra sentido a cada paso, parece escaparse entre los dedos. El resultante puzle cinematográfico es empático, coherente y expresivo. No importa qué hace la pareja sino la belleza de su relación, tan normal y reconocible. El gran acierto es que la música no remarca lo obvio sino que destapa lo que quedaría en un segundo plano, tras la cotidianeidad (e incluso se detiene para mostrar sin artificio un abrazo y un beso en la penumbra). Como hizo en El misterio de Aarón (2016), Rivero mantiene los planos hasta profundizar en su significado y utiliza el desenfoque y el ángulo improvisado en pos del impresionismo. La película es un latido melancólico que habla de lo efímero, del hoy que en seguida es ayer. Nosotros y la música es un silencio a tres voces: las de él y ella, completamente mudas en palabra sonora, y las de un envolvente y poético solo de piano que potencia todo lo demás.
Raquel Loredo
O canto do caruja (Tetsuya Maruyama)
Al ver el film experimental O conto do Coruja (2018), del joven director brasileño Tetsuya Maruyama, llegan al espectador multitud de ecos y resonancias de diferentes teóricos y cineastas. Rodada en Río de Janeiro, libremente inspirada por una fábula haitiana del mismo título, “El Cuento del Búho», narra un pequeño trozo de la vida de Mackenson, un inmigrante haitiano que se encuentra en el Brasil contemporáneo. En ese universo, desconocido para él, chocan diferentes mundos, generando, hablando ya en clave formalista, múltiples contrastes entre sus sonidos e imágenes. Este es el pilar fundamental de su potente discurso narrativo. Muestra, por ejemplo, bellos paisajes mientras oímos el rugir de la ciudad. Enseña la turbulenta y claustrofóbica ciudad para pasar a la tranquilidad de la orilla del mar junto al atardecer. Todas estas combinaciones forman un ejercicio de montaje de ideas cercano a Eisenstein. Solo que a diferencia del cineasta Ruso, Maruyama lo hace con largos y serenos planos, que dan a la narración un tempo delicado. Aquí sus imágenes recuerdan en ocasiones a la brillante pieza de Abbas Kiarostami Five Dedicated to Ozu (2003). Como consecuencia de todo lo anterior, consigue junto con su cálida y excelente fotografía, como diría Susan Sontag, generar cierta tranquilidad en el espectador, un estado de equilibrio espiritual que es en sí el tema de la película.
En cuanto al punto de vista, siempre en tercera persona, Maruyama genera una mirada distante, que coloca al espectador como a un espía ante lo que sucede trazando una frágil línea entre la realidad y la ficción. “Crear no es deformar o inventar personas o cosas. Es establecer entre personas y cosas que existen, y tal como existen, relaciones nuevas” diría Robert Bresson. Otras ideas Bressonianas se pueden encontrar en el uso del sonido. “Lo que está destinado al ojo no debe repetir lo que está destinado al oído” o “El oído va más hacia el interior, el ojo hacia el exterior”.
O conto do Coruja es una película sensitiva, de un gran poder evocador. Una extraña y pequeña joya que exige al espectador un acto de fe mayor del habitual: Dejarse con paciencia sumergir en un lenguaje cercano a lo abstracto para disfrutar de sus espacios y sensaciones. Porque, cómo diría nuevamente Susan Sontag, la interpretación es la venganza que se toma el intelecto sobre el arte.
Miguel Gutiérrez
Os fillos da vide (Ana Domínguez)
Para un documentalista casi siempre llega el momento, sea al principio o al final de su carrera, en el que provoque una regresión personal, que a su vez subvierte a su obra. Muchos son los que ansían recoger todo lo que han sembrado y utilizarlo en su hogar, en sus tierras con el fin de someterlo a reconocimiento y admiración. Este es el caso de Ana Domínguez, la directora gallega de Os fillos da vide (2018), película documental que representa la vuelta a casa de la cineasta a su Ourense natal para retratar el paso del tiempo entre generaciones, la importancia del tiempo meteorológico en lo que todo rodea e impregna las imágenes y su significado y los viñedos. Sus hijos representan a todas esas personas que dedicaron sus vidas a la uva, una simple excusa para mezclar raíces y tradiciones, las cuales llega cierta época del año y confluye todo, las generaciones, las tradiciones y el carácter turístico que han adquirido sin la menor intención todas estas costumbres ancestrales.
Ana Domínguez, por momentos y mediante su puesta en escena con esos pillow shots florales, entre conversaciones de adorables ancianos, trata de dar información, pero por encima de todo quiere embriagarte de la cultura popular gallega, hacerte partícipe de un mundo tradicionalmente mágico. Asimismo, sus imágenes irradian un cierto aroma al dispositivo del cineasta chino Wang Bing, como si perteneciesen a un conjunto episódico sobre una vida y unas costumbres arraigadas.
Manuel Rodríguez
Young & Beautiful (Marina Lameiro)
Resulta estimulante observar cómo cierto espectro del cine español ha encarado la crisis económica de 2008. Ya sea a través de la escasez de medios para rodar, ya sea hablando directamente sobre ello o simplemente construyendo una atmósfera que capta las sensaciones inherentes a una situación tan dura sin necesidad de mencionarla, se podría interpretar que películas como Gente en sitios (Juan Cavestany,2013), Diamond Flash (Carlos Vermut, 2011), Berserker (Pablo Hernando, 2013) o Las altas presiones (Ángel Santos, 2014) hubieran sido totalmente diferentes, o incluso nunca hubieran existido, de no haber colapsado previamente el sistema económico mundial. Si en la sección oficial de Márgenes 2018 aparece una cinta que habla de manera explícita sobre las consecuencias económicas de la crisis, y su traslación a lo emocional, como es el caso de La felicidad de los perros, también encontramos Young & Beautiful, una cinta que se centra en la misma temática, sin necesidad de citarla en ningún momento.
El documental de Marina Lameiro narra cuatro historias de cuatro amigos de la cineasta, que se encuentran en el paso de la veintena a la treintena. Si de por sí este es un cambio importante en la vida de cualquier persona, lo es más cuando uno ha sido educado con la perspectiva de tener un futuro cómodo, con todas las indulgencias y concesiones que ello implica, pero en el momento de pasar a ser independiente uno se encuentra con que no está preparado para afrontar la aridez del paisaje poscrisis. Algo así es lo que le ocurre a estas cuatro personas. Aunque en ningún momento se menten las dificultades económicas, tampoco es necesario que se haga. Las imágenes y conversaciones plasman cómo, tras el golpe emocional de la crisis, en estos cuatro casos los sueños y las esperanzas, las promesas de un futuro a su medida, se han esfumado. Y especialmente cuando se trata de individuos con una visión de la vida tan alejada de los cánones de la sociedad. Sumando ambos factores, Young & Beautiful se convierte en el relato del abismo emocional al que se enfrenta a diario cierto espectro de la generación millennial.
Yago Paris
- Mejor Película: O Canto do Caruja (Tetsuya Maruyama)
- Mención Especial del Jurado: La vendedora de fósforos (Alejo Moguillanski)
- Premio Numax a la Exhibición: Young & Beautiful (Heloissa Passos)