MANDY
Una atmósfera de sangre
Resulta muy difícil hablar objetivamente de la segunda película de Panos Cosmatos. Y es que el viaje sensorial que ofrece Mandy invita a cada espectador a abordar las horas de metraje de un modo diferente. Pero aún resulta más difícil encontrar un punto claro por el que empezar a abordarla. Para facilitar las cosas podríamos centrarnos en dos ejes centrales: Por un lado tenemos a Nicolas Cage repitiendo la formula usada en Mom and Dad (Brian Taylor, 2017) con una actuación que está a medio camino entre la autoparodia y el meme cinéfilo. Por el otro, un uso prodigioso del apartado técnico que logra trascender un argumento al uso.
Mandy es una película de divisiones. En su estructura narrativa, la película vuelve a desdoblarse en dos partes muy diferenciadas. La primera es puramente contemplativa y en ella se aborda la relación entre los personajes interpretados por Nicolas Cage y Andrea Riseborough. Con unos cuidados momentos oníricos que anticipan el horror que se desencadenará justo en la mitad del film se dará paso a la segunda parte con una violencia que hará que el thriller contemplativo de horror creado por Cosmatos mute en un tributo a la serie B más desenfadada, sangrienta y bizarra sin abandonar en ningún momento su brillante atmósfera.
Hablar de Mandy es hablar de atmósfera. En los últimos años han surgido numerosas películas que rehúyen del diálogo para ahondar en una exploración más visceral, visual y estética, como el cine de Nicolas Winding Refn a partir de Bronson (2008). Y es precisamente de Valhalla Rising (2009) de donde parece alimentarse en gran medida Cosmatos, sea consciente o inconscientemente. Sin embargo, una de las principales señas de identidad de Mandy consiste en que nos encontramos con varias capas dentro de este tipo de representación. Más allá de la carga pictórica de cada plano se halla una sobreimpresión marcada por el color saturado de neones rojos y azules que envolverán la primera mitad del film. El peculiar tratamiento del color hace que por momentos tengamos la sensación de estar viendo una película en 3D sin gafas. Tras el momento central asistiremos a una escena que fue celebrada y alabada en Sitges entre aplausos y gritos en la que Nicolas Cage entra en el baño de su casa y enciende la luz mostrando uno de los planos menos saturados hasta el momento. Con una extraña carga poética Cage enciende la luz del baño junto a la luz de la venganza y a partir de ahí, la iluminación será mayormente cálida, de una paleta cromática opuesta a los anteriores tonos azules, con tonos rojos y amarillos provenientes del fuego, bombillas o focos. A todo este despliegue visual se suma una excelente banda sonora de la mano de Jóhann Jóhannsson (La llegada, Prisioneros) que amplifica la atmósfera generada en la pantalla y gracias a la cual la obra adquiere un nivel superior de madurez en su tratamiento.
Para muchos será difícil conectar con Mandy pero hay un detalle innegable: Pocas veces una atmósfera se había sentido como una neblina cambiante de espesor, color y emoción de un modo tan nítido.
Panos Cosmatos se alzó con el premio a mejor director por Mandy en la pasada edición de Sitges.
Mandy (EEUU, Bélgica y Reino Unido, 2018)
Dirección: Panos Cosmatos / Guion: Panos Cosmatos y Aaron Stewart-Ahn / Producción: Nate Bolotin, Martin Metz, Daniel Noah, Adrian Politowski, Josh C. Waller y Elijah Wood (para Piccadilly Pictures, Son Capital, SpectreVision, Umedia, XYZ Films y Legion M) / Música: Jóhann Jóhannsson / Fotografía: Benjamin Loeb /Montaje: Brett W. Bachman / Diseño de producción: Hubert Pouille / Reparto: Nicolas Cage, Andrea Riseborough, Linus Roache, Bill Duke, Richard Brake, Hayley Saywell, Line Pillet, Ned Dennehy, Clément Baronnet
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