MALMKROG
Conversaciones sobre el mal
“¿Qué es el mal? ¿Sólo un defecto de naturaleza, una imperfección que se desvanece al crecer el bien o, por el contrario, una fuerza real que domina nuestro mundo mediante sus seducciones de forma que, para derrotarlo, es necesario tener un punto de apoyo en otro orden del ser?” Así comienza el prefacio del libro de Vladimir Soloviov “Los tres diálogos y el relato del Anticristo” en el que Cristi Puiu se basa para crear su obra más ambiciosa y deslumbrante. Malmkrog, la indiscutible ganadora de la Sección Oficial del 17 Festival de Sevilla.
La nueva película del director de Sieranevada responde a esa corta lista de películas que duran más de lo considerado como “normal” pero que se hacen cortas, esas que se abordan desde la calculada construcción de diálogos y escenarios para ofrecer momentos de contemplación casi infinita y así trastocar los bloques de tiempo en que se divide. En resumen, una película cuya única pega es que solamente dure tres horas y media. Porque Malmkrog, como India Song (Marguerite Duras, 1975), se basa en la construcción de escenarios equilibrados en los que los personajes se mueven muy poco mientras el diálogo fluye como una música significante y, como en Los muertos (The Dead, John Huston, 1987), la continua intervención de las palabras dibuja cada personalidad y desvela muchas cosas sobre un tiempo, un tema y un pensamiento. La conversación que tienen Ingrida, Edouard, Olga, Madeleine y Nikolai (fieles versiones de: el General, el Político, el Príncipe, la Señora y el Señor Z del libro) se dibuja con destreza y habilidad en torno a espacios cuidados y milimétricamente registrados por una cámara tan paciente como ágil.
Puiu dibuja personalidades y pensamientos para traducirlos en lenguaje hablado pero sin tener en cuenta la labor reveladora de la imagen. Pues en Malmkrog priman los movimientos de cámara breves y leves que dicen mucho más de lo que aparentan. Se podría decir que consigue hacer visible el subtexto mediante una puesta en escena prodigiosa. Enseñando cómo la comida que sirven los criados en las cenas está intacta debido a la interminable conversación, cómo las miradas imperceptibles al principio se hacen vibrantes y ponen a cada cual en su lugar pasando del plano general al primer plano… Malmkrog es una película tan orgánica que remodela el sentido del tiempo encapsulado en estancias poco iluminadas. La mayoría de las veces que un travelling termina en la quietud total, con la cámara fija en un punto durante varios minutos, surge la duda de si ha habido un juego de superposición, de si se ha cambiado el plano dada la quietud de los hablantes. Pero casi siempre parece que hay una cortina, un criado pasando o un leve movimiento corporal que demuestra una continuidad en el mismo plano. Este juego formal termina por convertirse en otra de las maravillas de las que Puiu hace gala, pues en esos momentos, en los que los cinco interlocutores están quietos y pensativos, es donde volvemos a ser conscientes de un tiempo cronológico. Una especie de exhalación se aventura a avecinar un cambio en la modalidad del film y en la perspectiva de los hablantes (la obra se divide también en seis capítulos).
¿De qué hablamos cuando hablamos de Dios? Es una de las preguntas que uno se hace al ver Malmkrog. Desde cada postura y la multitud de temas abordados, el quid de la cuestión, que es la idea de eclecticismo en el cristianismo, se convierte en una educada y refinada batalla por la potestad de definir a Dios y distinguirlo de lo que no lo es. Ingrida, Edouard y Madeleine ofrecerán en los primeros diálogos un acercamiento al “duelo” final en el que Olga y Nikolai discutirán, siempre con cortesía impoluta, acerca de la naturaleza de las distintas confesiones para terminar hablando de algo tan oscuro como el Anticristo.
Nikolai es ruso ortodoxo y, como tal, da más importancia a la figura del Padre que a la del Hijo; al contrario que Olga, quien se presupone es de una rama protestante que niega la Resurrección de Cristo. Según el primero, la resurrección real, es decir, de la carne, es la prueba del triunfo del bien sobre el mal y la prueba de que el Reino de Dios puede darse en la Tierra. “Sin la resurrección real lo más lógico sería llamar al Mundo como el Reino de la Muerte” le dice a Olga, moralista e ingenua que interpreta la Biblia a su manera llegado a tergiversar una parábola y originando la calmadamente tensa confrontación con Nikolai. Ella asegurará que la moral y el intelecto están ligados y que lo esencial es ceñirse a las enseñanzas de la Biblia, a sus Mandamientos. Nikolai continuará apuntando que hay que diferenciar entre moral e intelecto pues pueden actuar por separado para hacer el mal y terminará citando las Escrituras para recordar a Olga que los Diez Mandamientos de Moisés se sustituyeron por dos máximas esenciales dichas por Cristo: “amarás a Dios con toda tu alma y todo tu corazón” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Finalizando su intervención dirá algo muy similar a que quienes escribieron las leyes anteriores a la venida de Jesucristo no resucitaron y que, por tanto, hay que tener cuidado al citar el Antiguo Testamento siendo cristiano. Ante la mirada atónita de los demás invitados, los ríos de palabras que manarán de sus labios dirigirán la acción hacia terrenos entre lo teológico y lo intelectual, recuperando un punto de vista sobre una aristocracia “espiritual” surgida de los tiempos en que la Ilustración sustituyó la fe por la razón. Puiu sabe introducir la teoría del manuscrito de Soloviov entre las imágenes de una mansión de la Rusia zarista al tiempo que aborda temas que trascienden al común de los conocimientos. Malmkrog invita a aprender más para ser completamente comprendida sin perjuicio de atrapar en su austera propuesta incluyendo lecturas más allá del libro. Pues en ese palacio idílico alejado del exterior en un periodo crucial en la historia de Rusia, donde el pensamiento y la reflexión dan paso a escenas tan alejadas de la dinámica divagadora del debate como la reprimenda de un criado o la irrupción de extraños en las estancias es donde subyace la maestría del cineasta rumano.
En esa mansión-purgatorio de una burguesía ávida de conocimientos teóricos el punto de vista que pasa de neutral a partidario supone un alejamiento de la doctrina para zambullirse en el mundo de la desesperación. Más cerca de Emil Cioran que de los Padres del Desierto, Puiu hace que lo invisible destaque sin perjudicar la conversación, dando sentido a una de las frases más importantes del libro de Soloviov: “el resplandor de un bien falseado alumbra un poco, pero no posee ninguna auténtica fuerza”. Optando por eliminar la lectura del texto del monje Pansofij, que revela al final de “Los tres diálogos y el relato del Anticristo” una verdad terrible sobre uno de los interlocutores, el cineasta deja Malmkrog en el punto álgido de forma que funcione en términos artísticos y que aporte una fuerza extra al conocedor de la obra de Soloviov. Así pues, decide no hacer sentencias definitivas de sus personajes ni aventurarse a hablar del mal como totalidad objetiva. El “Mal” con mayúsculas que ni Soloviov, ni Puiu, ni tampoco la teología se atreve a capitalizar.
Malmkrog (Rumanía, Serbia, Suiza, Suecia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, 2020)
Dirección: Cristi Puiu / Guion: Cristi Puiu (Libro: Vladimir Soloviov) / Producción: Anca Puiu / Edición: Dragos Apetri, Andrei Iancu, Bogdan Zarnoianu / Fotografía: Tudor Vladimir Panduru / Reparto: Frédéric Schulz-Richard, Agathe Bosch, Marina Palii, Diana Sakalauskaité, Ugo Broussot
Magnífica tu breve reseña de «Malmkrog», Borja. Y digo «breve» porque estoy seguro de que te has quedado con ganas de decir más cosas sin poder hacerlo por la inevitable limitación de espacio. Habría muchas cosas de las que hablar acerca de esta película hermosa y extraña a la vez. En una primera visión me dejó superado y fascinado. Luego, leído el texto de Soloviev, y vistas repetidas veces sus imágenes, el sentimiento que ha pasado a primer plano ha sido el de un saludable desconcierto, un ansia de comprender sin conseguirlo, al menos hasta el momento… ¡Hay tantos interrogantes en Malmkrog, tantas cosas que demandarían una explicación, cosas de las que uno no se percató en una primera visión!
Muy certeras tus referencias a «India Song» y «Los muertos». Yo añadiría «Sacrificio», por lo que atañe a los aspectos más propiamente estéticos aportados allí por la fotografía de Sven Nikvyst, cuyos ecos encontramos aquí especialmente en la primera mitad.
No obstante, esta película que no puedo quitarme de la cabeza desde que la vi por primera vez, hace cosa de un mes, no deja de proyectar en mi mente una sombra de sospecha. Pero no levantaré la liebre. Simplemente me limitaría a recomendar el verla una y otra vez, interrogándose no sólo por esa desconcertante pero obvia ruptura al final de la tercera parte, sino por la infinidad de elementos mucho más sutiles, empezando ya por las ovejas del plano inicial, que plantean muchas más preguntas de las que razonablemente podrían formularse en un comentario como éste.
Muchísimas gracias por tus palabras, querido Agustín.
Bien es cierto que la película de Puiu suscita más dudas de las que resuelve, acercándose al terreno de lo incognoscible de una forma bastante rara en el cine actual. La comparación con Sacrificio no se me había ocurrido, pero tiene mucho sentido viendo algunas disposiciones de los personajes dentro de la casa y atendiendo también a la economía del espacio. Al margen de las comparaciones, que habría muchas (sin ir más lejos podría hacerse una doble lectura siguiendo una estela política o religiosa exclusivas de una mirada externa como sucedía en la película de su compatriota Cristian Mungio «Más allá de las colinas»), lo que hace de Malmkrog una de las películas más impresionantes que he visto últimamente es la idea de intemporalidad dentro de un tiempo que parece muy concreto. Tiempo presente en la Europa que se tambalea al perder sus raíces cristianas, tiempo también pasado al presentarse el fin (?) de una aristocracia en Rusia y tiempo quizá futuro al tener un aura incontestable de apocalipsis casi quirúrgico… Como dices, la película, habría muchas cosas más de las que hablar… Por el momento, esperaré al estreno comercial en salas para poder verla otra vez (en el cine me abrumé y quiero comprobar si será así de nuevo) y quizá escribir algo más «denso» ya que, siendo Puiu un director con películas tan dispares, esta es, sin duda, una auténtica rara avis que dista mucho de lo que venía haciendo (yendo a «mejor» teniendo en cuenta mis intereses, los que creo compartimos).
Un abrazo, amigo.
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