LOS SONÁMBULOS
La genética del cinismo
Los sonámbulos de Paula Hernández se clasifica dentro del grupo de dramas familiares en el que, durante una reunión con apariencia festiva, los rencores y desacuerdos del pasado estallan debido a un conflicto presente. Paula Hernández ubica la trama en los días previos a fin de año y se sirve de las discrepancias en torno a la venta de la casa de campo familiar, testigo de la infancia y juventud de los hijos y lugar de vacaciones de los nietos, para que el torbellino de irritación, malestar e ira colapse. La estructura clásica de la película puede hallar sus reminiscencias en Celebración (Thomas Vinterberg, 1998), en ambas se perciben desde el comienzo el delicado equilibrio de las relaciones y la inconveniencia de la reunión en pequeños gestos e incómodos silencios. Si bien es cierto que Los sonámbulos se construye bajo un planteamiento clásico, Paula Hernández realza el drama familiar mediante la relación entre Luisa y su hija adolescente, Ana. La primera menstruación, el uso de las redes sociales o el descubrimiento del primer amor de su hija son temas que le preocupan a Luisa como madre. Temas universales en las relaciones de los progenitores con sus hijos, que en la película encuentran la particularidad del sonambulismo, condición que potencia la aprensión de Luisa hacia su hija.
La cámara de Paula Hernández cierra el espacio en el que se mueven los personajes al entorno meramente próximo al de sus actuaciones, en pocas ocasiones conseguimos apreciar las dimensiones de la finca o la distribución de las habitaciones. Planos cercanos y cerrados, paradójicamente en un ambiente natural y distendido, que potencian la angustia de los personajes. Este acercamiento para describir su sometimiento dentro de la imposición familiar es la piedra angular de la puesta en escena de Los sonámbulos, sin embargo, Paula Hernández esquiva cualquier intento morboso. No necesita deleitarse con el sufrimiento y sí indagar en las causas y consecuencias del trauma. Así, en la escena más tensa de la película, la cámara no duda en alejarse de la acción y sugerir los acontecimientos, con un estatismo que subvierte la puesta en escena, parada como un árbol en un bosque, testigo de décadas de historia de una familia a la que ha visto crecer durante tres generaciones.
El matiz del sonambulismo no solo conforma una decisión formal y estilística, sino que ambienta situaciones de extrañeza y tensión, y engendra los temores de Luisa sobre la posibilidad de que su hija herede el cinismo de la familia de su marido. Si en el inicio de la película, Ana camina sinsentido, en el preludio al clímax final, la abuela viuda, deambula por el salón de la casa de campo observando los jardines de la vivienda con certera perplejidad. Ambas escenas anteceden la catástrofe de lo inevitable, como si la cámara encarnase la genética del sonambulismo y decidiera ser testigo inconsciente del desastre.
Los sonámbulos (Argentina, 2019)
Dirección: Paula Hernández / Guion: Paula Hernández / Reparto: Érica Rivas, Ornella D’Elía, Daniel Hendler, Luis Ziembrowski, Rafael Federman, Marilu Marini, Valeria Lois, Gloria Demassi, Teo Inama Chiabrando, Simon Goldzen / Producción: Paula Hernández, Juan Pablo Miller / Fotografía: Iván Gierasinchuk / Montaje: Rosario Suárez / Música: Pedro Onetto