LOS PERROS NO LLEVAN PANTALONES
Calma en el dolor
Un barco llegando al muelle, una niña corriendo para recibir a su padre, una mujer leyendo en el porche, una plácida comida familiar… La calma y claridad de los primeros segundos de Los perros no llevan pantalones (J-P Valkeapää, 2019) son solo el preámbulo y evocación de aquel paraíso que va a perder el protagonista en su progresiva bajada a los infiernos. Aunque esta aparente tranquilidad esté nublada por unos tonos grises amenazadores («la calma que precede a la tormenta»), no es hasta que Juha se zambulle en el lago para buscar a su mujer accidentada cuando todo se apaga y la turbiedad del agua se apodera de la pantalla y la historia. Esta clara separación entre un arriba y un abajo seguirá patente en el trayecto de toda la cinta. Un cielo y un infierno que se confunden y parecen convertirse en uno solo.
El duelo ante la muerte del ser más querido es el punto de partida reflexivo de la nueva obra del finlandés Valkeapää, director de las también oscuras y alegóricas The Visitor (2008) y They Have Escaped (2014). Un tema tan intenso y doloroso que solo su acercamiento ya plantea más de una duda a la hora de adquirir un punto de vista moral o justo con el protagonista. Sobre todo si uno se lanza a plantear una historia tan arriesgada y espinosa como la que nos muestra Los perros no llevan pantalones. Tras la muerte de su esposa, Juha comienza una extraña y enfermiza relación de sumisión con una dominatrix llamada Mona. En su violencia y humillación encuentra el único camino espiritual que le lleva a estar cerca de su amada. Un brutal juego de consecuencias inauditas para él y todos aquellos que le rodean.
En los últimos instantes bajo el agua, cuando Juha comienza a quedarse sin oxígeno y no puede hacer nada por salvar a su mujer, una epifanía le sobreviene uniendo en cuerpo y alma a los dos seres. Una especie de despedida mística que el camino a la muerte les regala. La falta de oxígeno será, a partir de entonces, el único medio posible por el que Juha pueda recuperar a su mujer una y otra vez (en una suerte de visión sadomasoquista e inquietante de Orfeo y Eurídice). Como si ese instante soñado bajo el agua fuese la luz que guía su llegada a otro mundo. Y ahí entra Mona y sus peligrosos juegos sexuales. Asfixias, ahogamientos… Un ritual que el protagonista comenzará a coger como necesario con cada nuevo encuentro logrado con el amor de su vida. Encuentro que es el único momento, además, que nos traslada a la calma y claridad inicial. El resto es oscuridad, noche suburbial y neones intensos color rojo infernal. Y cómo no, descenso: esas escaleras que bajan al sótano de la tienda a la que Juha acude para sus encuentros sadomasoquistas.
Hay en Los perros no llevan pantalones un acercamiento muy extraño y desconcertante. Por un lado, el cineasta no deja de fijarse en los objetos. El plano detalle abunda, y mucho, para recalcar el componente fetichista de la cinta, así como el tortuoso duelo al que se enfrenta el protagonista. En ocasiones, incluso, adquiriendo el punto de vista subjetivo, que parece estar también presente en un uso del sonido y de la música que roza lo chirriante y agresivo. Una distorsión mental que nos ayuda a comprender al reciente viudo, pero que también acaba recreándose en un excesivo dolor gratuito (extracción de dientes y uñas de por medio). Este tipo de visión sadomasoquista produce en la cinta una constante confusión moral entre lo que entra dentro del juego subjetivo propuesto por Valkeapää y lo que entra en la crueldad provocadora de un cine nacido simplemente para la controversia.
La misma duda surge cuando el cineasta planta la cámara en el otro extremo y nos sitúa en planos generales. Habitualmente, tras el momento de máximo dolor, de conexión emocional con el protagonista, la cámara se aleja y nos deja observarle objetivamente en su máxima miseria. Un juego que, peligrosamente, acaba suscitando cierta tendencia al maltrato y desprecio por su personaje. Como si no pudiese quedar en él rastro de dignidad… Y entonces, aquí, entra el mazazo. Cuando ciertamente Juha ha sucumbido a los infiernos para poder regresar al cielo por solo unos segundos. Cuando su vida no está aquí y lo único que queda es sumisión a una rutina indefensa. Perdido en el recuerdo, en los detalles, se ha encontrado con otro personaje perdido en su propia enfermedad, en su propia distorsión (Mona). Y al final, un baile y una risa nos hacen ver que él lo sabe, que él también se ha visto desde fuera y ha percibido la miseria en la que vive. Pero, por desgracia, no hay vuelta atrás. No hay salida en la claridad. Ya no hay nada.
Los perros no llevan pantalones (Koirat eivät käytä housuja (Dogs Don’t Wear Pants), Finlandia, 2019)
Dirección: J-P Valkeapää / Producción: Helsinki Filmi Oy, Tasse Film / Guion: J-P Valkeapää, Juhana Lumme / Música: Michal Nejtek / Fotografía: Pietari Peltola / Reparto: Krista Kosonen, Pekka Strang, Oona Airola, Iiris Anttila, Antons Baronskis, Armands Bergis, Amos Brotherus, Marat Efendijev, Laine Kate Ertmane, Aleksandrs Garins, Ester Geislerova, Ilona Huhta, Viivi Ihalainen