LOS PAPELES DE ASPERN
Retrato de una obsesión o a la caza del mito
“No hay placer en esta casa”, le replica el personaje de Joely Richardson a su nuevo inquilino al comienzo del film, a modo de advertencia de la reclusión y la austeridad que rigen en el vetusto palazzo situado a orillas de los canales de una Venecia decimonónica. La ópera prima del director francés Julien Landais adapta la novela corta homónima de Henry James, “Los papeles de Aspern”, donde se narra la obsesión de un joven editor —interpretado aquí por un imperturbable Jonathan Rhys-Meyers— por la vida y obra de un ficticio poeta del Romanticismo inspirado en la figura de Shelley.
El film muestra al biógrafo como un personaje ambiguo de calculadas intenciones, cuya fijación le lleva a instalarse en la casa de una antigua amante del fallecido Aspern con el fin de hacerse con unos pápeles póstumos y sobre cuyo contenido fabula el guion de la película, funcionando aquellos a modo de auténtico Macguffin para narrar la historia de una obsesión y los límites morales que el mitómano está dispuesto a traspasar. Acorde al gusto del escritor americano por el preciso dibujo psicológico de los personajes que pueblan sus novelas, la codiciada posesión de los papeles deviene en el film así en mera excusa argumental para manifestar las zonas sombreadas de los comportamientos humanos. Bajo su supuesta pasión por la horticultura, la llegada del oculto editor supone un soplo de aire fresco en la pesada atmósfera conventual de la casa que encarnan los personajes de la anciana y su sobrina.
Entre los principales aciertos del film se hallan los roles que componen con brillantez Redgrave y Richardson (madre e hija en la vida real): la primera como una anciana postrada en una silla de ruedas, tocada por una sempiterna visera y un oscuro velo que aferra entre sus dedos como garras un vetusto libro de poemas, la mirada siempre vigilante y recelosa frente a quienes puedan intentar arrebatarle sus secretos; la segunda como vieja solterona que se debate entre la lealtad a la última voluntad de su tía y su atracción hacia el joven editor, en un escenario presidido por pesados cortinajes de brocados y muros afrescados. Landais rehúye la tentación de mostrar una Venecia de postal turística para centrarse más en los interiores con una cuidada puesta en escena, que contrasta con el torpe uso del flashback para recrear el pasado de la anciana como joven musa de Aspern en una sucesión de imágenes con aire de spot publicitario que vulgarizan la propuesta.
La aportación de esta nueva adaptación al original de James —por lo demás fiel a la letra— la encuentra el espectador en su final, empapado de un halo feminista y emancipador que no se corresponde con el espíritu atribulado del personaje de la sobrina, cuya decisión final en el libro viene marcada más por la toma de autoconciencia de lo ridículo de sus anhelos que por aquel sentimiento de liberación.
Los papeles de Aspern (The Aspern Papers, Reino Unido, 2018)
Dirección: Julien Landais/ Guion: Jean Pavans, Julien Landais, Hannah Bhuiya (Novela: Henry James)/ Producción: Gabriela Bacher, James Ivory/ Fotografía: Philippe Guilbert/ Montaje: Hansjörg Weissbrich/ Música: Vincent Carlo/ Reparto: Jonathan Rhys-Meyers, Vanessa Redgrave, Joely Richardson, Jon Kortajarena.