LOS INCREÍBLES 2
El presente de Los Increibles
¿En qué tiempo transcurría Los Increíbles (2004)? En algún momento entre la familia americana tradicional de los años 50 y la ilustración de los 60, con sus coches de época, rascacielos y monorraíles, su puente de Brooklyn y la más avanzada tecnología, el mundo de Los Increíbles era una burbuja en la que no pasaba el tiempo. No sorprende, por tanto, que casi quince años después su secuela comience exactamente donde se dejó y se reinicien tramas como la timidez de Violet, la chica invisible. Pero nadie tiene el poder de detener tiempo, y la agenda de Disney-Pixar menos que nadie.
Ahora el presente se infiltra en Los Increíbles 2 a través de los discursos que ha asumido la compañía, aunque se produzcan paradojas temporales como el supuesto valor de, en 2018, invertir los roles de género: Elastigirl sale a la calle, a la fama y a las pantallas al servicio de un magnate de las telecomunicaciones para limpiar el nombre de los superhéroes mientras Mr. Increíble lidia en casa con el cuidado de los niños. Los Increíbles eran antes que nada una película sobre la familia, o el estereotipo de una familia tradicional caracterizada con la sencillez de un cómic de línea clara. El padre rubio, de ancho pecho y piernas estrechas, tonto pero noble; la madre, antigua feminista, y ahora elástica y versátil como una lavadora; la adolescente desgarbada y ojerosa porque se siente invisible; el niño deportista e hiperactivo; y el bebé. Por eso algunos de los mejores momentos de Los Increíbles 2 suceden entre las paredes del hogar: el padre enseñando matemáticas o las conversaciones de pareja donde reluce lúdicamente la inversión de roles mediante el caricaturesco doblaje (en versión original), en sintonía con la excelente animación. Y, sobre todo, en las escenas donde el bebé descubre sus superpoderes, un desarrollo de lo ya visto en el corto Jack-Jack ataca; hay poco en Los Increibles 2 que no esté ya visto. Por su parte, las mejores set pieces de acción atañen a Elastigirl en solitario y decepcionan, mucho mucho, cuando se reúne la familia Increíble en el precipitado final.
Hay más discursos del presente que se infiltran en la burbuja de Los Increíbles. El villano The Screen Slaver (el Rapta-pantallas) emite a Braudillard en un speech antipantallas que se siente tan ad hoc que podrían haberlo escrito en posproducción; se habla de simulacros, de cómo la confianza en los superpoderes resta autonomía a los humanos; se apunta a la mercantilización de la nostalgia cuando el magnate de las telecomunicaciones pide recuperar su traje original a Elastigirl o cuando subastan el coche de Mr. Increíble; etc. A un lado, por tanto, el libre mercado, el elogio a la tecnología, a los héroes como símbolo positivo, a los medios de comunicación que hacen, especialmente de la política, un espectáculo; y al otro, la crítica a todo ello desarrollada por una mujer inteligente cansada de vivir a la sombra de un hombre.
Pero ninguna de estas ideas tiene algún desarrollo temático o formal con el que reflexionar o indignarse, y cuando el villano lanza su última línea, “Que hayas ganado no te da la razón”, la perezosa respuesta (“pero te he salvado al vida”) refleja el desinterés real de Los Increíbles 2 hacia un componente discursivo que, probablemente, le ha impuesto la compañía.
Los Increíbles 2 (The Incredibles 2. EEUU, 2018)
Dirección: Brad Bird / Guion: Brad Bird / Producción: John Lasseter, Nicole Paradis Grindle, John Walker (para Pixar Animation Studios y Walt Disney Pictures) / Música: Michael Giacchino / Fotografía: Mahyar Abousaeedi (cámara) y Erik Smitt (iluminación) /Montaje: Stephen Schaffer / Diseño de producción: Ralph Eggleston / Dirección artística: Josh Holtsclaw / Voces originales: Craig T. Nelson, Holly Hunter, Sarah Vowell, Huck Milner, Catherine Keener, Eli Fucile, Bob Odenkirk, Samuel L. Jackson, Michael Bird, Sophia Bush, Brad Bird…