LOS EXTRAÑOS. CACERÍA NOCTURNA
Entre dos tierras
Es difícil hacer secuelas. No solo deben llevar más lejos el planteamiento de las originales, sino que hay que equilibrar hasta qué punto reciclar y hasta dónde tener identidad propia. Es aún más difícil ser una secuela tardía de un clásico de culto como Los extraños. Con solo una casa y cinco personajes, la ópera prima de Bryan Bertino consiguió transmitir una tensión y una claustrofobia a los que pocos han podido acercarse. Por desgracia, los años han revelado a Bertino como el clásico one hit wonder, aún capaz de momentos inspirados pero en películas progresivamente más olvidables. Sin embargo, Los extraños. Cacería nocturna (dirigida esta vez por Johannes Roberts) no contribuirá a devolver al olimpo del terror a Bertino, que la apadrina como productor y guionista. La película, sencillamente, se ve incapaz de igualar la rotundidad y concisión de la primera.
El asunto comienza bien, con un drama familiar que funciona, un retrato de personajes eficaz y la promesa de una tensión creciente. Durante un tiempo parece que la historia va a encontrar su propio camino, pero pronto comienza a resultar evidente que, como secuela, es reiterativa y poco imaginativa. Por supuesto esto no será impedimento para el público virgen, pero sí para cualquier espectador que espere algo más que una película que avance en piloto automático. La trama comienza a acumular set-pieces convencionales, un desarrollo previsible, situaciones llenas de clichés y un estilo juguetón recargado que no termina de funcionar ni casa con el tono de la anterior. La película, como conjunto, salva los muebles a nivel elemental, aunque su estilo contenido y devastador haya quedado muy desdibujado. No obstante, la realización consigue entregar algún momento de tensión bastante inspirado (la lucha en la piscina y la persecución en la furgoneta). Estos instantes esquivos evidencian que aún queda talento detrás de tanto cartón, y uno no puede evitar lamentarse por la lucha interna que Cacería nocturna parece tener consigo misma. Hay dos películas en constante combate. Una es una secuela que no sabe cocinar a fuego lento y acaba anteponiendo lo cruento y lo morboso al suspense. Una fotocopia deslucida que recicla incluso hasta banalizar al original. Un trabajo carente de ingenio, formulaico y lejos del trasfondo siniestro y perturbador al que aspira. Por desgracia, esta película es la que predomina la mayor parte del tiempo. Sin embargo, cuanto más avanza, más parece producirse una ruptura.
La otra es un slasher de tono excesivo, en consonancia con el terror ochentero al que intenta invocar con insistencia machacona todo el tiempo. Una película que se despega de la primera, que consigue respirar y tener entidad. A partir de la llegada de los extraños, el ritmo se acelera y la película se va estilizando a golpe de clásicos pop y fotografía vaporosa, colorida y cálida. Los propios extraños acaban adquiriendo una faceta más terrenal y, a la vez, fantasmagórica, en un intento de otorgar una faceta más rica a los monstruos. Aquí es cuando se intuyen intenciones y creatividad y cuando por fin consigue momentos de estremecimiento. Cuando se aprecian ecos claros a John Carpenter y aroma de videoclub. Por desgracia, esta película llega tarde y la transición se siente forzada, dejando un regusto de tiro errado. Por otro lado, la primera película conseguía recrear la paranoia e histeria del cine de terror de los setenta, pero el reflejo ochentero de su secuela es más recargado y plano. Por momentos consigue capturar cierto espíritu de la década, pero la mayoría del tiempo parece más preocupada por saldar deudas con su antecesora y por circular con discreción por caminos trillados.
Naturalmente dependerá del espectador decidir qué película tiene más peso. Para quién esto suscribe, aquí está la semilla de algo que podría haber terminado bien pero que ha crecido torcido por estar obligado a encajar en otra maceta.
Los extraños. Cacería nocturna (The Strangers: Prey at Night, EEUU, 2018)
Dirección: Johannes Roberts / Guion: Bryan Bertino y Ben Ketai / Producción: Wayne Marc Godfrey, James Harris, Robert Jones, Mark Lane y Ryan Kavanaugh para Aviron Pictures y Fyzz Facilities / Música: Adrian Johnston / Fotografía: Ryan Samul / Montaje: Martin Brinkler / Diseño de producción: Freddy Waff / Reparto: Bailee Madison, Christina Hendricks, Martin Henderson, Emma Bellomy, Lewis Pullman, Damian Maffei, Lea Enslin, Leah Roberts