LLENOS DE VIDA
Tú y yo frente al reloj
Los caminos del autoconocimiento y la construcción de identidad son tan variopintos como la propia fauna humana. Algunos apuestan por conocerse a uno mismo primero para entender después al resto del mundo mientras que otros proponen el trayecto inverso: el de explorar el contexto para crear, a posteriori, el personaje que mejor nos encaje en él.
La elección que se haga entre estas dos alternativas marcará la forma en la que personajes y personas -en el fondo, actores de la película que nos toca vivir- hacen o hacemos frente a los golpes que recibe nuestro ego a lo largo del camino, también los que van unidos al paso del tiempo.
Y de esos golpes y de las maneras de afrontarlos, en función de si nuestra identidad se ha construido de dentro hacia afuera o viceversa, es de los que trata Llenos de vida, una comedia de caracteres dirigida por la polifacética artista francesa Agnès Jaoui, que también firma el guion y la coprotagoniza junto a su pareja creativa, Jean-Pierre Bacri.
A ratos dramática y a ratos en busca de hilaridad, Place publique en su título original -nombre más fiel a la esencia del relato- es el quinto largometraje de esta directora. La historia teje su trama grupal, tan liviana como irrelevante, alrededor del retrato de sus dos protagonistas: Helene (Jaoui) y Castro (Bacri), expareja que se reencuentra en la fiesta organizada por Nathalie, hermana de la primera y productora del segundo.
Ella, una mujer madura y vital que sigue luchando por sus principios. Él, una estrella de la televisión en declive preocupada por el qué dirán. Y aunque ambos comparten ciertos rasgos de inmadurez, sus diferencias a la hora de manejar los sinsabores de la edad se dibujan -sutilmente en Helene y en Castro con caricaturesca claridad- a través de los diálogos e interacciones que mantienen entre ellos y con los invitados al ágape.
Ágape que enmarca los retratos, señala el inicio y fin de la película y donde se dan cita, de forma improbable, un grupo de personajes secundarios que actúan al servicio de la acentuación del drama, en el caso del chófer de Castro y de la hija de los protagonistas, o de la parodia que echa mano de estereotipos, como el rapero de moda, el novio extranjero que no habla bien francés o la camarera adicta al selfie.
Maestra a la hora de construir historias de personajes donde los diálogos acaparan todo el significado, relegando a segundo plano la acción, Jaoui sabe, no obstante, cómo mantener el ritmo de la narración. A través del uso de la música como elemento integrador y del manejo de las interacciones entre los diferentes personajes, que en Llenos de vida parecen salir y entrar en escena como muñecos de un sofisticado guiñol.
Su modo de contar permanece y también lo hace, en cierto sentido, su gusto por las historias sobre identidad, autopercepción y cómo los demás pueden llegar a condicionarlas. Sin embargo, en este último largometraje se observa una tendencia -iniciada en su película anterior, Al final del cuento (2013)- a simplificar los dilemas que plantea a sus personajes y a recurrir al cliché. Demasiadas respuestas, quizá, para tan pocas preguntas. Y una condescendencia en el trato dispensado a ciertos personajes que resta credibilidad a todo lo demás. Se diría que el cine de Jaoui evoluciona a la par que su creadora y que ésta, aunque manteniendo su identidad, ha decidido aventurarse por nuevos caminos.
Llenos de vida (Place publique, Francia, 2018)
Dirección: Agnès Jaoui / Guion: Jean-Pierre Bacri y Agnès Jaoui / Producción: Saïd Ben Saïd y Michel Merkt para SBS Films / Fotografía: Yves Angelo / Montaje: Annette Dutertre / Diseño de producción: Denis Hager / Dirección artística:Renald Cotte-Verdy / Reparto: Agnès Jaoui, Jean-Pierre Bacri, Léa Drucker, Kévin Azaïs, Nina Meurisse, Sarah Suco, Héléna Noguerra, Miglen Mirtchev, Frédéric Pierrot, Eric Viellard, Olivier Broche