LAS POETAS VISITAN A JUANA BIGNOZZI
Memoria, cine y literatura
Cuando parece que todo queda dicho y resulta difícil aportar algo novedoso dentro del panorama cinematográfico, surgen poderosos destellos de sorpresa, cuya grandeza reside precisamente en su aparente sencillez. El festival Zinebi, a través de Filmin, nos propone un buen ejemplo de ello: Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2019), de Laura Citarella y Mercedes Halfon. Dichas creadoras codirigen una película a camino entre lo documental y la ficción, utilizando un mecanismo de muñecas rusas. Aquello que lo concita es el nombre de una poeta, Juana Bignozzi, que sirve como detonante para una historia laberíntica. Su originalidad reside en una de las frases de la propia Bignozzi, que afirma que un buen poema cruza dos cosas que nunca se habían cruzado. Esto puede extrapolarse al cine por medio del montaje, combinando imágenes sin aparente relación como hacía el surrealismo.
Todo comienza cuando una joven periodista y poeta (Mercedes Halfon) decide entrevistar a la poeta “más admirada y temida de su entorno”. Bignozzi acaba de regresar a Argentina después de permanecer exiliada tres décadas en España. De esa entrevista surge una amistad que dura hasta el fallecimiento de la autora, en cuyo testamento lega a Mercedes su herencia literaria. Bajo esta responsabilidad, Mercedes prepara un documental sobre Bignozzi con un grupo de mujeres cineastas, construyendo un proyecto que nos conduce, como hilo de Ariadna, a través de Las poetas visitan a Juana Bignozzi. Sobre todo ello, pesa la figura de Bignozzi, el deber de esbozar su retrato. El carácter enigmático del personaje hace difícil “filmar su poesía” o “a ella misma”. Es un fantasma que debe ser encarnado por estas creadoras. La sugerente forma que acaba adoptando el retrato es la de un puzle a desentrañar, sin dejar un momento para la distracción. Ello se consigue con un guión y un discurso sólidos.
Las poetas visitan a Juana Bignozzi está interesada por romper con las normas clásicas de la narración cinematográfica. Si bien esta pretensión ya fue iniciada por el cine de las vanguardias, figuras como Jean-Luc Godard o los integrantes del grupo Dogma 95 han llevado el lenguaje hasta sus extremos. En este caso, la figura más cercana de referencia podría ser Agnès Varda, por su interés en el formato documental o de cine-ensayo, capaz de hacer del cine algo heterogéneo donde cualquier tipo de documento puede tener lugar hibridándose entre sí. La apariencia formal y el tratamiento estético juegan un papel determinante. En el film, la amalgama de elementos oscila entre el registro documental, la factura visual impecable o, por contra, la apariencia amateur. Este último concepto queda patente en el sonido directo (que a veces impide comprender los diálogos), la cámara en mano e incluso el desenfoque. Se pretende, como diría Bertolt Bretch, indicar el carácter “ficcional”, rompiendo el hilo narrativo y mostrando lo artificioso de un producto pretendidamente documental (la voz de la cameraman que da indicaciones o pregunta cuestiones técnicas). El propio equipo de rodaje aparece a su vez filmado, rompiendo la cuarta pared, dando valor a quienes han hecho posible el relato y que suelen permanecer detrás, invisibles. Se filma lo filmado y a quien lo filma en una suerte juego de espejos, similar al Velázquez autorretratado en Las meninas.
Las autoras de Las poetas visitan a Juana Bignozzi intentan también evitar todo trucaje en la posproducción. Si bien en ocasiones se intercala una voz que describe la imagen o se emplea música de Bach y de Juanita Reina; en otras, la propia música se reproduce en directo. Otro caso es el de la ausencia de banda sonora en los créditos, que aparecen sobre un fondo de papel, referenciando el carácter literario.
A pesar de estos intentos de cinema verité, lo premeditado se desliza sutilmente por Las poetas visitan a Juana Bignozzi. En algunos planos secuencia, el ojo mecánico guía al ojo biológico, marcándole un encuadre que va avanzando, coincidiendo con la aparición de un gato, con la llegada de una persona o la salida de otra, de una forma tan natural que llegamos a olvidar su simulacro. Las propias imágenes caseras de Juana Bignozzi, filmadas durante la entrevista que le hizo Mercedes diez años antes, acaban fundiéndose en el relato fílmico, como si formasen parte de una gran ficción.
Toda esta tramoya técnica se pone a disposición de una historia: la reconstrución de Bignozzi, por parte de la poeta investigadora y de las cineastas que la acompañan. El proceso de rodaje (el cronograma, los post-it colocados espacialmente, la grabación de las voces en off), se funden y confunden con los documentos en papel, los registros sonoros y audiovisuales de la investigación. La descripción visual va mostrando un recorrido por el piso que habitó la poeta ausente durante el proceso de inventariado de sus posesiones. Los propios protagonistas proceden al inventario, tropezándose una y otra vez con la firme decisión de Bignozzi de no querer permanecer entre los vivos a través de sus pertenencias. Como diría otro escritor que efectuó el viaje inverso a Bignozzi, Ramón Gómez de la Serna (exiliado español en Argentina), los objetos describen a sus dueños. Tal vez por eso los herederos van deshaciéndose de esas pertenencias. Aunque en ello hay un poso de melancolía, en el otro plato de la balanza existe la intención de reconstruir la vida íntima de esta poeta, oculta por su perfil público. Se valoran sus recuerdos materiales e incluso les dan el respeto que merecen hasta donde esto resulta posible: reproducen sus discos de vinilo, analizan el contenido de su biblioteca, conservan sus fotografías personales, leen sus manuscritos, cotejan documentos como pasaportes o postales, artículos e inicios de poemas, registros sonoros, clasificando cada cosa. Toda esta minuciosa labor puede acercarse a un tipo de investigación criminológica, compuesta por “pistas forenses”.
Mediante el recuento de pertenencias es como también se presentan las obras literarias de Bignozzi, pues una mano va arrojando sobre una mesa los libros que la poeta fue publicando, uno sobre otro, registrándose en riguroso primer plano. También las instantáneas de su vida van pasando de una en una, mezclándose, desgranando el relato de su biografía. Esta elección en la presentación visual de la biografía y legado de Bignozzi es también una valiente y acertada apuesta por parte de las cineastas, pues aporta ligereza, frescura y en nada entorpece la narración.
Otra forma de documentación y de representación audiovisual se obtiene a través de la historia de vida de la poeta, transmitida por los testimonios de quienes la conocieron. Finalmente, la forma para resolver más satisfactoriamente esa filmación de la poesía de Bignozzi es poner delante a las personas de su entorno, que leerán e interpretarán sus textos, incluso emocionándose con ellos.
En Las poetas visitan a Juana Bignozzi se encuentra presente el elemento lírico a través de imágenes sugerentes y poéticas, como la del elefante, animal preferido e inspirador para la poeta homenajeada. ¿Hasta dónde llega la reproducción objetiva como documental y no la creación e incluso la recreación? A su vez hay múltiples capas solapadas, distintas voces (las de las personas filmadas, las de quienes filman y la que narra por encima de las otras). Por si esto fuera poco, se llega a insinuar que la propia apariencia que de sí misma quiso dejar Bignozzi pudo ser “ficcionada”, manipulando su propia imagen de cara a futuras investigaciones.
En definitiva, todo un mosaico de incógnitas, un ejercicio creativo decisivo que implica al público como detective. El título, que alude al libro de Bignozzi Las poetas visitan a Andrea del Sarto (2014; Ed. Adriana Hidalgo), acaba convirtiéndose en una tarjeta de presentación que “invita” a participar en la resolución de un acertijo como en una novela de Agatha Christie. Además, hallamos que son mujeres poetas las que “visitan” a otra poeta. También son cineastas las que filman la historia. Esta información genera un discurso diferente al de los relatos patriarcales que emplean la denominación genérica de “poetas”, sin posibilidad de distinguir si son mujeres u hombres. Una crítica política y reivindicativa de esta forma de crear e interpretar la realidad. Existen matices evidentes, una sensibilidad distinta que se escapa a la forma de narrar tradicional, que ha obviado la perspectiva de las mujeres, silenciando sus inquietudes o su situación social y cultural. Las poetas visitan a Juana Bignozzi es una forma de reparar este daño. Las voces de Juana Bignozzi, de Mercedes Halfon y de Laura Citarella se funden con las de otros nombres como los de Aleksandra Kolontái, reivindicando no olvidar su memoria para no morir una segunda vez. Porque las voces de cada una de ellas se convierten en plurales, olvidando la primera persona del singular, invocando la memoria, la cultura y su trascendencia.
Las poetas visitan a Juana Bignozzi (Argentina, 2019)
Dirección: Laura Citarella y Mercedes Halfon / Producción: El Pampero Cine / Música: Gabriel Chwojnik / Fotografía: Inés Duacastella y Agustín Mendilaharzu / Reparto: intervenciones de Martín Rodríguez, Marcelina Jarma, Martín Gambarotta, Graciela Goldchluk y Ana Porrúa.
Un mosaico de incógnitas que nos invita a pensar en la poesía y el Cine. Quién era realmente Bignozzi?