LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE
Texto inútil sobre la nueva película de Bi Gan
Creo sinceramente que hay un tipo de cine en el que la crítica tradicional resulta ineficaz. O, para ser más exacto, es el lenguaje escrito el que muestra sus limitaciones. Y precisamente es en ese tipo de cine donde ubicaría la segunda película de Bi Gan, Largo viaje hacia la noche, lo que hace de este texto el paradigma de un intento fútil. De ahí que el objetivo de las próximas líneas no sea tanto analizar la película en cuestión, sino plantear la (o mí) imposibilidad de analizarla a través de un formato de crítica convencional.
Como decía, me parece que el lenguaje escrito carece de las herramientas para hablar de Largo viaje hacia la noche porque el largometraje de Bi Gan pertenece a ese cine exclusivamente basado en la evocación de emociones. Al igual que, por ejemplo, 2046 (Wong Kar Wai, 2004)o Inland Empire (David Lynch, 2006), esta película se ha construido a partir de sensaciones, no de ideas. Obviamente, esas ideas pueden surgir (y surgirán) durante el visionado, pero creo que hay películas que si las racionalizamos demasiado terminan por romperse bajo la presión de un entorno que no es el suyo. Son experiencias que hay que vivir y recordar, misterios que debemos resolver con las tripas en lugar de la cabeza. Sirva como ejemplo de esto cualquier foro (hay muchos por internet) en el que se discute el argumento de Inland Empire o Mulholland Drive (David Lynch, 2001): los esfuerzos por otorgar a estas películas de Lynch una lógica argumental y embutirlas dentro de los parámetros de la narrativa convencional solo consiguen vulgarizarlas y desnaturalizarlas. Igual que la palabra “melancolía” es un pobre sustituto de la emoción real, atrapar películas como esta en las redes del lenguaje racional y analítico es el mejor camino para destruir la posible fuerza de su forma de acercarse a la narrativa.
Y por si el riesgo de arruinar algo valioso no fuera suficiente, creo que hay otra razón que hace de la crítica algo inútil ante películas así: son experiencias puramente personales e intransferibles. Yo puedo expresar, todo lo bien que me permitan mis facultades, las emociones que he sentido durante el visionado, pero el resultado no será más que un pálido reflejo de lo ocurrido en mi interior que además no llevará más que al enojo de los que no hayan sentido lo mismo y al agrado superficial de los que sí. Incluso si pudiera reconstruir esas emociones con toda su intensidad (porque el lenguaje escrito tiene limitaciones, pero también poderes ilimitados), ese texto se habría convertido en otra cosa que ya no sería una crítica subordinada a la película, sino más bien una nueva experiencia, puede que más cercana a la narrativa confesional. Resumiendo, si el lenguaje con el que se comunica la película es puramente emocional, ¿qué sentido tiene traducirla al lenguaje de la razón? ¿No desvirtuamos la obra haciendo eso, o como mínimo la transformamos en otra cosa diferente?
En el caso que nos atañe, me encuentro con el problema añadido de que Largo viaje hacia la noche ha tenido un impacto limitado en mí. A diferencia de los dos ejemplos que he mencionado antes, que a día de hoy siguen siendo dos de las experiencias más intensas que he tenido frente a una pantalla, Largo viaje… me ha mantenido a cierta distancia: ella y yo nos hemos mirado con una mezcla de interés antropológico y educada indiferencia. Ante lo cual, la mayoría de los lectores responderán con un muy almodovariano “Pues mira tú qué bien”, porque como ya decía antes explicar las emociones de uno ante una obra es algo que no tiene nada que ver con el trabajo de un crítico.
La película de Bi Gan ha sido comparada una y otra vez con el cine de Wong Kar Wai, con el que sin duda comparte elementos como el preciosismo fotográfico, el cuidadísimo diseño de producción, el amor por los personajes heridos y la fascinación por el humo del tabaco. También hay aquí mucho de David Lynch, con esa atmosfera en la que se funden recuerdo y sueño, esa trama deconstruida y ese juego de identidades que se mezclan y se confunden. Las referencias anteriores a Inland Empire y 2046 no son en absoluto gratuitas, de hecho, porque bien podrían considerarse sus antecedentes directos. Con todo, hay una serie de diferencias fundamentales que separan a Gan de Lynch y Wai. Para empezar, el manejo de la cámara del primero es muy diferente al de los otros dos: Largo viaje hacia la noche alterna planos fijos de composición medida al milímetro, generalmente en profundidad y amplios, con virtuosos movimientos de cámara que a veces bordean el exhibicionismo.
Hay otros aspectos que de primeras unen a Bi Gan con Wong Kar Wai pero que finalmente acaban por separarle. Por un lado, su querencia por las rimas, tanto visuales como de guion. Largo viaje… tiene tantas que todo parece estar conectado, lo que favorece esa sensación de estar viendo una obra pensada hasta la extenuación, sin defecto aparente, medida hasta el último punto, algo que se aleja mucho del director de Deseando amar (Wong Kar Wai, 2000), siempre meticuloso pero también abierto al defecto (como, por ejemplo, el salto de eje). Igualmente parece hermanado con Wong Kar Wai en la artificiosidad de los diálogos, pero Bi Gan los lleva mucho más lejos, llegando a extremos que a veces resultan risibles, en parte porque los personajes dicen lo que el director quiere transmitir sin ningún tipo de filtro (como en ese parlamento en el que un reloj roto se convierte en metáfora de la eternidad y una bengala lo es de lo transitorio, que resulta a la vez bonito y ridículo). Bi Gan no busca ser sutil u ocultar sus ideas dentro de la realidad de sus personajes, de hecho se podría decir que no hay personajes, solo actores que posan, algo que sí conecta con el cine de Wong Kar Wai.
Todo esto es lo poco que me atrevería a aventurar en el terreno del análisis, pero imagino que sigue sin resolver la pregunta que muchos se estarán haciendo: ¿qué demonios es Largo viaje hacia la noche? Como se trata de una de esas experiencias en las que es mejor ir lo más virgen posible, solo diré que se trata de dos películas en una, o una película en dos partes. La primera, hasta cierto punto la más convencional, cuenta la historia de un hombre que busca a una mujer que amó en su pasado. La segunda, rodada enteramente en 3D, consiste en un único plano secuencia que cierra esa búsqueda. Este plano secuencia, de un virtuosismo absolutamente indiscutible, es el mayor punto de atracción de la película.Para algunos será el paradigma de la representación del sueño en el cine, para otros un puro acto de ostentación. Yo me encuentro en un termino medio. No le voy a negar que a veces es una película bastante poderosa, pero tiene cierta tendencia a la afectación y a romper su propia capacidad de inmersión por ser demasiado perfecta, demasiado redonda, demasiado calculada. Sus momentos más poderosos me parecen, de hecho, los más sencillos, y se acumulan casi todos en la primera parte.
Al final he acabado haciendo una crítica, pero me mantengo en mis trece, se trata de un ejercicio inútil, y para demostrarlo, creo que hay que recomendar a todo el mundo que vaya a ver esta película, como creo que hay que arriesgarse y recomendar 2046 o Inland Empire. A diferencia de otra película-experiencia reciente, la muy alabada Mandy (Panos Cosmatos, 2018), que me parece como tomarse un tripi simplemente para ver qué pasa (y que no pase nada), Bi Gan sí tiene muy claro qué emociones quiere transmitir. Su film gira en torno al dolor de la perdida, a la construcción del recuerdo, a lo difuso del sueño y las verdades que oculta, y trabaja siempre sin perder ese foco. Eso es lo que hace de Largo viaje hacia la noche una película interesante, pero es esa cosa brumosa y más difícil de definir (o sea, donde falla el lenguaje) que llamamos personalidad lo que la convierte en una experiencia única. Es posible que te aburra mortalmente o te provoque una fría indiferencia. También es posible que conectes con ella y deje en ti una huella que te acompañará toda la vida. Y creo que, por encima de todo, ese es un riesgo que merece la pena correr. Siempre.
Largo viaje hacia la noche (Di qiu zui hou de ye wan, China, Francia, 2018)
Dirección: Bi Gan / Guion: Bi Gan / Producción: Shan Zuolong / Música: Point Hsu y Lim Giong / Fotografía: Hung-i Yao / Montaje: Qin Yanan / Diseño de producción: Liu Qiang / Reparto: Wei Tang, Huang Jue, Sylvia Chang, Hong-Chi Lee, Chen Yongzhong, Luo Feiyang, Zeng Meihuizi, Tuan Chun-hao
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