LA OFRENDA
Un puzle amoroso sin misterio
Cerca de dos décadas más tarde, Ventural Durall regresa a la ficción de la misma manera que, en su película, el personaje de Jan (Àlex Brendemühl) reaparece en la vida de Violeta (Anna Alarcón). El retorno supondrá un punto de inflexión dentro de una historia marcada por la obsesión, la culpa y el perdón, que se constituyen como los pilares bajo los que se sustenta la narración. El director catalán trata de construir en L’ofrena un puzle a partir del cuadrado amoroso formado por los protagonistas que peca de superficialidad.
Dentro del entramado narrativo, la propuesta puede recordar, por momentos, a películas como Two Lovers (James Gray, 2008) o Closer (Mike Nichols, 2004), sobre todo a esta última a raíz de las similitudes tanto físicas (esa peluca en tono fantasía) como psicológicas que guarda el personaje de Rita (Verónica Echegui) con el de Alice (Natalie Portman). Sin embargo, se trata simplemente de parecidos puntuales y vacuos puesto que L’ofrena (La ofrenda) no alcanza a profundizar en la tragedia en la que busca introducirnos. De hecho, Jan, el particular Ulises que, tras su regreso, desencadena todos los dramáticos sucesos de la historia, acaba percibiéndose como un personaje más bien frívolo antes que soberbio y plano antes que profundo. En este sentido, queda relegado a un puesto inferior ya que es Violeta quien muestra más complejidad y resulta más interesante a lo largo de toda la historia, además de que la interpretación de Alarcón junto a la de Echegui logran sustentar todo su metraje.
Dos de los grandes conceptos sobre los que trata de reflexionar la película son la vida y la muerte, la búsqueda por hallar un propósito a la existencia y la voluntad por crear una huella en su término: esa ofrenda final. Sobre estas cuestiones desarrollan su vida ambos protagonistas, en un plano personal e íntimo, pero también laboral (al tratar con el duelo, en el caso de Jan y con la conducta y los procesos mentales en el caso de Violeta). De nuevo, la evolución de ella se establece de una manera mucho más perfilada que la de él. Esta evolución viene introducida a partir de flashbacks que nos transportan a la adolescencia de ambos y que no contribuyen en la historia más que para mostrarnos la relación de los dos protagonistas, a pesar de que ésta pueda intuirse con facilidad gracias a los silencios y las miradas de ellos en el presente, sin necesidad de emplear este recurso.
Las obsesiones y dependencias de los personajes son otros dos puntos en el que se centra mucho L’ofrena. Vemos cómo éstas vehiculan sus acciones y comportamientos, desde la más pura devoción y frustración hasta incluso la romantización del suicidio, planteada como un obsequio. Una vez más, esa idea de ofrenda con la que juega la película. El único momento en el que coinciden los cuatro protagonistas en pantalla conjuga todos esos planteamientos que Durall ha ido cultivando desde el inicio y que, de nuevo, parten de una interesante propuesta, pero que, de alguna manera, simplemente se dedican a sobrevolar el exterior.
Cuando la película alcanza su final, no consigue más que a reafirmar la percepción de que no ha logrado explotar todas sus intenciones y que, si bien cuenta con secuencias que funcionan con habilidad e interpretaciones femeninas muy destacadas, sigue sin ofrecer la ofrenda que su director pretende obsequiar.
L’ofrena (La ofrenda, España, 2020)
Dirección: Ventura Durall / Guion: Sandra Beltrán, Ventura Durall, Clara Roquet, Guillem Sala / Producción: Coproducción España-Suiza; Nanouk Films, Fasten Films, Bord Cadre Films, Suica Films / Fotografía: Alex García / Música: Alberto Lucendo / Montaje: Marc Roca / Reparto: Àlex Brendemühl, Verónica Echegui, Anna Alarcón, Pablo Molinero
No entiendo el propósito de grabar una película española en catalán