LA NÚMERO UNO
Mujer, este es un mundo de hombres
La número uno, última película de la directora francesa Tonie Marshall, bien podría funcionar como reverso en versión femenina (contrarrelato) del film Qué fue de Brad (Brad´’s Status, Mike White, 2017). Si, en éste, su protagonista sentía su ego masculino herido por la falta de éxito laboral frente a sus antiguos compañeros universitarios, en el presente film una mujer que sí ha logrado alcanzarlo deberá disculparse (precisamente por su pertenencia a dicho sexo) ante las figuras masculinas que la rodean, desde sus compañeros de trabajo hasta su pareja, pasando por su padre, como representantes de un patriarcado histórico que alcanza hasta nuestros días.
Marshall plantea un mundo dividido entre hombres y mujeres en continua guerra: ellos ocupados por mantener su poder en los puestos directivos y ellas luchando por conseguir alcanzar alguno. Esta división queda descrita de manera gráfica desde el comienzo del film, a través de la imagen de una horda de mujeres con maletas que avanzan en una estación de tren para asistir a una convención de empleo femenino. Será en este primer segmento donde la protagonista, Emmanuelle, recibirá una propuesta de un poderoso club formado exclusivamente por mujeres para optar a la presidencia de una empresa que cotiza en bolsa. En oposición a este escenario, seguidamente la realizadora muestra el interior de otro club masculino, en el que dos hombres entrecruzan palabras acerca de su apoyo a otro candidato para aquel mismo puesto. Desde un punto de vista geográfico, la propuesta que recibe la protagonista se produce en una localidad periférica de París, emplazamiento secundario como trasunto del lugar que ocupa la mujer en el mundo directivo, mientras la elección de su rival masculino se sitúa en la capital francesa, como centro del poder dominado por hombres.
El film dibuja el escenario de una batalla que progresivamente revelará trazos de mayor grosor y violencia: si en un principio esboza una serie de sutiles detalles en torno al esfuerzo de Emmanuelle por hacer olvidar en el ámbito laboral su condición de mujer (su atuendo masculino en el trabajo, la acción de abrocharse un botón superior de la camisa para ocultar el escote) y de situaciones de micromachismos cotidianos a los que debe hacer frente en aquél (“Las damas primero”, le dice su jefe al concederle el turno de palabra en una reunión), la película abandona esta contención para pasar a exhibir, sin prácticamente solución de continuidad, los ataques e insultos de corte sexista por parte de sus oponentes, haciendo alusión a su descendencia directa de María Magdalena, como sinónimo de prostitución. Tampoco logrará recabar apoyos en el ámbito familiar, representado por los personajes del padre y del marido, ambos como figuras castradoras de las aspiraciones de poder de Emmanuelle. La puesta en escena, de tonalidad grisácea, tiñe una atmósfera opresiva, como extensión de la asfixia ejercida por los hombres del entorno que rodean a la protagonista: represión que aparece simbolizada en los retratos masculinos que presiden la sala de reuniones de la empresa en la que trabaja aquella, logrando una imagen de una gran plasticidad.
De manera progresiva, la protagonista se verá abocada a un escenario donde el chantaje, la corrupción y la falta de escrúpulos están a la orden del día, actitudes de las que también son espejo el coro de mujeres que la apoyan en su candidatura, devolviendo una imagen del ámbito de los puestos ejecutivos como un mundo inmoral, donde no queda otra opción que la igualdad de armas en el combate. Por otro lado, Marshall dota a su heroína de un aura de fragilidad psíquica con un historial de depresión que no añade nada a la narración, en un film que se encuentra ligeramente lastrado por un cierto exceso de duración del metraje. El final está rematado con un artificio algo chusco, la imagen de una niña congelada mientras suena la canción Woman de Neneh Cherry, que malogra un conjunto por lo demás apreciable en cuanto al planteamiento del tema abordado.
La número uno (Numéro une, Francia, 2017)
Dirección: Tonie Marshall / Guión: Raphaëlle Bacqué, Marion Doussot, Tonie Marshall / Producción: Tonie Marshall y Veronique Zerdoun / Diseño de producción: Anna Falguères / Montaje: Marie-Pierre Frappier / Fotografía: Julien Roux / Música: Fabien Kourtzer y Mike Kourtzer / Reparto: Emmanuelle Devos, Suzanne Clément, Richard Berry, Sami Frey