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LA MATANZA DE TEXAS: REVISITANDO LA SAGA

La matanza de Texas: revisitando la saga

En 1974 el género del terror presenció la llegada de La matanza de Texas de Tobe Hooper, una de las primeras películas que inauguró el slasher tal y como lo conocemos actualmente. Antes de Freddy Krueger, de Jason Voorhees, e incluso de Michael Myers, nació Leatherface. Un villano que ha aterrorizado a millones de fans del género a través de las décadas y que se ha llevado a la pantalla en numerosas ocasiones, siendo la más reciente de ellas la nueva secuela que se estrenó en Netflix el pasado 18 de febrero. Estreno que es una ocasión perfecta para revisitar algunas propuestas de una saga que ha sido, en partes iguales, icónica e incomprendida: con secuelas y remakes que, en su mayor parte, han experimentado un rechazo en su época, pero que hoy podemos volver a ver con nuevos ojos.

La matanza de Texas 5. Revista Mutaciones

La matanza de Texas 2 (1986), por Ernesto Delgado

En 1986, después de la fastuosa tarea que supuso dirigir Poltergeist, fenómenos extraños (1982) y el estrepitoso fracaso en taquilla de Lifeforce, fuerza vital (1985), Tobe Hooper decide retomar su éxito original y volver a dirigir, esta vez para Canon, la primera secuela de La matanza de Texas.

Hooper afronta este proyecto como una oportunidad de autoparodiarse a sí mismo, de plantear prácticamente la misma historia que en la primera entrega, solo que esta vez desde un sesgo más consciente. Esto se hace ver no solo en el propio tono de la película, mucho más virado hacia la comedia, sino también en la propia elección de Bill Moseley para un papel casi calcado, pero diferente, al de Edwin Neal en la original. Papel que surge como parodia al personaje del autoestopista, y que a su vez viene de una sátira propiamente dicha; el corto spoof perdido, The Texas chainsaw manicure, realizado por el propio Moseley.

La matanza de Texas 2 es quizás la secuela más singular de todas las que hayan podido originar de esta franquicia. La única que se atreve a abandonar la ambientación preciosista de la original a favor de una más artificial y colorida. Mientras que futuras entregas se recrearán en una estética de lo real, similar a la de la película original pero inútilmente postiza, Hooper entiende y abraza los manierismos del cine de la Canon, se deshace de las pretensiones y elabora así la que podría ser la única película que verdaderamente entraría en el subgénero slasher de esta marca.

Y aunque sea una secuela que objetivamente pierda la potencia del lirismo visual del polvo y la roña de la primera entrega, no por ello está exenta de imágenes interesantes y puntos a favor sobre la original. La matanza de Texas 2 es una película ridículamente graciosa hasta unos niveles que se escapan a lo irónico. Dicen las malas lenguas que Hooper quiso hacer de la original también una comedia, y es por eso que en la secuela las bromas y el mal gusto estan elevados a unos niveles absurdos, pero gran parte de la gracia (nunca mejor dicho) de esta secuela reside en la sinvergonzonería y la patraña que exhibe esta pantomima de terror. El propio hecho de que la primera escena de Jim Siedow, el patriarca de la familia Sawyer, sea participando en un concurso de comida y bromeando implícitamente sobre que haya utilizado carne humana para ganar el primer premio debería servir para ver de qué pie va a cojear el resto de la película.

Se dice que la primera matanza de Texas sirvió de inspiración a Rob Zombie para La casa de los mil cadáveres (2003), pero la puesta en escena circense, el gore de teatrillo y el propio Moseley sin duda vienen de la segunda parte. Y es que Zombie le debe gran parte de su appeal y su firma personal a la barraca de feria ultraviolenta y desvergonzada que fue este subproducto de la Canon.

La matanza de Texas (2003), por Daniela Urzola

La matanza de Texas vio su caída tan rápido como su esplendor. En la década de los 90, tras las dos primeras entregas, se hicieron otras dos secuelas directas de la original: La matanza de Texas 3 (1990) y La matanza de Texas: La nueva generación (1994). Con Tobe Hooper abandonando las riendas del proyecto, estas secuelas fueron ampliamente rechazadas tanto por la crítica como por los fans del género, y llevaron la saga a un impasse… hasta que llegó el nuevo milenio, y con él la era del remake. La tendencia a revisitar películas de culto y darles una nueva vida llevó a que en la década de los 2000 proliferase el remake en el género del terror. Nuevas versiones de clásicos se empezaron a vender como pan caliente, con el estreno de filmes como: La casa de cera (2005), Navidades negras (2006), San Valentín sangriento (2009), La última casa a la izquierda (2009), Prom Night (2008), e incluso la -no tan santísima- trinidad del slasher: Halloween (2007), Viernes 13 (2009), y Pesadilla en Elm Street (2010). Una oportunidad para los fans de volver a ver, en el caso de los veteranos, o incluso ver por primera vez, en el de los más jóvenes, estos filmes en la gran pantalla.

Sin embargo, a pesar del gran entusiasmo de los fans por estar presenciando un renacimiento del subgénero, muchas de estas películas fueron rechazadas, convirtiendo los 2000 en una de las “peores décadas” para el terror. Un rechazo que se produce al elevar las originales al pedestal de “películas de culto”, que no pueden ser tocadas ni alteradas bajo ninguna circunstancia. Algo que fue creando un concepto tóxico del fandom -como bien lo explica la más reciente entrega de Scream (Matt Bettinelli-Olpin, Tyler Gillett, 2022)-, y que hoy en día se está desmitificando, planteando una reivindicación de los filmes que fueron producto de esta incomprendida década.

La matanza de Texas 3. Revista Mutaciones.

Precisamente uno de los primeros remakes que dio inicio a este creciente fenómeno fue La matanza de Texas (2003) de Marcus Nispel. Como muchos de sus coetáneos, el remake de La matanza de Texas fue catalogado como uno que profanaba a su fuente original, que se alejaba de la historia y la reinterpretaba -tal vez demasiado- libremente. Y las críticas no estaban del todo desatinadas. Es cierto que el guion de Scott Kosar falla en muchos aspectos, añadiendo un exceso de detalles que pretenden construir una narrativa elaborada sin la que la película de Hooper funcionaba a la perfección. Porque más allá de lo que vemos de Sally -su icónica final girl- y de la familia de caníbales a la que se ve enfrentada, Hooper nunca otorga mayor información del pasado de estos personajes. Contrario a esto, en la película de Nispel  se llega, incluso, a sugerir cierto grado de redención para Leatherface, mostrándolo como alguien que padecía una enfermedad y, por ende, había tenido que sufrir más de lo debido. Asimismo, los demás personajes tienen dramas propios que no aportan nada al desarrollo de la historia, y hay incluso otros personajes que caen en tropos negativos del género como el típico niño extraño que eventualmente termina ayudando a los protagonistas.

No obstante, si se ve más allá de esta necesidad por crear una nueva historia, La matanza de Texas (2003) puede apreciarse como una actualización del clásico de Hooper en su contexto contemporáneo, pudiendo rescatar más virtudes de las que tal vez fueron reconocidas en el momento de su estreno. Y esto se ve, principalmente, en una propuesta estética que es fiel a la fuente y que al mismo tiempo despliega una originalidad manifiesta, propia de la época en la que se inscribe. El filme de Nispel mantiene ese ambiente rural y decadente de la obra de Hooper, con una fotografía y un diseño de producción que logran capturar la esencia de la casa de Leatherface y sus alrededores. Sin embargo, el gore pasa de estar sugerido a través de las decisiones de cámara a ser mucho más explícito y, por tanto, desagradable a los ojos. Desde el travelling out con el que la cámara pasa literalmente a través del agujero que ha creado una herida de bala, hasta la secuencia de Leatherface creando sus máscaras -que parece sacada de un vídeoclip de Nine Inch Nails-, el tipo de gore que se emplea en este remake responde a la estética del terror de los 2000.

La matanza de Texas 4. Revista Mutaciones

En otras palabras, La matanza de Texas (2003) es hija de su tiempo. Y, como tal, resulta demasiado desagradable porque decididamente quiere serlo. Una repulsión que en ocasiones funciona muy bien, y que en otras ha envejecido muy mal, como en el caso de algunas líneas de diálogo que explicitan una innecesaria violencia contra la mujer (la cual es perpetuada además con la hipersexualización del personaje interpretado por Jessica Biel). En términos generales, la película está inmersa en una suciedad que se transmite perfectamente en la imagen y que responde a ese lenguaje propio del slasher contemporáneo, en el que se retoman elementos de la puesta en escena original pero se resignifican bajo los códigos del incipiente siglo XXI. Es difícil igualar el trabajo de dirección de Hooper y la pasión que éste despliega en el que es hoy uno de los más grandes clásicos del slasher, pero si se ve más allá de su comparación con la original, es posible leer La matanza de Texas (2003) como un homenaje que arroja nueva luz a la saga ad portas del nuevo milenio y de la estética que éste introdujo en el género del terror.


La matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2, EEUU, 1986)

Dirección: Tobe Hooper / Guion: Tobe Hooper, L.M. Kit Carson / Producción: Cannon Films, Golan-Globus Productions. Productor: Tobe Hooper / Fotografía: Richard Kooris / Montaje: Alain Jakubowicz / Música: Tobe Hooper, Jerry Lambert / Reparto: Dennis Hopper, Caroline Williams, Bill Johnson, Jim Siedow, Chris Douridas, Bill Moseley, Lou Perryman, Harlan Jordan, Kirk Sisco, Ken Evert, Tom Morga

La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, EEUU, 2003)

Dirección: Marcus Nispel / Guion: Scott Kosar / Producción: New Line Cinema. Productor: Tobe Hooper / Fotografía: Daniel Pearl / Montaje: Glen Scantlebury / Música: Steve Jablonsky / Reparto: Jessica Biel, Jonathan Tucker, Eric Balfour, Erica Leerhsen, Mike Vogel, Lauren German, R. Lee Ermey, Brad Leland, Andrew Bryniarski, David Dorfman, Terrence Evans, Marietta Marich

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