LA MALDICIÓN DE LAKE MANOR
El nido
Es imposible evitar hablar de las traducciones y estrategias de marketing en una película como La maldición de Lake Manor (2019), ópera prima del italiano Roberto De Feo. Aunque sea algo externo a un análisis cinematográfico propiamente dicho, cuando se presenta un ejemplo tan llamativo como este, que afecta al propio artefacto especulativo de la cinta, es necesario matizar ciertos aspectos. The Nest (Il nido), cuya traducción literal al español sería ‘El nido’ y no La maldición de Lake MAnor, nos habla de la vida de Samuel, un niño encerrado entre los muros de una gran mansión alejada de la civilización en pleno Lake Manor, en Torino. En ella conviven otras personas, familiares y no familiares, entre los que destaca su madre, una sobreprotectora líder de la casa que no deja que su hijo conozca el exterior por los peligros que pueda correr en él. El joven, postrado en una silla de ruedas tras un accidente de coche que mató a su padre, sigue las estrictas normas y ansía algún día conocer el exterior de ese gran terreno que ha sido su único hogar. Pero la llegada de una joven de su edad, hija de un antiguo amigo de la familia que está enfermo, da un vuelco a sus percepciones y experimenta los cambios emocionales propios de la adolescencia que su madre intentará evitar a toda costa.
Con este argumento, muy alejado de las aparentes casas encantadas que nos venden póster y título, avanza una película gótica de aire misterioso y ritmo sosegado que, sin embargo, nunca alcanza un equilibrio adecuado entre todas las películas que conviven en su interior. Por un lado, la estrategia de venta en España de La maldición de Lake Manor parece partir de la idea, que también tiene la película, de una casa misteriosa en la que sus habitantes nunca sobrepasan las fronteras. El ejemplo más claro proviene de la novela de Henry JamesOtra vuelta de tuerca, que ha dado adaptaciones tan relevantes como Suspense (Jack Clayton, 1961) y la más reciente La maldición de Bly Manor (Mike Flanagan, 2020), serie de televisión distribuida por Netflix. Quizá en el éxito de esta última, y en la posibilidad de jugar con el nombre de la localización, proviene el engañoso intento de emparejarlas en contenido y forma. A pesar de contar con pequeñas similitudes y aspectos (el niño que no abandona la casa, la joven que llega de fuera y se convierte en protectora, el ambiente victoriano de la mansión…) la película nunca llega a entrar en terrenos sobrenaturales, más allá de una engañosa pista, a través de lo onírico, que no entenderemos hasta el final y que despista por un uso efectista de terror demoníaco bastante ajeno a la cinta.
Por otro lado, destaca algo más un interesante elemento narrativo que pretende introducirnos en el cine de terror sobre sectas. Los habitantes de esa casa, bajo unas estrictas normas, tienen prohibido hablar del exterior, y cuando eso ocurre el castigo es inmediato. Cualquier cosa es poca para que el joven Samuel siga viviendo en un limbo de felicidad engañoso que su propia madre ha construido. Recuerda en ciertos aspectos a Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) o a El bosque (M. Night Shyamalan, 2004), donde los anacronismos también jugaban un factor fundamental. Mientras las vestimentas y elementos decorativos de la casa nos hablan de un pasado, la música, los coches, las cajas de cigarrillos o los aparatos electrónicos (ese iPod que la niña trae de fuera) nos colocan en un presente mucho más cercano. Incluso en un futuro, a través de pequeños detalles que pueden pasar inadvertidos y que, de algún modo, son lo más interesante de La maldición de Lake Manor. Una cinta que en su afán por deslumbrar visualmente, llega a perderse en un estilo superficial de set pieces donde el hermetismo inicial da siempre paso a un elevado uso de la música o de los ritmos visuales, tales como las cámaras lentas o los acercamientos tensos a un elemento del encuadre. Por ello, los pequeños detalles y el misterio nunca revelado de manera clara durante el desarrollo del film se convierten en el principal interés de un espectador que no consigue desentrañar el misterio, a pesar de que las cábalas que pueda ir haciendo enfoquen ideas tan extravagantes como el propio final.
Roberto De Feo sabe generar expectativas, a pesar de navegar por una historia en ocasiones sin rumbo. La mirada contemplativa de ciertos pasajes, con una utilización de los planos generales muy interesante en su metáfora de «nido» respecto a los protagonistas con la casa, así como la construcción delicada y atenta de los personajes más jóvenes, brilla en un artefacto formal excesivamente medido en su intención de avasallar. La fotografía oscura y el empleo de un etalonaje en ocasiones excesivo en busca de lo gótico, se mezcla con una mirada nunca clara: partiendo de los interesantes planos fijos (esa secuencia de los guardeses contando un chiste donde la cámara aguanta sin movimiento un largo relato externo al argumento), La maldición de Lake Manor acaba optando más por los travellings recargados de atmósfera opresiva y música enfatizadora, incluso en secuencias de transición que no necesitan de tal armazón, para acabar desembocando en agresivas y truculentas escenas como las del mad doctor, más propias de un terror agresivo como el de Eli Roth o Tom Six (el parecido físico de este médico con el Dieter Laser de El ciempiés humano es llamativo) pero sin el correspondiente gore de esas cintas.
Por ello, en ocasiones, La maldición de Lake Manor, aunque casi mejor referirnos a la película como Il Nido, ya que de maldiciones tiene poco, parece un cajón de sastre donde De Feo ha ido echando todas sus pasiones por el género, y en cuyo final se suma uno más que acaba por arruinar, aunque sea mínimamente, las expectativas iniciales. La cinta no destaca por su originalidad, ahí están todos los homenajes y revisitaciones constantes, pero sí que tiene una mirada intermitentemente interesante a la que no le da miedo sugerir a través del secretismo, de los detalles y de jugar con planos y ritmos más sosegados, que quizá no sean del gusto de todos los amantes del género. A destacar esa delicada observación del despertar sexual y el enamoramiento entre los dos adolescentes, notables Justin Korovkin y Ginevra Francesconi, que en mitad de la cinta se olvidan de los sustos y tensiones para elaborar una historia de amor que satisface entre tanto subyugamiento.
Quizá, por todo ello, la película tenga una venta al público algo confusa, debido a su complicada clasificación dentro de un apartado en el cine de terror. Y esto, que podría ser bueno, acaba resultando más un lastre que un punto a favor. Porque en vez de buscar algo nuevo, en La maldición de Lake Manor De Feo coge todo lo visto y lo mezcla con la esperanza de innovar algo que difícilmente puede tener innovación utilizando los mismos mecanismos. No obstante, queda la pista de un cineasta que, cuando el rigor formal no le devora, llega a demostrar un talento innato para sostener la intriga narrativa. Para mantenerte pegado al asiento con un ritmo que nunca pretende anticiparse a los descubrimientos de su joven protagonista.
La maldición de Lake Manor (Il Nido, Italia, 2019)
Dirección: Roberto De Feo / Producción: Colorado Film Production, Vision Distribution, Film Commission Torino-Piemonte, Regione Piemonte / Guion: Lucio Besana, Margherita Ferri (Historia: Roberto De Feo) / Música: Teho Teardo / Fotografía: Emanuele Pasquet / Reparto: Maurizio Lombardi, Justin Korovkin, Francesca Cavallin, Gabriele Falsetta, Ginevra Francesconi, Massimo Rigo
Malisima pelicula .Un desastre