LA LLORONA (2019)
El llanto de los hijos
Mujer, ¿cómo te llamas? —No sé.
¿Cuándo naciste, de dónde eres? —No sé.
¿Por qué cavaste esta madriguera? —No sé.
¿Desde cuándo te escondes? —No sé.
¿Por qué me mordiste el dedo? —No sé.
¿Sabes que no te vamos a hacer nada? —No sé.
¿A favor de quién estás? —No sé.
Estamos en guerra, tienes que elegir. —No sé.
¿Existe todavía tu aldea? —No sé.
¿Estos son tus hijos? —Sí.
Vietnam. Wislawa Szymborska
Las heridas abiertas por un hecho doloroso permiten abordar el trauma desde diferentes perspectivas. El drama tiende a ser el género más habitual para penetrar por estos resquicios e intentar reflexionar acerca de las causas y consecuencias que han provocado el trauma, así la puesta en escena tiende a escenificar la realidad de la forma más objetiva posible. El uso de cualquier otro género supone aceptar un riesgo al afrontar un relato turbio con elementos que puedan apartarnos de la realidad, pueden ser considerados superfluos y pretenciosos, o pueden dar cabida a más de una lectura sobre la intención de la obra. La llorona (Jayro Bustamante, 2019) asume este riesgo para jugar con lo mitológico en un relato de terrorismo de estado.
Enrique Monteverde, un general octogenario, es juzgado por crímenes de lesa humanidad contra el pueblo guatemalteco, pero el juicio es declarado nulo y es absuelto. El estrés del litigio le provoca a Enrique algunos problemas de salud que se agravan cuando escucha un llanto femenino por las noches. A la par que se intensifican las protestas sociales frente a su domicilio y sus sirvientes dimiten por miedo, una nueva criada, Alma, entra a trabajar en la casa y establece una buena relación con la nieta del militar, levantando las sospechas de toda la familia hacia ella.
Las alusiones a la masacre de los Ixil o el cameo de Rigoberta Menchú permiten referenciar el relato de Bustamante a la historia guatemalteca. De inmediato, hallaremos en Monteverde el alter ego del dictador Ríos Montt, sin embargo, al alejarse del personaje histórico, Bustamante construye libremente una obra en la que introduce el mito. Lo político pasa a un segundo plano cuando lo sobrenatural ocupa el relato para construir una historia de memoria y justicia, una voluntad como la que mostraba El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006) o El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)
Ahora bien, ¿escucha Monteverde el llanto de una mujer o son los delirios de un viejo? ¿La llorona se ha presentado para cobrar la deuda histórica que tiene el general con el país o solamente es producto de la conciencia de culpa del militar? ¿Tiene la esposa de Monteverde pesadillas o son hechizos de la llorona para que presencie las matanzas de los pueblos indígenas? Bustamante deja la puerta abierta a cualquiera de las interpretaciones, decisión controvertida que, seguro, que encuentra detractores, sin embargo, esa ambigüedad le permite construir una atmósfera entre el realismo mágico y el terror para afrontar una historia narrada numerosas veces desde otro punto de vista.
La idea de una familia en crisis ha constituido la estructura inicial de todas las obras del director guatemalteco. Las dudas sobre el pasado, la traición o el cuestionamiento de las reglas morales han servido para mostrar a familias que empiezan a romperse para generar nuevas ideas de familia. Desde este punto de partida, Bustamante ha reflexionado acerca de la realidad de los pueblos indígenas en Ixcanul (2015), la exclusión a la que es sometido el colectivo gay en Temblores (2019) y la impunidad de la que han gozado los regímenes dictatoriales en La llorona (2019). La familia en crisis no es más que la metáfora de una sociedad traumada desde la que partir para explorar las causas y consecuencias.
La llorona es una cinta climática que construye la atmósfera mediante planos que se abren y cierran lentamente, con el silencio que parece comportarse como un personaje más y que da cabida para la aparición de la llorona, con la cuidada ambientación y, sobre todo, con los efectos sonoros que convierten los llantos en susurros. Cuando Monteverde escucha por primera vez a la llorona, se levanta, coge un arma y lentamente se pasea por la vivienda en busca de la desconocida, o cuando Alma se asoma a la litera inferior y su cabellera cuelga como si de una cabeza flotante se tratara referencian directamente a elementos clásicos del cine de terror. Un terror psicológico que permite enlazar el mito con la historia y convierten a La llorona en un cine estimulante, ingenioso y sorprendente. Bustamante es un director talentoso que no tiene problemas en asumir riesgos, se libera de las cadenas de la comodidad para convertir cada nueva obra en hallazgos artísticos.
La llorona (Guatemala, 2019)
Dirección: Jayro Bustamante / Guion: Jayro Bustamante, Lisandro Sanchez / Reparto: María Mercedes Coroy, Sabrina De La Hoz, Julio Diaz, Juan Pablo Olyslager, Ayla-Elea Hurtado, María Telón, Margarita Kénefic / Producción: Jayro Bustamante, Herminio Gutiérrez, Gustavo Matheu, Marina Peralta, Georges Renand / Fotografía: Nicolás Wong / Edición: Jayro Bustamante, Gustavo Matheu / Música: Pascual Reyes
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