SAN SEBASTIÁN 2019: LA GUERRA CIVIL
Mientras dure la guerra vs La trinchera infinita
El Festival de Cine Internacional de San Sebastián acogió, dentro de la Sección Oficial, dos películas que se podrían enmarcar, de alguna u otra forma, en la temática de la Guerra Civil. Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019) y La trinchera infinita (Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, 2019) son dos ejemplos totalmente distintos entre sí pero que con un denominador común: su valor histórico.
Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar
Amenábar se basa en la anécdota de que Carmen Polo, mujer del General Franco, ayudó a Miguel de Unamuno a salir de la Universidad de Salamanca tras la revuelta formada después de pronunciar el discurso de “Venceréis pero no convenceréis”. A partir de ese hecho realizó una labor de investigación que concluyó en un guion que ha estado guardado en un cajón desde hace tres años.
Alejandro Amenábar no pretende poner el foco en la batalla, en los desastres de la guerra, sino que se mueve por otros intereses: retratar la postura contradictoria de Miguel de Unamuno durante los primeros meses desde el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936. Obviamente la película quedaría coja si no se hubiera hecho hincapié en todo lo concerniente a las negociaciones entre los militares que dieron paso a que Francisco Franco consiguiera ser el líder, el jefe de Estado, “mientras durase la guerra”. Las interpretaciones de Eduard Fernández como Millán Astray y de Santi Prego como Franco son uno de los aspectos más conseguidos del filme porque no caen en la parodia sino que se ha intentado ser lo más objetivo posible lejos del estereotipo. La figura de Franco se ha expuesto de múltiples formas, algunas bastante cómicas como la de Juan Echanove en Madregilda (Francisco Regueiro, 1993) o la más seria de Juan Diego en Dragon Rapide (Jaime Camino, 1986) pero la de Crespo, que ensayó con Amenábar durante seis meses para coger el timbre exacto o el más parecido, es una de las más conseguidas.
La película alterna escenas dramáticas, incluso algo sentimentales, con otras que tienen función didáctica pese a que ello le haya costado al propio director que se le tache de ambivalente. Es ese uno de los requisitos que tenía Amenábar: intentar conseguir un equilibrio durante todo momento a pesar de que ello consistiera en no dejar en buen lugar a ninguno de los dos bandos.
El largometraje tiene una función histórica incuestionable pese a que en las formas y en algunas interpretaciones pueda llegar a desentonar o a dar apariencia de sensiblería: es el caso de las escenas familiares del general Franco o de algunas de Miguel de Unamuno como la del famoso discurso, al pecar de demasiado artificio perdiendo así verosimilitud.
La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga
De una película tan académica como la de Alejandro Amenábar pasamos a otra propuesta totalmente distinta como es La trinchera infinita. A partir del documental 30 años de oscuridad (Manuel H. Martin, 2011) el trio de directores formado por Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga se dispusieron crear una historia como homenaje a todas las víctimas de la guerra que tuvieron que esconderse en sus propias casas como único modo de supervivencia.
La trinchera infinita hace un retrato intimista, que recorre más de treinta años, sobre los duros momentos que vive Higinio (interpretado por Antonio de la Torre) tras huir de la guardia civil en un pueblo andaluz durante los primeros meses de la Guerra Civil en 1936. Con ayuda de su mujer (interpretada por Belén Cuesta) consigue construirse una cueva dentro de su casa en la que permanecerá hasta finales de los años 60.
De nuevo, al igual que ocurre en el filme de Amenábar, a los directores de Loreak y Handia no parece importarles, en demasía, hacer un retrato general de lo que supuso la contienda entre los dos bandos sino que centra toda su atención en este personaje principal, si bien en los primeros minutos se intente crear una tensión típica de conflicto, cámara en mano, a partir de una persecución donde la desestabilización de la imagen se explota hasta la saciedad. Pese a ello, es de las pocas escenas donde se vive una tensión de verdad, donde está bien recreada toda la agonía del protagonista. Más adelante el retrato se vuelve más claustrofóbico primando las escenas de interior frente a todo lo demás, poniendo el foco en lo que el personaje de De la Torre puede ver desde su escondite y contextualizando todo lo que ocurrió en España durante las décadas de los 40, 50 y 60 a través del sonido de una radio y mediante algunas canciones. Es en ese aspecto donde la película destaca, ya que la idea de contar la historia de un topo de la Guerra Civil no es algo novedoso dentro del cine español: ya en 1971 Alfonso Ungría realizó Un hombre oculto donde se trataba el mismo tema burlando los límites que imponía la censura durante la dictadura. Años más tarde, haría lo mismo Fernando Fernán Gómez en Mambrú se fue a la guerra (1985) donde el actor, además de director, consiguió crear una fusión perfecta entre comedia y drama de unos momentos tan adversos.
Ahí puede radicar uno de los inconvenientes de La trinchera infinita: recrearse en el dolor y el sufrimiento durante dos horas y media es algo totalmente incompatible con conseguir una narración rítmica sin caer en la densidad más absoluta. No se puede retratar una situación así de manera superficial, pero otra cosa es que los directores se regodeen en la desgracia a beneficio de crear una película llena de recursos formales a costa de una cosa muy importante: la interpretación y verosimilitud de los actores. Y es que Antonio de la Torre no parece haber sido muy bien dirigido, los problemas de dicción y el excesivo empeño por crear un acento andaluz llevado hasta el límite provoca que ni se entiendan algunos diálogos. Belén Cuesta tampoco está en su mejor interpretación y la caracterización tampoco ayuda, pero se lleva la palma Antonio de la Torre con una evolución de su personaje horrorosa en cuanto a lo fisico: ¿De verdad era necesario ese peluquín de lo más cutre y los kilos y kilos de maquillaje que le ponen en el último acto de la película?
Volviendo a Mientras dure la guerra, Amenábar incluye todas las tramas militares que se desarrollaron antes y durante los primeros meses del estallido de la Guerra Civil junto con toda la trama de Unamuno y su relación con la gente de Salamanca. No es reprochable que no ponga el foco de atención en un solo aspecto al igual que en La trinchera infinita se tratan temas y tramas que no tienen ningún tipo de valor ni sentido dentro de la línea narrativa del filme: como la aparición de una relación homosexual, por ejemplo.
Expuestas las diferencias y similitudes no cabe duda de un aspecto muy importante y es que tanto la propuesta de Amenábar como la de los directores de La trinchera infinita son totalmente plausibles y hacen hincapié en la historia de nuestro país desde dos puntos de vista totalmente distintos pero con el mismo objetivo: darle valor a la memoria histórica, aspecto primordial sin ninguna duda. Más allá de los aciertos y errores de cada película, la intención y el resultado son más que correctos aunque las formas no lo sean tanto.
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