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LA FORMA DEL AGUA


Reivindicativa fábula adulta

la forma del agua 1

Incapaz de percibir tu forma,
te encuentro a mi alrededor.
Tu presencia llena mis ojos con tu amor,
doblega mi corazón,
porque estás en todas partes.

Guillermo Del Toro afirma que La forma del agua es la primera película que realiza como adulto. La primera ocasión, tras 9 largometrajes previos, en la que ha podido tratar temas como el amor, la desigualdad, el rechazo y la superación. Pero todo ello bajo su peculiar filtro de género, ya marca de la casa: «No me atrae la sangre y los sustos, sino la poesía de las imágenes. La mecánica del cuento de hadas con la estética del horror.» Una puesta en escena que intentó llevar a su máxima expresión con su anterior trabajo, el relato gótico La cumbre escarlata (2015), con un resultado irregular provocado por la diferencia de enfoques entre productora y cineasta. ¿Solución? Del Toro decidió financiar él mismo su siguiente película, casi por completo, aprovechando cada dólar para que todo pareciese una gran producción. Y, de paso, asegurarse así el control creativo.


El resultado es una fábula fantástica de tonos verdosos que bebe mucho de La mujer y el monstruo (Jack Arnold, 1954), película que dejó grabada en la memoria del director mexicano la figura de la criatura anfibia enamorada de una exuberante Julia Adams, y por supuesto de La Bella y la Bestia (Jean Cocteau, 1946), sobre la que Del Toro comenta: “Para mí era muy importante que la ‘Bestia’ no se convirtiera en príncipe y que la ‘Bella’ no fuera una princesa ideal”. Porque, a diferencia de ambas películas, en las que el monstruo no recibía el amor que ansiaba o cambiaba su aspecto para cumplir con los cánones de belleza y normalidad establecidos para ser amado, en esta ocasión el romanticismo sirve también como reivindicación de aceptarse a uno mismo tal y como es. Esa vuelta de tuerca es la que retuerce el cuento de hadas clásico para introducir, junto a la perversión de roles de los personajes, la inclusión social como eje. La ‘Bestia’ no deja de ser una criatura pringosa y agresiva, mientras que la ‘Bella’ (Elisa) es una huérfana muda que se masturba cada mañana en su bañera. Sus amigos, que la ayudan en su búsqueda de la felicidad y el amor, son una empleada del servicio de limpieza de raza negra, un artista homosexual y un científico inmigrante, comunista y animalista. El malo malísimo de toda esta historia no podía ser otro que un hombre blanco cis heterosexual con un puesto importante, una familia perfecta y un descapotable nuevo. Si esto no es modernizar los cuentos clásicos…

El amor sirve como hilo conductor durante todo el metraje, enfatizado por la melodiosa banda sonora de Alexandre Desplat, pero el disparador es sin ninguna duda el arte. Romance, felicidad y arte van ligados en cada una de las relaciones de los personajes. Así, la protagonista Elisa (Sally Hawkins) y el monstruo construyen su idilio a través de escuchar y bailar la música de vinilos antiguos. Junto a su vecino Giles (Richard Jenkins) comparte en su amistad la admiración por los musicales que ven juntos por televisión, mientras que la luz y los sonidos del cine sobre el que viven se filtra en sus casas. En las fallidas relaciones amorosas de Giles, por ejemplo, no hay conexión artística: a su excompañero (o expareja, tal y como se deja caer) no le gustan sus ilustraciones, mientras que con su nuevo objetivo romántico el problema es la gastronomía. Siguiendo esta lógica podemos observar cómo al villano Richard Strickland (Michael Shannon) no le interesa el arte en absoluto. Valora los objetos solamente por las apariencias o lo que proyecten en cuanto a su poder, y el único libro que le vemos leer es un manual de autoayuda sobre el optimismo y el éxito. Donde no hay arte, donde no hay música, cine, literatura… no hay amor. Y, como prueba irrefutable, ese clímax imaginario en el que Elisa sueña, rebosante de felicidad, con ser protagonista de un coreografiado número musical.

Finalmente, siguiendo con las metáforas poco disimuladas, llega el empoderamiento. Si la criatura acuática logra salir de la ‘pecera’ hacia su libertad, el resto de personajes realiza el mismo camino sentimental. Los oprimidos encuentran la fuerza para sonreír y desafiar a la autoridad, encontrando la satisfacción personal en la propia rebelión. Literalmente, las cicatrices se convierten en una nueva herramienta para sobrevivir en un nuevo mundo, libre y abierto.


La forma del agua (The shape of water, 2017, EEUU)

Dirección: Guillermo Del Toro / Guion: Guillermo Del Toro, Vanessa Taylor / Producción: Guillermo Del Toro, J. Miles Dale / Música: Alexandre Desplat / Montaje: Sidney Wolinsky / Fotografía: Dan Laustsen / Dirección artística: Nigel Churcher / Reparto: Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Michael Stuhlbarg, Lauren Lee Smith, David Hewlett, Nick Searcy

8 comentarios en «LA FORMA DEL AGUA»

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