BERLÍN
Variaciones Berlín
Desde la emisión de su primer capítulo el 2 de mayo de 2017 La casa de papel (Álex Pina, 2017-2021) se ha convertido en todo un fenómeno sociológico de alcance internacional. Éste se ha sustentado por un total de cinco partes -las dos primeras producidas por Atresmedia y las tres restantes por Netflix-, un remake surcoreano titulado La casa de papel: Corea (Kim Hong-sun, 2022) con una sola temporada en su haber, y, por último, o al menos de momento, Berlín (Álex Pina y Esther Martínez Lobato, 2023), desvaída precuela y spin-off protagonizado por el otrora ambiguo criminal Andrés de Fonollosa (Pedro Alonso). O, mejor dicho, por su alias: Berlín.
Un hombre cuyo nombre real en Berlín apenas se escucha a pesar de que su seudónimo esté en boca de todos, como si el mito fuera lo único que existe en una serie que, al contrario que sus precedentes en el tiempo, carece de un anclaje real para abrazar la pura fantasía escapista. Un paso más allá del impulso de la creación de Álex Pina desde que pasó a manos de Netflix, en 2018. Desde entonces mucho de lo apuntado por la magnífica La casa de papel pasó a ser explotado bajo una óptica espectacular más afín en sus excesos a la de la saga iniciada por A todo gas (Rob Cohen, 2001) que del cine quinqui cuyos rasgos y lugares comunes podían rastrearse sin dificultad en sus dos primeras partes, hechas bajo el paraguas de Atresmedia.
Dichos cambios glocalizaron lo contestatario de la propuesta sin asfixiarla por completo ni mermar lo electrizante de su desarrollo y pasaron, entre otras cosas, por pulir aristas como las que rodeaban la inquietante figura de Berlín. Un enfermo terminal, relamido hasta lo indecible, capaz de liderar una banda en su atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre bajo un mando rayano en lo psicótico que fue reconvertido a base de flashbacks en un simpático vividor, mucho más travieso que incómodo en su desbocado narcisismo. Múltiples variaciones que se han establecido en un canon que en Berlín alcanza las cotas de puro delirio y aglutina influencias tan pertinentes en este sentido como Ocean’s Eleven (Steven Soderbergh, 2002), The Italian Job (F. Gary Gray, 2003), la saga de Indiana Jones, el cine de Guy Ritchie o, en otro registro, Tres metros sobre el cielo (Fernando Gómez Molina, 2010). Berlín es una serie pretendidamente ligera, pero depende en exceso de su protagonista y se ve un tanto desequilibrada en su apuesta por el amor como motor narrativo a causa de una sobresaturación de estereotipos capaz de boicotear la suspensión de incredulidad del espectador.
Berlín se convierte en el epicentro absoluto de su primera y más desafortunada mitad, quedando retratado sin apenas ambigüedad en favor de su condición de galán (más antiguo que clásico) enamorado de Camille Polignac (Samantha Siqueiros), esposa del director de la casa de subastas (Julien Paschal) que pretende robar. Además de guiños argumentales, sonoros y visuales, o de la presencia cómplice de las actrices Itziar Ituño o Najwa Nimri en los papeles de Raquel Murillo y Alicia Sierra, la misma trama de Berlín parece hecha desde la intención de rememorar La casa de papel y algunos de los perfiles de los miembros de sus bandas criminales desde una perspectiva adolescente. Perspectiva que acaba condicionando el tono general de la serie, situado muy lejos de la tensión y ocasional brutalidad de la original en favor de una dimensión más sentimental que acaba por adueñarse de todo. Incluso se permite pasar de puntillas sobre la conclusión del robo, convertida en puro trámite para unir sentimentalmente a los miembros de la banda criminal, o de hacer de su botín una demostración más de amor que, una vez consumada, deja las cosas como estaban.
Cronológicamente situada años antes del golpe a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, su historia narra la preparación, desarrollo y obstáculos de un robo a una colección de joyas valoradas en 44 millones de euros por parte de Berlín y su banda compuesta por su amigo Damián (Tristán Ulloa), la tímida Keila (Michelle Jenner, en la mejor interpretación de la serie), el gamberro Bruce (un carismático Joel Sánchez), la pasional Cameron (Begoña Vargas) y el torturado Roi (Julio Peña), que sumaran historias de amor y desamor una tras otra. Una dicotomía entre amor y dinero que, definidos por el propio Berlín como las dos fuerzas que mueven el mundo, también parecen pelear por adueñarse de la serie tanto a través de sus personajes como por el peso narrativo que adquieren alternativamente a lo largo de la serie y que no se equilibra hasta haber traspasado su ecuador.
A partir de ese momento, con la puesta en marcha del golpe y los consabidos obstáculos que se encuentran los miembros de la banda por el camino, se genera un “efecto bola de nieve” reconocible y consabido, pero también dinámico y divertido en su desparpajo. Aunque desgraciadamente, la falta de sentido del riesgo que suponen, por una parte, la condición de precuela de Berlín que hace al espectador conocedor de supervivencia de su protagonista y, por la otra, que los personajes que lo rodean no alcancen el carisma suficiente (o tiempo para desarrollarlo) como para generar tensión sobre la suerte que puedan correr, termina por mermar su efectividad.
El luminoso y hasta diáfano envoltorio formal de la serie, con una fotografía cromáticamente apastelada, un ritmo de montaje supeditado a su ingente banda sonora, y un equipo actoral de físico apolíneo enmarcado por estampas de un París estereotipado hasta lo repelente (aunque con la nota discordante de la omnipresencia de Estrella Galicia), sitúan Berlín al filo de ser una simple comedia de enredos basada en el retrato de un personaje que desgraciadamente no logra sostenerla en solitario.
Resulta revelador que cuando el ladrón interpretado por Pedro Alonso cede terreno narrativo a sus compañeros criminales Berlín funciona mucho mejor, aun a riesgo de evidenciar su condición a medio camino entre el divertimento consciente de serlo y la réplica pasteurizada de la serie nodriza. Por el contrario, gana la opción de construirse como una loa blanca a un protagonista que resultaría más convincente bajo una luz más oscura, capaz de mostrar los matices que se adivinan bajo su apuesta por un amor que solo parece saber conjugar en primera persona del singular.
Berlín (España, 2023)
Creadores: Álex Pina y Esther Martínez / Dirección: David Barrocal, Albert Pintó y Geoffrey Cowper / Producción: Migue Amoedo, David Barrocal, Laia Coll, Cristina López Ferraz, Esther Martínez Lobato, Álex Pina, Albert Pintó y Nicolás Villarejo Farkas para Vancouver Films / Guion: Álex Pina, Esther Martínez Lobato, David Barrocal, David Oliva, Lorena G. Maldonado y Luís Garrido/ Dirección de fotografía: David Acereto, Miguel Ángel Amoedo, Sergi Bartrolí y Íñigo Iglesias / Montaje: Miguel Burgos, Carlos Egea, Luismi Glez Bedmar, Pablo Zumárraga, Patricia Rubio y Raúl Mora / Música: Frank Montasell y Lucas Peire / Reparto: Pedro Alonso, Tristán Ulloa, Michelle Jenner, Begoña Vargas, Julio Peña Fernández, Joel Sánchez, Samantha Siqueiros.
Que desagradable la constante mención errónea s Pedro Pascal, siendo qué el protagonista real Es PEDRP ALONSO
Buenos días,
Gracias por advertir el error cometido: efectivamente, el protagonista homónimo de «Berlín» no es Pedro Pascal, como se mencionaba hasta dos veces en la crítica de la serie, si no Pedro Alonso. Este error ya ha sido subsanado en la crítica que aparece ahora publicada.
Un saludo y disculpas por las molestias que esta confusión haya podido provocar,
Que desagradable la constante mención errónea a Pedro Pascal, siendo qué el protagonista real Es PEDRO ALONSO