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LA BALLENA (THE WHALE)

Camino a la redención

En el libro de culto de Herman Melville, Moby-Dick, la ballena es una metáfora de la fuerza de la naturaleza. Destructiva, devastadora, nociva. La ballena de Moby-Dick representa esa fuerza inquebrantable con la que el protagonista de la novela Ishmael se obsesiona. En La ballena (The Whale), Charlie (Brendan Fraser) también se obsesiona con Moby-Dick. En su caso, con una redacción infantil que guarda muy cerca de su corazón y que, precisamente, inicia y cierra la película.

Charlie es un profesor de escritura que imparte clases online. Al principio del film, se reúne con sus alumnos a través de zoom, pero no enciende la cámara. Ese cuadrado en negro le representa, pues él también se encuentra en un abismo oscuro de su vida y está también recluido entre cuadro paredes: su pequeño piso, oscuro, sucio, desordenado y adaptado a sus necesidades. Charlie sufre obesidad mórbida y no puede moverse apenas del sofá, llegar hasta el baño le supone un esfuerzo enorme y lo tiene que hacer con la ayuda de un andador. Un camino para él muy largo y peligroso, ya que sufre de problemas del corazón. Poniéndose en su piel, Fraser realiza una interpretación dura, honesta y de una sensibilidad que te deja sin palabras.

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En esta adaptación de la obra de teatro homónima con tintes autobiográficos de Samuel D. Hunter, quien también firma el guion del largometraje, Darren Aronofsky vuelve a tratar algunos de los temas comunes en su cine como la obsesión, la redención, la pérdida o el perdón. Lo hizo con Réquiem por un sueño (2000), Cisne negro (2010) o El luchador (2008), con la que también trajo de vuelta a una estrella desaparecida: Mickey Rourke. En La ballena, la pérdida de la pareja de Charlie, un hombre del que estaba plenamente enamorado y por el que dejó su vida anterior, lleva al protagonista a automedicarse a través de la comida hasta conducirlo al límite: le quedan cinco días de vida. Aronofsky los va narrando a modo de capítulos divididos de lunes a viernes, durante los cuales Charlie quiere volver a conectar con su hija, de la que se alejó tras dejar a su mujer.

El estilo teatral es palpable desde el apartamento de Charlie como único escenario, pasando por largas conversaciones o un personaje omnipresente al que vienen a visitar otros. Está Liz, su amiga y enfermera, interpretada por una maravillosa Hong Chau –impecable en ese monólogo en el que habla de la historia de su hermano y difunta pareja de Charlie–; Ellie (Sadie Sink), la hija adolescente de la que se alejó y con la que recupera el contacto; Thomas (Ty Simpkins), un misionero evangelista que quiere ayudar a Charlie, y Mary (Samantha Morton), su exmujer y madre de Ellie. Todos ellos son su único contacto con el exterior, junto a un pequeño pájaro al que deja restos de comida en la ventana.

El apartamento en el que se encuentra Charlie recluido transmite mucha claustrofobia. Durante todo el film, los espectadores acompañamos a Charlie y sentimos su agonía sin salir jamás de esas cuatro paredes. Además, el formato 4:3 con el que está rodada la película genera un encuadre más cuadrado que provoca cierta opresión y desasosiego. Hay veces incluso que la cara del propio Charlie ocupa todo lo ancho del encuadre o, directamente, se sale de él. Esa unión entre 4:3 y primeros planos aumenta la percepción del tamaño de Charlie y permiten un acercamiento al personaje y a su difícil situación.

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Charlie se enfrenta a su pasado, sufre en el presente y, desafortunadamente, no tiene ningún futuro. Aranofsky no incluye elipsis, no escatima a la hora de mostrar los aspectos más miserables de la situación de Charlie, las cicatrices de su vida y el horror de su condición y hace que la película sea muy difícil de ver de principio a fin.

No obstante, dentro de todo ese drama, podemos vislumbrar un halo de luz a través de Charlie. Él no ha perdido la esperanza, sigue siendo un hombre optimista que cree en las personas: confía en sus alumnos, a los que anima a escribir redacciones honestas y reales, y tiene una esperanza ciega en su hija Ellie, a pesar de que le trata con continuo desprecio y resentimiento. Charlie no pierde ese sentimiento ni siquiera en los últimos minutos de su vida, en los que le pide a Ellie un último favor: que le lea la redacción de Moby-Dick que guarda con tanto cariño. Un texto que, en realidad, escribió ella de niña: honesto, crítico y real. Ella accede a concederle este último deseo porque, en el fondo, le aprecia y le quiere. Mientras lo lee, él se acerca a ella sin el andador. Y es así como da sus últimos pasos hacia la redención y el perdón. Un camino duro, doloroso y agonizante pero que, sin duda, merece la pena.


La ballena (The whale) (EE.UU., 2023)

Dirección: Darren Aronofsky / Guion: Samuel D. Hunter (basado en su obra de teatro The Whale) / Producción: Darren Aronofsky, Jeremy Dawson, Ari Handel / Fotografía: Matthew Libatique / Montaje: Andrew Weisblum / Música: Rob Simonsen / Reparto: Brendan Fraser, Hong Chau, Sadie Sink, Ty Simpkins, Samantha Morton

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