KATHLEEN KENNEDY: LA MUJER AMBLIN
“Serás mi secretaria personal”, le espetó Steven Spielberg a Kathleen Kennedy tras finalizar el rodaje de 1941 (1979). Kennedy había sido ayudante de producción de John Millius durante la realización de la película, su primer trabajo importante desde que se mudase a Los Ángeles. Ella llegaba con un buen currículum tras graduarse en Redding y después especializarse en cine y telecomunicaciones en la Universidad de San Diego, Spielberg ya era un realizador bien situado gracias a Tiburón (1975) y Encuentros en la tercera fase (1977). Seguramente, nadie en aquel momento tenía la menor idea de que aquella ayudante, inexperta, aunque competente y discreta, llegaría a ser una de las figuras más poderosas del Hollywood de nuestros días. En la conocida como “Meca del cine”, Kathleen Kennedy siempre ha tenido mucho que decir –y hacer-, aunque ahora más que nunca, cuando la industria sufre una indigestión de escándalos que la productora está dispuesta a erradicar.
Cuando Spielberg le propuso producir E.T., el extraterrestre (1982), sus sensaciones fueron las de una joven de 30 años superada por las circunstancias, pues se trataba de su debut en la producción en solitario. Kennedy mantiene en el recuerdo aquel desasosiego mezcla de miedo y excitación por el desafío, aunque esa fue la última vez que a la productora le tembló el pulso. Han pasado 40 años desde aquellos primeros pero ya trascendentales pasos. Kathleen Kennedy, a la que cuando habla le cuesta cambiar el gesto afable o perder la sonrisa, está situada en lo alto de la pirámide por méritos propios, los de una mujer entregada a la causa de hacer disfrutar al público gracias a un gran ojo clínico para elección de proyectos y a una inmersión profunda en el proceso de realización de un sinfín de largometrajes. Las cifras que han manejado muchas de sus películas en términos de recaudación hablan por sí solas: es la productora más importante del panorama cinematográfico.
Y en el medio de toda esta grandilocuencia laboral, Amblin Entertainment, la productora que en 1981 fundaran los inseparables Spielberg y Kennedy junto a Frank Marshall. De ese embarazo deseado, títulos tan laureados como la propia E.T., Los Goonies (Richard Donner, 1985), Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993), Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995), Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) y otros taquillazos de tremenda repercusión. Así es Amblin, la productora situada en la sede de Universal, creada por un trío ambicioso, soñador y de lo más enérgico. Después, con Marshall, que se había convertido en su marido, Kennedy se embarcaría paralelamente en otra empresa llamada The Franklin/Marshall Company, dejando años después al frente a Marshall para aterrizar en el que sería su mayor reto desde la producción del film sobre el extraterrestre del dedo rojo: la presidencia de LucasFilm, cargo capital que aceptó un 30 de octubre de 2012.
En aquella posición cualquiera debería sentirse el rey del mundo, pero, al contrario que ese DiCaprio rubio y gritón que anunciaba ante el océano su condición de monarca de tercera clase en Titanic, Kathleen Kennedy siguió siendo sigilosa, manteniendo el mismo perfil bajo con el que asumió sus responsabilidades y sus éxitos. Es elegante, camina y se muestra firme, como hecha a medida para puestos de alto nivel. Tiene un rostro amable cuyos rasgos suaviza con una media melena eterna, ojos claros y un rictus marcado. Es raro verla hacer aspavientos. Su semblante, siempre tranquilo, muestra inteligencia y un aire de curiosidad imperecedera. Pero estos días convulsos, entre película y película, la brillante productora agrava su actitud y utiliza su liderazgo para recordar que ha llegado el momento de ponerse serios.
Kathleen Kennedy conoce el problema, ha asumido el alcance y se ha puesto al frente de una comisión que tiene el objetivo de erradicar los abusos machistas en la industria, quizá el tema más doloroso y candente de toda la actualidad cinematográfica. Sabedora de su estatus, Kennedy trabaja activamente para desarrollar, junto a otras organizaciones, las bases de una asociación que debería prevenir en el futuro la devastadora dinámica de excesos que está salpicando a medio Hollywood, empezando por la infame figura del productor Harvey Weinstein. De esta forma, la productora de El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999) o La escafandra y la mariposa (Julian Schnabel, 2007), que no ha mirado hacia otro lado, está utilizando su poderío para acaudillar una de las iniciativas más contundentes contra el abuso sexista.
Y así, la que antaño les sirviese los cafés a algunas de las figuras más relevantes del Nuevo Hollywood –y de los que puede saberse mucho más en un libro fascinante como Moteros tranquilos, toros salvajes1– o pensase que el despacho de Spielberg en el año 1978 “parecía un nido de ratas”, capitanea hoy el empoderamiento de la mujer en el difícil juego del cine norteamericano y por ende el mundial. Kathleen Kennedy es la dueña y señora de una imponente carrera amparada por su propio sentido común y la ilusión intacta de una arquitecta de sueños con cimientos de hierro.
- BISKIND, Peter (2008): Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambió Hollywood. Anagrama. Barcelona.