ENTREVISTA A JO SOL (NOS QUEDA LA NOCHE)

«Una toma de palabra insolente»

Nos queda la noche (2020) es un relato de viaje de unos enamorados nostálgicos. Aunque diciendo eso nos apartamos del tono del filme de Jo Sol. En realidad, aunque la voz en off evoca una relación amorosa, el desfile de imágenes cargadas de personas amontonadas en un frenesí de vida apunta hacia otro lugar. ¿Cómo retratar las ganas de estar viviendo en su continuo acontecer? Algo así se pregunta esta película, o este ensayo, o este diario de imágenes quizá. Las palabras recitadas que acompañan el frenesí de cuerpos parecen casi acertijos. En realidad, buena parte de ellos son aforismos escritos por el filósofo Santiago López Petit, con quien Jo Sol ya había colaborado en su anterior película el Taxista Ful (2006).

Unos aforismos que llenan las paredes de una de las salas de exposiciones del Palau de la Virreina de Barcelona, el centro de la imagen y cultura visual que se encuentra en plena Rambla. Las fotografías de Afra Rigamonti, las palabras de Santiago López Petit y el ensayo visual de Jo Sol componen el tríptico de la exposición “La noche incandescente” que contrapone la Vida frente al querer vivir. Una propuesta ambiciosa de Jo Sol que suma a su recorrido como cineasta una nueva fórmula de trabajar algo alejada de lo que hemos visto en otros de sus trabajos. Una mirada a veces difícil de descifrar entre personas que no tienen rostro, que se juntan en un hilo vital en el que no hay nadie propiamente. Poder entrevistarle es una oportunidad de acercarnos a su obra, una de las más interesantes del panorama cinematográfico de protesta catalán.

Jo Sol
Jo Sol, durante el rodaje de Armugan, su última película. Foto: Sofía Russo Munne.


A tu película Nos queda la noche la acompaña una exposición en el Palau de la Virreina que se podrá visitar hasta junio. La exposición es un collage de aforismos e imágenes en torno a la oposición entre la Vida y el querer vivir. ¿Nos puedes hablar un poco de ella?

La exposición es una traducción al lenguaje museístico del ensayo documental Nos queda la noche. Un  acontecimiento cultural que, insertado en el  contexto actual, supone un doble atrevimiento. Como dice su comisario, Valentín Roma, supone una toma de palabra insolente. A mi me llamó en plena pandemia para decirme: oye que todo se hunde pero la expo la vamos a hacer. Eso me parece de una valentía y de una coherencia que no he visto entre la inmensa mayoría de gestores culturales que han tenido en sus manos la suerte promocional de mis trabajos, especialmente  en este año en el que han caído tantas caretas, he visto a tanta gente esconderse, tantos silencios cobardes, que la valentía de Roma merece mi eterno reconocimiento.

 No era la primera vez que colaboras con Santiago López Petit. Tiene un papel importante en El Taxista Ful, como portavoz del colectivo «Dinero Gratis», una película que refleja en cierta manera el descontento entre los grupos de izquierdas de esa Barcelona postolímpica. En la misma película aparece Manel Delgado y otros personajes reconocibles de la lucha en Barcelona.

Lo de “portavoz” seguro lo dices con ironía. El dinero gratis no tenía portavoces porque era un grito colectivo que sacudía el sentido común.  En cualquier caso Santi, y Manel, han influido en una gran cantidad de gente, desde sus clases en la universidad, desde su militancia y en su pensamiento. El descontento que refleja esa película iba mucho más allá de una situación coyuntural y ya señalaba de forma muy clara las causas de la precariedad y la imposibilidad de enfrentarla desde esa izquierda a la que te refieres.  La lucha de las que Santi habla, empieza mucho antes de las olimpiadas. Habla de derrotas que precisamente la izquierda política no puede asumir como tales, porque siente que no fueron sus derrotas. La derrota del movimiento obrero, el fin de la autonomía, la traición de los sindicatos, preparaba el camino para lo que tenemos hoy.

De hecho, Nos queda la noche se distingue de otras anteriores donde Barcelona casi era uno de los personajes centrales, con sus luchas, sus lugares predilectos y sus contradicciones. Este largometraje en cambio gira en torno a un largo viaje por distintos lugares. ¿Puedes hablarnos de ese viaje y de los sitios que aparecen?

Quiero pensar que el viaje geográfico de Nos queda la noche, aun habiendo recorrido tantos kilómetros, no es lo más relevante de la película, ya que se muestra como una circularidad asfixiante que no conduce a ningún lugar. El viaje que cuenta es el que nos permite mirar a todas esas vidas que circulan frente a la cámara, como un todo integrado, en el que las diferencias culturales se perciben como detalles menores, frente al pálpito común del querer vivir. Si hemos sido capaces de reflejarlo es que el viaje del que habla la película es verdaderamente interior, transformador. Si se percibe como una especia de Baraka (Ron Frick 1992), una oda estética a la exotismo cultural, para mi será un fracaso. Por lo que he podido ver, y vibrar con el público que disfruta de la película y de la exposición, y que confiesa sentirse removida, sacudida, parece que efectivamente, ese viaje tiene una carga de profundidad, deja un poso de reflexión que trasciende a la sensación de haber visto una colección de bonitas postales. Un viaje más.

Un lugar común que se repite en Nos queda la noche son los ambientes festivos.

Pues realmente en Nos queda la noche hay bien pocos. Me refiero que sí rodamos manifestaciones, rituales y hasta entierros, como actos organizados. El resto es gente en la calle que expresa su querer vivir con desesperada alegría. Esa mirada alegre y desesperada sobre la vida, es algo que los seres anónimos tenemos en común. Aunque conozcamos muy poco de sus vidas, de los detalle que las componen, al cerrar los ojos nos resuena ese grito del querer vivir en los oídos, y podemos ver vislumbres de sus instantes de gloria bailando y haciendo el amor. Eso nos queda, aunque, de nuevo, con la pandemia, la vida y el poder nos sitúan ante un nuevo escenario, que como en una película mil veces vista, la dificultad se redobla y se nos pide un nuevo esfuerzo. Desatar una guerra por la vida, como dice Santi, es la última propuesta cada día más obvia, cada día más absurda, que nos dicta el director de esta pesadilla.

 Se podría decir que tu cine es político. O por lo menos que contiene un grito. ¿Cómo te referirías a tu forma de hacer política, de intervenir en las relaciones de poder a través de tus películas?

Creo que mi aportación es mucho más modesta que la de influir en ningún poder. Ojalá pudiera derogarlos. Creo que lo más político que se le puede atribuir a mi cine, tiene que ver con la voluntad de enriquecer el relato cultural con temáticas que quedan excluidas del mismo, o que cuando aparecen lo hacen sobre puntos de vista espectacularizados, inocuos. Si podemos hablar de lo que no se habla desde algún lugar que escape a lo obvio, si una película puede alimentar el pensamiento critico, creo que está haciendo esa función política. Hacer cine político no puede significar pegar solo la chapa, o mostrar e patetismo de los vencidos, de los eternamente sometidos.

 En cierto sentido, Nos queda la noche es un ensayo que destila explícitamente lo que se desprende de tus largometrajes anteriores, una sensibilidad hacia los desheredados en un mundo de mierda.

Los nadie, el hombre anónimo, ese desconocido que tenemos al lado y que habita en nosotros. Me parece muy generosa tu pregunta  porque si realmente estoy haciendo eso que dices, si realmente se nota como un hilo conductor de mi trabajo, me sentiré plenamente gratificado. A veces cuando cargas tus contenidos de aseveraciones desesperadas, parece que lo haces desde la arrogancia de creer que dispones de todas las respuestas. Yo nunca he sentido eso. Sí la desesperación de no querer irme sin intentar decir algo que pueda resonarle a otros, pero jamás pontificar a cerca de caminos seguros y directos hacia “la verdad”. Todo lo contrario. Yo no me debo a nadie, ni las tesis de mis películas se quieren reducir a “los males del capitalismo”. Intento, empujado por la integridad y conocimiento de colaboraciones imprescindibles como la de Santiago López Petit en el contenido, y de Afra Rigamonti en la producción de imágenes y edición, y sobretodo, en la amistad de ambos y de mucha otra gente detrás de cada película, lo que hago, es intentar no traicionarles con obviedades ni con dogmatismos. Esforzarme por ir más allá aunque a menudo no lo consiga o haga el ridículo en el intento. Ya no me afecta, es la ventaja de la edad.

Háblame un poco de tu forma de hacer cine. Digamos, de tu trabajo propiamente. Tu manera de entablar relación con los actores deja al espectador o espectadora la sensación de no saber si está frente a una película o frente a la vida real de alguien.

A temporadas siento que sí existe una verdadera metodología tanto en el trabajo con los actores como en la mirada y punto de vista. A veces lo llamo “cine urgente”. Si fuera más ambicioso algún día lo teorizaría para poder compartirlo. Lo hago puntualmente cuando me invitan a dar alguna charla o taller. Me gusta compartir lo que he experimentado, por si a alguien le puede servir. He estado bastante ocupado en lo últimos años y no he tenido tiempo para teorizar sobre mi manera de trabajar. Yo confío en las personas capaces de discutir, de conceptualizar, lo disfruto mucho. Por eso he tenido grandes desencuentros con intérpretes que quieren aprenderse un papel y aplicar una técnica. Me ha pasado muchas veces. Algunos te hablarán fatal de mi en ese sentido. Y me disculpo, pero creo recordar que siempre, ya desde la primera reunión, les digo que si no son capaces de debatir con la cámara apagada, de informarse, de defender posiciones propias, de situar su mirada frente al contenido que les propongo, todo guión o diálogo que pueda escribir me sonará falso. No funcionará. Respeto el trabajo de los actores, pero prefiero trabajar con interpretes naturales con personalidad. Si eso coincide con una actor o actriz de método, pues ¡genial! pero normalmente tampoco lo puedo pagar…

 Además, ahora mismo las docuficciones, o los dispositivos que mezclan imágenes sacadas de la vida cotidiana con «trucos» cinematográficos están pasando por un buen momento en el cine de autor español. 

Sí, es cierto, y he visto cosas muy interesantes. En general me resulta más estimulante el cine documental y experimental que se hace en España que la ficción, sobretodo si también hablamos de las series. Hablo en general.

 ¿Qué tienes pensado hacer ahora?

Estoy en un proyecto muy loco y salvaje, sobre tratamientos experimentales con LSD. Sostengo la tesis que la industria farmacéutica ha reapropiado los planteamientos contraculturales que llevaron a la cárcel a toda una corriente de pensamiento heterodoxa. Hoy ya nadie se acuerda de que un juez federal ordenó la quema de las obras de Reich en la incineradora de Manhattan a finales de los 50. Recuperar la memoria de la disidencia científica que es hoy vanguardia, denunciar las prácticas coercitivas de las instituciones psiquiátricas, de cualquier institución de hecho, la medicalización de la vida para aquellas vidas que no soportan el peso del mundo  y proponer una mirada más humana sobre la salud mental, es la base de esta nueva película multiformato, de la que ya tenemos acordada su distribución para VR y planetarios en Europa y Asia.

 


Nos queda la noche (2020)

Dirección: Jo Sol / Guion: Santiago López Petit / Producción: Afr Rigamonti y Pau Milán (para Shaktimetta) / Fotografía: Afra Rigamonti / Montaje: Afra Rigamonti / Música : Adrián Simg

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