ENTREVISTA A JAVIER H. ESTRADA. JEFE DE PROGRAMACIÓN DEL FESTIVAL DE CINE DE SEVILLA
“El Festival de Sevilla tiene una esencia y un espíritu únicos”
Pese a su juventud, la trayectoria de Javier H. Estrada es extensa. Crítico de cine, miembro del Consejo de Redacción de la revista Caimán. Cuadernos de cine, profesor en distintas instituciones como la Universidad Camilo José de Cela de Madrid, la ECAM o la Escuela de arte Master LAV, así como co-fundador y jefe de programación de FILMADRID y miembro del comité de selección del Festival Internacional de Cortometrajes de Oberhausen. Desde 2017 es, además, responsable de programación del Festival de Cine Europeo de Sevilla, ocupación por la que le entrevistamos, justo cuando da comienzo la 18ª edición de un certamen que cada año gana más adeptos entre la crítica y la cinefilia nacional. Estrada nos da pistas sobre los títulos y ciclos programados que se exhibirán en la ciudad hispalense desde el 5 hasta el 13 de noviembre, y no rehúye a ninguna pregunta, mostrando siempre su carácter dialogante y apasionado sobre el séptimo arte.
226 obras están programadas en los nueve días que dura el Festival de Sevilla. Se trata de una cifra bastante elevada. ¿Debe un festival albergar tantas películas? ¿No estáis pecando de cierto gigantismo los programadores de festivales?, utilizando el término que usa Carlos Heredero.
Lo que critica Heredero en su artículo es un debate abierto muy interesante, pero hay que observar la naturaleza de cada festival. No es lo mismo, FILMADRID que el Festival de Sevilla, por poner un ejemplo. Este último tiene una dimensión diferente, subvencionado por el Ayuntamiento, con ayudas importantes a nivel estatal y de Europa Media, lo que conlleva a una ambición y visibilidad mayores. Es necesario realizar una oferta muy amplia, siempre atendiendo a una mirada muy nítida. El Festival de Sevilla tiene una esencia y un espíritu únicos, ni mejor ni peor que otros. Y resulta bonito que cada festival dialogue de forma distinta con el cine contemporáneo y del pasado.
¿Pero no debería haber menos títulos y más difusión y dedicación a estos, programándose más sesiones?
Por supuesto que siempre está la duda de si nos hemos pasado con tantos títulos, que podría haber sido más pequeña la selección, aunque también podría haber sido más grande. Lo que sí garantizo es que la programación está muy cuidada y estamos muy orgullosos de ella. Yo siempre digo que el catálogo de un festival es para el equipo de programación lo mismo que la película para un director, es nuestra manera de ver el cine en este momento, con matices, con giros de planteamientos, texturas diferentes, etc.
¿Por qué razón no se potencia más la iniciativa del SEFF365, una programación elaborada por el festival para todo el año en la ciudad de Sevilla? ¿Lo ves como un elemento importante en el futuro de los festivales? Sería interesante que no se aglutinen todas las proyecciones en una semana, sobre todo en las ciudades donde no hay filmotecas ni cinetecas que realicen esa labor con el cine más independiente.
Es un comentario muy pertinente y puedo decir dos cosas al respecto. Primero, las dificultades administrativas. Que este festival esté financiando por el Ayuntamiento de Sevilla conlleva unas ventajas y otras desventajas, y al final repercute en que todo se concentre en el evento, que son los nueve días que transcurre el festival. Y segundo, dentro de las limitaciones existentes intentaremos que de cara al año que viene vaya agilizándose este aspecto, queremos que el festival sea un agente cinematográfico durante todo el año. Como programador puedo decir que este tipo de elementos, en muchas ocasiones, se nos escapa. Es un tema complejo, pero estoy de acuerdo en que debemos de luchar por ser más relevantes durante todo el año.
Hay para esta edición un acuerdo con FILMIN para exhibir parte de la programación (sobre todo de Nuevas Olas) como ya ocurriera en la edición anterior. Otros festivales también han apostado por esta iniciativa que se impulsó en 2020 como consecuencia de la pandemia. ¿Va a ser una norma de cara al futuro? ¿Irá a más? ¿No disuade a la gente a que acuda a la sala de cine?
Se trata de otra cuestión muy debatible, pero he decir algo muy importante a este respecto y es que de los grandes festivales españoles somos el que menos programación online tiene, además con una amplia diferencia respecto a los demás. Ese es nuestro claro objetivo. El año pasado vivimos una circunstancia que nos llevaron a ciertas revelaciones que pueden ser muy positivas y otras no tanto. Yo creo mucho en los cambios paulatinos, en no ir dando bandazos, hay que dejar tiempo para ver cómo va funcionando este sistema. Nuestro planteamiento de contenidos en FILMIN de este año es bastante reducido, pero al mismo tiempo muy claro. Hemos reflexionado mucho sobre qué obras queríamos que estuvieran ahí, y además las hemos protegido mucho en salas. En mi opinión, en esta programación de FILMIN se encuentran joyas como la tunecina Black Medusa (Youssef Chebbi, Ismäel Chebbi, 2021) o la dominicana Liborio (Nino Martínez Sosa, 2021). Es muy interesante también la inclusión de los cortos seleccionados para los premios EFA, porque creemos que a veces los cortometrajes pueden quedar de alguna manera oscurecidos por la vorágine del festival y, es posible, que de esta manera los potenciemos. De todas formas, quiero dejar clara la idea de que el cine online aún es un aliado, pero nuestra pelea está indudablemente en las salas de cine.
La programación de los cortometrajes en los festivales es otro debate abierto. El Festival de Sevilla suele exhibir los cortos pre nominados a los premios EFA en tres programas diferentes y es cierto que muchas veces se deja de lado. ¿Hay planes diferentes de cara al futuro para programarlos? Por ejemplo, en el caso de FILMADRID los cortometrajes compiten junto a los largometrajes y en la SEMINCI se proyectan junto a los largos compartiendo la sesión.
Este debate lo tenemos todos los años, pero al final pensamos que en España existen festivales que programan muy bien los cortometrajes, como son los casos de Curtocircuíto o ZINEBI. No sé si es ético y justo que el Festival de Sevilla entre en esa dinámica, quizás tenemos que pensar en lo que tenemos que proteger, puede que no seamos el festival idóneo para impulsar el cortometraje. Hay que respetar ciertos espacios, hay que ser generosos con los compañeros que llevan trabajando en este terreno tantos años y con tanto cuidado. Este es nuestro punto de vista ahora mismo, el cual puede cambiar en el futuro.
Centrémonos en esta edición número 18. Todos los años Francia es el país predominante del Festival de Sevilla entre producciones y coproducciones, y seguramente esta edición también lo sea, pero sorprende este año el número de producciones italianas en diferentes secciones. ¿A qué es debido? ¿Se trata de un hecho meramente circunstancial de esta edición?
Desde que soy programador en este festival he notado una conexión muy fuerte entre el cine italiano con el público y la prensa. Para mí, una de las películas clave que hemos programado fue Martin Eden (Pietro Marcello, 2019). Recuerdo con emoción ese final de proyección con Marcello entrando en sala para el debate, la enorme vibración que existía entre el autor y el público. Y la obra terminó ganando el Giraldillo de Oro. Algo similar puede ocurrir este año con Il buco (Michelangelo Frammartino, 2021), donde el autor nos lleva hasta las profundidades (literales) de la tierra para comprender realmente qué sucede aquí arriba. Frammartino es un maestro que postula un cine poético de clara raigambre italiana. Y esto nos conecta con otras películas como Piccolo corpo (Laura Samani, 2021), que nos transporta hasta una historia que fabula sobre una intensa historia de maternidad tan desgarrada como luminosa, o como The Tale of King Crab (Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis, 2021), de una poética sincera y poderosa. También podrán verse Atlantide (Yuri Ancarani, 2021), un insólito retrato de las entrañas de Venecia, o Futura (Pietro Marcello, Francesco Munzi, Alice Rohrwacher, 2021), una road movie por el sentimiento de la juventud italiana dirigida por tres grandes autores. Hablamos mucho de que se realizan demasiadas películas sobre adolescentes, pero esta se aleja de clichés e ideas preconcebidas para lanzarse al encuentro con una generación perdida que es diferente al de los creadores del filme. La verdad es que ha sido un gran año de cine italiano y así hemos querido reflejarlo. El cine que se hace en Italia actualmente ha vuelto a un punto de fragilidad muy interesante, alejándose del cine descreído y poco inspirador que se estaba realizando. Hay una hornada de cineastas italianos con una poética que nos recuerda a Pasolini.
En la programación de esta edición sorprenden las apuestas, un tanto desconocidas, de cine español, más allá del debut en el largometraje de Chema García Ibarra. ¿Qué nos puedes decir sobre ellas?
Empecemos por David Pantaleón, director de Rendir los machos (2021), cuyo estreno mundial será el próximo sábado. Su caso es similar al de García Ibarra, un cineasta curtido en los cortometrajes y muy premiado, que dignificó el corto tratándolo no como un preámbulo sino como una obra rotunda. Su ópera prima nos lleva hacia un imaginario único con una historia de confrontación fraternal que refleja muchas grietas de nuestra identidad. Se trata de una revelación del cine español. Puedo citar también a Un cielo tan turbio (Álvaro F. Pulpeiro, 2021) en la cual su director se jugó la vida rodando en la frontera entre Colombia y Venezuela. Él se introduce en la boca del lobo, un lugar caótico, donde Pulpeiro halla un sentido. Sorprende, además, su prodigio técnico, con un trabajo de sonido abrumador. Por otra parte, Liliana Torres propone con ¿Qué hicimos mal? (2021) uno de los experimentos fílmicos más estimulantes de los últimos años, una autoficción cinematográfica que ahonda en las dificultades que tenemos actualmente para crear vínculos sólidos. Es un ejercicio despojado y honesto. Y no hay que olvidar Las gentiles (Santi Amodeo, 2021), en el que Amodeo regresa a su esencia, al cine más independiente. Un retrato adolescente de una altura admirable, que capta a una Sevilla lejos de la postal, que se cae del cliché.
En las últimas ediciones del Festival se han programado un número importante de películas con una duración extensa, inusual para lo que comúnmente se considera estándar. Este año vuelve a ocurrir. ¿Es casual esta decisión? ¿Está relacionado la duración con la calidad de las películas? Es decir, ¿es difícil encontrarse películas de larga duración que no tengan interés?
Yo soy un apasionado de los cineastas que expanden el tiempo y lo utilizan de una forma transformadora, como Béla Tarr. Tenemos este año películas como Onoda (Arthur Harari, 2021) o Fabian: Going to the Dogs (Dominik Graf, 2021) que rondan las tres horas. El año pasado el Giraldillo de Oro lo ganó Malmkrog (Cristi Puiu, 2000) y el Gran Premio del Jurado fue para El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020). Fue algo increíble, las dos obras que ganaron duraban tres horas y veinte minutos. Pienso que hacer una película extensa requiere de un grado de maestría y virtuosismo grande. Tiene mucho que ver con el ritmo, el montaje, con el cariño del instante. Estas películas tan extensas son, tal vez, las que muestran con mayor claridad la importancia del instante cinematográfico.
Cuéntanos sobre la nueva sección Hacia otra historia del cine europeo. ¿Va a continuar en próximas ediciones?
Es uno de los grandes acontecimientos de esta edición, una sección desde la que planteamos que la historia del cine europeo se puede y se debe repensar. Debemos cuestionar el canon. Es un primer capítulo que esperemos que se siga repitiendo hasta completar un libro bien amplio. La sección la integran cuatro películas dirigidas por mujeres y otras cuatro por hombres. Es una apuesta por la paridad, porque las mujeres en la historia del cine han sido oscurecidas. Se trata de trastocar los cimientos. El público se tiene que dar cuenta de que no podemos seguir pensando los mismos títulos y autores, que por más que los adoremos el cine europeo no se acaba en Godard, Varda, Fellini, Pasolini y Bergman. Tenemos que dar un golpe en la mesa y romper con esa idea. Estamos contentos con este programa, que viajará después del festival hasta la Filmoteca de Valencia y esperemos que se exhiba en muchos lugares.
¿Por qué este año no ha habido foco en cineastas concreto como si hubo en ediciones anteriores?
A veces nos apasiona pensar en conceptos y por ello programamos el ciclo de los 40 años de Light Cone, foco clave de emergencia creativa sin límites de cine experimental. Otros años sí hemos puesto el foco en figuras individuales. Por ejemplo, el ciclo sobre Cecilia Mangini del pasado año fue todo un éxito, que viajó por muchos sitios de España e incluso llegó hasta Estados Unidos. Mangini, que falleció a principios de este año, no pudo viajar a Sevilla por la pandemia, pero ella estaba dispuesta a venir. Este año, sin embargo, queríamos centrarnos en el concepto. Además, en esta edición conversaremos con programadores de Filmotecas acerca de la relación entre estas entidades y los festivales, que en ocasiones no es fluida. El Festival de Róterdam es, en este caso, un ejemplo a seguir.
Para finalizar, un deseo para esta decimoctava edición del Festival de Sevilla.
Espero que regresemos a lo que es un festival de cine: público conversando con cineastas, cineastas conociendo las reacciones de primera mano. La programación es muy empática, humanista. El mundo es ancho y ajeno, como reza el título del escritor Ciro Alegría, pero la relación humana está por encima. Eso es lo que yo deseo, que nos volvamos a encontrar en la gran pantalla, lugar clave en la relación entre los espectadores y los creadores.