HISTORIAS PARA NO DORMIR (MINISERIE)
Géneros y autores: viejas historias, nuevas voces
Historias para no dormir (2021), como sus propios créditos iniciales anuncian, es una actualización de algunos de los relatos más memorables de la mítica serie creada por Narciso Ibáñez Serrador. La homónima y original Historias para no dormir (Narciso Ibáñez Serrador, 1966-1982) supuso la puerta de entrada a géneros populares como el terror y la ciencia ficción –con altas dosis de thriller–, otorgando un soplo de aire fresco al panorama televisivo español de la época. Además, fue el inicio de una carrera artística que nos entregaría títulos de género tan interesantes como La residencia (Narciso Ibáñez serrador, 1969) o ¿Quién puede matar a un niño? (Narciso Ibáñez Serrador, 1976).
Sin embargo, abordar esta especie de remake desde la comparación con el trabajo de “Chicho” no dejaría de ser una tarea un tanto estéril, teniendo en cuenta las voces de los creadores elegidos para la nueva versión –únicas y frescas, ergo dignas de un análisis individualizado– o las precarias condiciones de producción de la primera. Por lo tanto, merece la pena detenerse en cada uno de los cuatro capítulos independientes, dirigidos respectivamente por Rodrigo Sorogoyen, Paco Plaza, Paula Ortiz y Rodrigo Cortés.
El doble (Rodrigo Sorogoyen): identidad en duda
El ya famosísimo director de películas como Que Dios nos perdone (2016), El reino (2018) o la serie Antidisturbios (2020), sale de la zona de confort que se ha creado a base de esfuerzo en lo que podemos llamar el neo-noir ibérico para adentrarse en un relato de ciencia ficción. El doble presenta un Madrid ligeramente distópico y muy cercano al actual, en el año 2024, centrándose en la relación de pareja entre Dani y Eva, con la irrupción insospechada de un elemento –¿individuo? — más: un doble idéntico de Dani que ha sido adquirido por este. Un argumento así parecería extrañísimo para el director si no hubiera ya tocado, en cierta manera, un tema muy parecido en su episodio para la miniserie En casa (2020), Una situación extraordinaria. En este, Rodrigo Sorogoyen y Marta Nieto, interpretándose a ellos mismos, caían en la paranoia pandémica de cuarentena y, desde lo fantástico, asistíamos a una multiplicidad o fragmentación de la individualidad y su efecto sobre la pareja.
De alguna manera, El doble se antoja una sofisticación técnica y narrativa de ese relato, funcionando con cierta irregularidad, no obstante. Como no podía ser de otro modo, el director maneja efectivamente momentos iniciales de intriga y confusión respecto al posible intercambio de roles entre el Dani real y su doble. Una vez la tensión estalla, Sorogoyen vuelve a sus usuales planos de larga duración y a explosiones de violencia, a veces justificadas, a veces sospechosamente efectistas. De la misma manera, el diseño de este Madrid futurista funciona a ratos, con varias referencias a los efectos de la pandemia actual que fluctúan entre lo profético y lo pueril o gratuito. A fin de cuentas, El doble se suma a una larga lista de relatos sobre doppelgängers variopintos que cuestionan la identidad del individuo en un mundo deshumanizado que no satisface sus demandas, siendo en este caso unos avances tecnológicos que pueden crear más preguntas que respuestas.
Freddy (Paco Plaza): poseedor y poseído
El plató de rodaje de las antiguas Historias para no dormir, un pésimo actor a punto de ser despedido y un sospechoso muñeco ventrílocuo. Con estos elementos, Paco Plaza organiza un relato que oscila entre el terror, el humor negro y el slasher con bastante soltura, demostrando el buen hacer del director de REC (Paco Plaza, Jaume Balagueró, 2007), Verónica (2017) o Quien a hierro mata (2019). André, el actor fracasado interpretado por Miki Esparbé, se aferrará a cualquier oportunidad que le permita demostrar su potencial, accediendo a utilizar un inquietante muñeco proporcionado por el propio “Chicho” Ibáñez Serrador, quien interpreta muy divertidamente Carlos Santos. Bautizado el muñeco con el nombre de “Charlie”, un inicialmente escéptico André verá como su vida cambia en base a la supuesta vida propia que cobra la marioneta, la cual comienza a parasitarlo. El juego entre objeto que posee a su poseedor es juguetonamente macabro y es una de las principales razones por las que el humor negro de Freddy funciona.
La realidad de André, cada vez más en cuestión y amenazada por su vínculo con Charlie, permitirá a Plaza orquestar algunas escenas bastante desasosegantes que abrazan el slasher. Sin embargo, diría que el aspecto más interesante de este capítulo radica en su juego metafílmico que otorga a los escenarios de las Historias para no dormir y a su original creador un papel fundamental en los hechos. Tiene sentido si valoramos que Narciso Ibáñez Serrador siempre presentaba los prólogos de sus relatos en cuerpo presente, constituyéndole como artífice – y, en cierta manera, culpable – de lo que iba a ocurrir en la consiguiente emisión televisiva. El papel del Chicho interpretado por Carlos Santos añade, por tanto, una capa más de complejidad en forma de nostalgia meta que funciona como guiño al pasado y, al mismo tiempo, como elemento dramático.
El asfalto (Paula Ortiz): desaparecer duele
El tercer episodio, dirigido por la directora de La novia (2015), cuenta la historia de Baldo, repartidor de comida a domicilio, inseparable de su bicicleta. Paula Ortiz tiende a difuminar parte del plano en los primeros compases del capítulo, anticipando la inminente aislación y desaparición progresiva de su protagonista. Sin razón aparente, la bicicleta de Baldo se parará en el asfalto y comenzará a hundirse, al igual que él mismo. Lo absurdo e irracional de la situación es el eje de un relato que recuerda enormemente a la inolvidable La cabina (Antonio Mercero, 1972). Al igual que el personaje interpretado por José Luis López Vázquez, Baldo verá cómo sus circunstancias solo empeoran ante la indiferencia y burla de los transeúntes. El humor negro corrosivo también atraviesa todo el metraje de El asfalto, con un interesante intercambio entre el protagonista y una niña que le observa hundirse. Esta niña le pregunta que qué significa, considerando a Baldo un performer de algún tipo de pantomima. A la respuesta de Baldo, “no significa nada”, la niña replica que hay mucha gente que no lo va a entender.
Es inevitable pensar en un guion coescrito por Rodrigo Cortés al escuchar esas palabras, las cuales, en la línea cínica del director de cine y escritor de Los años extraordinarios (2021), tratan de quitarse importancia y niegan la interpretación más profunda de lo que le ocurre a Baldo. Más allá de la futilidad a la hora de explicar un suceso inexplicable, no obstante, es inevitable leer una complejidad mayor en las imágenes propuestas por Paula Ortiz. Desde los planos que establecen la existencia de su protagonista, los cuales pasan por un gran plano general de un Madrid-colmena a otro general no menos masificado, para llegar al hogar de Baldo y Rut, el marco alienante nunca desaparece. La víctima de este hecho arbitrario será ignorada por las autoridades, utilizada por los medios de comunicación, ridiculizada por sus semejantes y, en definitiva, poco o mal ayudada. El inevitable destino de Baldo, ahora señalizado por conos como una obra más de la ciudad y una incomodidad extra para sus vecinos, tiene resonancias mucho más profundas que no intentaré banalizar aquí mediante una interpretación unívoca.
La broma (Rodrigo Cortés): mezquindad lúdica
El comienzo del último episodio de estas nuevas Historias para no dormir es técnicamente exquisito: un plano secuencia define con precisión y economía de recursos a Alberto, protagonista interpretado por Eduard Fernández. En tiempo real, empezando desde la chapa con su nombre en el aparcamiento hasta una ristra de chascarrillos rancios a su llegada a la oficina, ya conocemos al miserable y bromista personaje. Sin embargo, y de nuevo en línea con esa acidez del director de Buried (2010), Alberto no es el único individuo antipático de la función. Ya sea su mujer, Elena, o el empleado y amante de su esposa, Javier, estamos ante un trío con diferentes motivaciones y ninguna de ellas buena. Estos dos últimos planean asesinar a Alberto para quedarse con su dinero, si bien Elena actúa a modo de femme fatale, con un Javier un tanto pusilánime dejándose llevar por los acontecimientos.
La escena en la que supuestamente se perpetra el crimen es, precisamente, una de las más potentes estéticamente. Hay un constante juego de luces rojizas y sombras que apunta inteligentemente a lo noir, más allá del arquetipo que encarna Elena, recordando a la alternancia de claroscuros en el cine negro clásico. Además, los mencionados tonos rojizos, presentes en las escenas del capítulo, enmarcan moralmente a los personajes en un ambiente turbio y cuasi-infernal al estilo Scorsese en el inicio de Uno de los nuestros (1990) o Malas calles (1973). La sucesión de giros argumentales, la paranoica –o justificada– desconfianza, las consecuentes venganzas y un final digno de la visión escéptica de su creador sobre el comportamiento humano, convierten el visionado de La broma en un divertido vaivén de mezquindades.
Historias para no dormir (España, 2021)
Dirección: Rodrigo Sorogoyen, Paco Plaza, Paula Ortiz, Rodrigo Cortés / Guion: Rodrigo Cortés, Alberto Marini, Paco Plaza, Daniel Remón, Rodrigo Sorogoyen, Manuel Jabois, Narciso Ibáñez Serrador (historias) / Producción: VIS, Prointel, Isla Audiovisual / Música: Óscar David Gómez, Rodrigo Cortés, Víctor Reyes / Fotografía: Rafael García, Diego Cabezas, Daniel Fernández Abelló / Editor: Rodrigo Cortés, Alberto del Campo, David Gallart, Sergio Jiménez / Reparto: Eduard Fernández, Nathalie Poza, Raúl Arévalo, David Verdaguer, Vicky Luengo, Miki Esparbé, Adriana Torrebejano, Carlos Santos, Maru Valdivieso, Enrique Villén, Dani Rovira, Inma Cuesta.
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